Ricardo Rocha
El crimen múltiple da escalofrío. Lo que hay detrás da asco. Primero, horroriza no sólo la estadística de los 52 muertos, sino su infierno de llamas y humo. Pero, sobre todo, llena de rabia el saber que una tragedia así era absolutamente evitable. Y no hablo sólo de las cerradas salidas de emergencia. No. Lo que hay que discutir son las que, en estos años recientes, generaron un escenario tan violento y maloliente: “Señoras y señores, con ustedes ¡el terror!”
Ya el propio presidente Calderón calificó de “verdaderos terroristas” al grupo de criminales que estremeció Monterrey, sacudió a la nación y escandalizó al mundo. Así que se reconoce ya una etapa de colombianización a la mexicana en la que el terror puede estallarnos en la cara en cualquier lugar y en cualquier instante. Con la diferencia de que allá el gobierno estaba consciente de librar una durísima batalla y el de aquí insiste en que vamos ganando la guerra. Aunque a ese optimismo oficial se opongan las cifras y datos incontrovertibles: 50 mil muertos, 30 mil desaparecidos, más de 100 mil desplazados y un México secuestrado por el miedo.
Pero lo que provoca no sólo indignación sino náuseas extremas es la cadena de corrupción y complicidades que se inició con Vicente Fox como presidente y Santiago Creel en Gobernación. Ambos repartieron 450 concesiones de casinos a diestra y siniestra, siempre buscando una complicidad con los poderes fácticos y sin importarles el terreno minado que estaban sembrando.
¿O de verdad nadie le dijo a Felipe Calderón que los casinos, además de esquilmar a los jugadores —sobre todo mujeres—, son las grandes lavanderías de los cárteles de la droga, que llegan con maletas de billetes sucios y salen con cheques limpísimos luego de un moche de 15%? ¿Qué son, por eso, territorios disputables a sangre y —como se vio— fuego?
Hay, además, gravísimos daños colaterales que se añaden a la violencia nuestra de cada día. El más alarmante es un México dividido y hasta confrontado: de un lado los “patriotas” que se suman sistemáticamente a todas las decisiones oficiales y ahora piden que se intensifique la guerra y se aprueben las reformas a la Ley de Seguridad Nacional tal cual la envió el Presidente; del otro los “apátridas” que hemos cuestionado el método oficial —que nunca ha llegado a estrategia— y esa propuesta de ley que lo único que pretende es legitimar la militarización del país.
Yo, la verdad, no creo que la espiral de violencia se vaya a detener con el envío de otros tres mil federales a Nuevo León ni con la aprobación fast track de una ley más que cuestionable, ni siquiera con la desconexión efectista de miles de maquinitas esquilmadoras. En cambio, sí ayudaría que el gobierno nos diga quiénes y en qué proporción se benefician con los casinos de este país, con toda su cauda de corruptelas. Y luego tener el valor —como lo tuvo Lázaro Cárdenas en su tiempo— de cerrarlos y convertirlos en escuelas. No sobraría tampoco anteponer la inteligencia a la violencia no sólo para desarticular financieramente a los grandes capos, sino para limpiar la casa detectando, expulsando y juzgando a quienes en nuestros órganos castrenses, policiacos y de justicia están en la nómina del narco.
En cualquier caso, y como acaba de exhortar el rector de nuestra UNAM, es urgente un acuerdo nacional contra el crimen organizado en el que participen todos los poderes y los grupos ciudadanos. Y yo añadiría que el único eje convocante posible en estos momentos es el propio documento emanado de nuestra UNAM: una Propuesta sobre Seguridad y Justicia en Democracia que es la única alternativa realmente integral, que ha sido muy bien recibida por legisladores de diversos partidos y que no merece el menosprecio interesado de algunos, por el hecho de provenir de una escuela pública, aunque se trate de la más alta del país.
Ojalá no sea el caso del presidente Calderón, quien argumenta el seguimiento puntual del crimen múltiple de Monterrey para posponer la anunciada reunión con el rector Narro. Y yo que había pensado que ese encuentro era más necesario que nunca.
ddn_rocha@hotmail.com
@RicardoRocha_MX
Periodista
@RicardoRocha_MX
Periodista
Serpientes y Escaleras | Salvador García Soto
Monterrey, los medios y el narco
La siguiente descripción fue enviada a esta columna por un periodista de Monterrey que, con el seudónimo de Gerardo, narra cómo los narcotraficantes fueron cooptando a algunos medios y periodistas del estado y comenzaron a controlar la información que de ellos y sus asesinatos se publicaba. Por espacio se editaron algunos fragmentos, cuidando la narración de los hechos.
“Monterrey, Nuevo León.— El sobre manila con la leyenda ‘Prensa’ estaba al frente de la mesa, junto a los demás rotulados con el nombre de cada una de las corporaciones municipales, estatales y agencias del Ministerio Público (MP) en Nuevo León. Así los encontró el Ejército la madrugada del 22 de septiembre de 2009 tras un cateo en una casa de seguridad donde fue decomisada una narconómina de más de 73 millones de pesos.
“Los noticieros de Televisa Monterrey y de Multimedios transmitieron el reporte de lo incautado: más de 500 policías de al menos 15 municipios metropolitanos y rurales, además de algunos de corporaciones estatales y de agencias del MP, recibían dinero del narco. Pero no hubo información alguna sobre el detalle de la lista relacionada con los sobres rotulados ‘Prensa’.
“Periodistas consultados sobre el hecho detallan que la lista no se difundió ni en forma extraoficial y ningún medio se preocupó por pedirla para iniciar una limpia en las redacciones, como sí lo hizo en parte el entonces gobierno de Natividad González con los policías incluidos en esa narcolista.
“A las pocas semanas del decomiso dejaron de firmarse las notas sobre crimen organizado. Las redacciones tomaron precauciones y se empezó a desconfiar de quien se movía con soltura y seguridad en la cobertura policiaca, recuerda un reportero bajo petición de anonimato”.
REPORTEANDO CON EL ENEMIGO
Antes de esa madrugada, la única referencia al tema era la del caso del reportero de TV Azteca Noreste, Gamaliel López, y su camarógrafo, Gerardo Paredes, quienes desaparecieron el 10 de mayo de 2008. Luego de semanas sin saber de ellos, el entonces conductor titular de sus espacios noticiosos, Luis Padua, salió a cuadro para anunciar la desaparición. Poco después, durante una comparecencia con diputados el 5 de noviembre de 2008, el entonces procurador del estado, Luis Carlos Treviño, reveló el nexo de López con grupos criminales. “En el caso del reportero —no sé si con el camarógrafo— les voy a poner un ejemplo para que vean hasta qué punto estaba (involucrado) el joven: cuando hubo un ejecutado en marzo (de 2008) y dejaron un recado en un cuerpo, mandamos una patrulla y el recado se subió en la patrulla antes de que llegara la prensa, y luego hubo llamadas de TV Azteca preguntando por qué no se había publicado el recado. Hubo otro cadáver con un recado idéntico el año pasado y el reportero estaba antes de que llegara la policía, a los dos minutos de que se notificó el hallazgo. Las vinculaciones con la delincuencia organizada son peligrosas; no es posible hacer compromisos con ellos y las consecuencias son fatales”, expresó el funcionario. Al día siguiente la Procuraduría del Estado emitió un comunicado desmintiendo el dicho de su titular (http://info7.mx/a/noticia/9816).
La desaparición de López no ha sido aclarada, pero las agresiones y amenazas siguen siendo frecuentes: las instalaciones de Multimedios y Milenio, Televisa, TV Azteca y El Norte han sido atacadas con granadas o disparos; ningún medio se ha salvado. En 2006, un reportero y un fotógrafo fueron secuestrados y golpeados al hacer un reportaje sobre carreteras en Agualeguas (tierra del ex presidente Salinas) y China; en Guadalupe, una tarde de marzo un equipo de televisión fue agredido por presuntos narcos que les quitaron sus cámaras por grabar una ejecución y dos días después los aparatos, ya sin lo grabado, fueron devueltos a las puertas de la estación.
El 25 de marzo de este año, las televisoras locales cortaron el enlace desde el lugar donde tiraron el cuerpo del animador de Televisa Monterrey, José Luis Cerda Meléndez, La Gata, tras ser advertidas de que un comando armado se aproximaba para llevarse el cadáver.
Hay redacciones donde desaparece de los archivos el material gráfico sobre ejecutados, hechos violentos y detenciones, y hay también voces que llegan desde algún Nextel con un acento norteño diferente al de Nuevo León, pidiéndole a un reportero de televisión, casi una celebridad en la localidad, que funja como contacto con sus jefes. El reportero contesta que no quiere sentirse comprometido y el interlocutor le asegura que sólo tiene que comunicar lo que ellos le digan. A los pocos días, el mismo “comandante” del grupo criminal le llama para reclamarle por haber revelado su llamada: “Creíamos que eras un hombre serio”, le dijeron. No supo más de ellos.
Algunos reporteros, jefes de información o directores de noticias prefieren renunciar, dejando a la menor oportunidad sus trabajos en medios para irse de jefes de prensa en dependencias o municipios, o toman empleos en el extranjero. Quienes se quedan en las redacciones de Monterrey prefieren no tocar el tema.
“Monterrey, Nuevo León.— El sobre manila con la leyenda ‘Prensa’ estaba al frente de la mesa, junto a los demás rotulados con el nombre de cada una de las corporaciones municipales, estatales y agencias del Ministerio Público (MP) en Nuevo León. Así los encontró el Ejército la madrugada del 22 de septiembre de 2009 tras un cateo en una casa de seguridad donde fue decomisada una narconómina de más de 73 millones de pesos.
“Los noticieros de Televisa Monterrey y de Multimedios transmitieron el reporte de lo incautado: más de 500 policías de al menos 15 municipios metropolitanos y rurales, además de algunos de corporaciones estatales y de agencias del MP, recibían dinero del narco. Pero no hubo información alguna sobre el detalle de la lista relacionada con los sobres rotulados ‘Prensa’.
“Periodistas consultados sobre el hecho detallan que la lista no se difundió ni en forma extraoficial y ningún medio se preocupó por pedirla para iniciar una limpia en las redacciones, como sí lo hizo en parte el entonces gobierno de Natividad González con los policías incluidos en esa narcolista.
“A las pocas semanas del decomiso dejaron de firmarse las notas sobre crimen organizado. Las redacciones tomaron precauciones y se empezó a desconfiar de quien se movía con soltura y seguridad en la cobertura policiaca, recuerda un reportero bajo petición de anonimato”.
REPORTEANDO CON EL ENEMIGO
Antes de esa madrugada, la única referencia al tema era la del caso del reportero de TV Azteca Noreste, Gamaliel López, y su camarógrafo, Gerardo Paredes, quienes desaparecieron el 10 de mayo de 2008. Luego de semanas sin saber de ellos, el entonces conductor titular de sus espacios noticiosos, Luis Padua, salió a cuadro para anunciar la desaparición. Poco después, durante una comparecencia con diputados el 5 de noviembre de 2008, el entonces procurador del estado, Luis Carlos Treviño, reveló el nexo de López con grupos criminales. “En el caso del reportero —no sé si con el camarógrafo— les voy a poner un ejemplo para que vean hasta qué punto estaba (involucrado) el joven: cuando hubo un ejecutado en marzo (de 2008) y dejaron un recado en un cuerpo, mandamos una patrulla y el recado se subió en la patrulla antes de que llegara la prensa, y luego hubo llamadas de TV Azteca preguntando por qué no se había publicado el recado. Hubo otro cadáver con un recado idéntico el año pasado y el reportero estaba antes de que llegara la policía, a los dos minutos de que se notificó el hallazgo. Las vinculaciones con la delincuencia organizada son peligrosas; no es posible hacer compromisos con ellos y las consecuencias son fatales”, expresó el funcionario. Al día siguiente la Procuraduría del Estado emitió un comunicado desmintiendo el dicho de su titular (http://info7.mx/a/noticia/9816).
La desaparición de López no ha sido aclarada, pero las agresiones y amenazas siguen siendo frecuentes: las instalaciones de Multimedios y Milenio, Televisa, TV Azteca y El Norte han sido atacadas con granadas o disparos; ningún medio se ha salvado. En 2006, un reportero y un fotógrafo fueron secuestrados y golpeados al hacer un reportaje sobre carreteras en Agualeguas (tierra del ex presidente Salinas) y China; en Guadalupe, una tarde de marzo un equipo de televisión fue agredido por presuntos narcos que les quitaron sus cámaras por grabar una ejecución y dos días después los aparatos, ya sin lo grabado, fueron devueltos a las puertas de la estación.
El 25 de marzo de este año, las televisoras locales cortaron el enlace desde el lugar donde tiraron el cuerpo del animador de Televisa Monterrey, José Luis Cerda Meléndez, La Gata, tras ser advertidas de que un comando armado se aproximaba para llevarse el cadáver.
Hay redacciones donde desaparece de los archivos el material gráfico sobre ejecutados, hechos violentos y detenciones, y hay también voces que llegan desde algún Nextel con un acento norteño diferente al de Nuevo León, pidiéndole a un reportero de televisión, casi una celebridad en la localidad, que funja como contacto con sus jefes. El reportero contesta que no quiere sentirse comprometido y el interlocutor le asegura que sólo tiene que comunicar lo que ellos le digan. A los pocos días, el mismo “comandante” del grupo criminal le llama para reclamarle por haber revelado su llamada: “Creíamos que eras un hombre serio”, le dijeron. No supo más de ellos.
Algunos reporteros, jefes de información o directores de noticias prefieren renunciar, dejando a la menor oportunidad sus trabajos en medios para irse de jefes de prensa en dependencias o municipios, o toman empleos en el extranjero. Quienes se quedan en las redacciones de Monterrey prefieren no tocar el tema.
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