Rosario Ibarra
Desde el fondo de la profunda tristeza que por muchos años ha embargado a los familiares de los desaparecidos de la nefasta era echeverrista, brotan la inconformidad acumulada, la frustración por la ilegalidad que se sigue viviendo en el México actual, con la simulación del actual gobierno ilegítimo y hasta con la pasividad y la impotencia de todo un pueblo víctima de abusos y de injusticia.
Quisiéramos saber en qué lugar se aloja en este país la justicia, desde la más simple hasta la llamada suprema, porque por más tenaz que haya sido nuestra búsqueda, no hemos logrado encontrarla. Desde hace mucho tiempo acudimos a la autoridad competente para demandar al sátrapa copartícipe del crimen del 68, autor intelectual de los hechos terribles del 10 de junio de 1971 y del inicio del crimen de lesa humanidad (la desaparición forzada) y de la cauda de dolor que durante su mandato fue dejando por todo el país.
Hoy los desaparecidos son muchísimos más y el gobierno utiliza a la perfección el subterfugio de que son acciones del “crimen organizado”, cuando algunas de las madres de las víctimas han asegurado: “se lo llevaron los soldados”.
Aparte de las desapariciones, los abusos en los procesos de los acusados de algún delito, se vive bajo la amenaza y la prepotencia de la mal llamada justicia y de la desfachatez del gobierno, que cree que con acudir a los lugares en donde ha ocurrido algún hecho violento, su “mágica presencia” logrará que el dolor de los familiares de las víctimas se amortigüe, como sucedió en Monterrey con los trágicos hechos del Casino Royale, en donde murieron más de 50 personas.
Hurgando en la historia del llamado México moderno, es decir, de los últimos 50 o 60 años, es fácil encontrar tragedias como la ocurrida en la llamada Sultana del Norte, o de índole distinta, pero, en las que, al igual que ahora, se piensa y se pretende que los familiares de las víctimas “pronto se resignarán, caray, si las vino a ver el señor Presidente”. Ante la pérdida de un ser querido, nada, absolutamente nada, quita el dolor y la enorme tristeza en la vida de su familia, más aún, cuando se sabe de la injusticia contra ellos cometida y la desaparición forzada es uno de los más crueles y despiadados hechos de poder de los malos gobiernos, hecho que, por cierto, no se inició en el Cono Sur (como se ha pretendido hacer creer), sino aquí, en el “México lindo y querido”, el 29 de mayo de 1969, cuando fue secuestrado y encerrado en instalaciones militares el maestro guerrerense Epifanio Avilés Rojas, a quien nunca se ha vuelto a ver y a quien secuestraron dos elementos del Ejército: el mayor Antonio López Rivera y el general Miguel Bracamontes.
Los malos gobiernos sufridos por los mexicanos han hecho caso omiso de las quejas y demandas de los familiares de los desaparecidos y jamás, ni una vez siquiera, la “justicia” ha hecho posible el castigo de alguno de los responsables de las violaciones a las leyes… Nunca se ha castigado a los torturadores ni a los “policías” de la ilegal Dirección Federal de Seguridad, lugar tenebroso en la calle Circular de Morelia número 8, en donde se perpetraban infinidad de violaciones a la ley y en donde se supo al menos de la muerte de un joven terriblemente torturado.
El pasado domingo 28, un grupo de compañeras del nuestro Comité Eureka, acompañadas de la organización HIJOS, estuvieron frente a la Catedral, en conmemoración de la primera huelga de hambre que las madres de los desaparecidos políticos llevamos a cabo allí, iniciada el 28 de agosto de 1978, mediante la cual se logró una amnistía para mil 500 presos políticos, el cese a la persecución de 2 mil activistas y el regreso de 57 exiliados. Seis meses más tarde nos llenamos de júbilo al recibir en nuestros hogares a 148 presos políticos liberados por una Ley de Amnistía que habíamos sugerido al gobierno. Algunos hogares se llenaron de alegría pero muchas de nosotras no tuvimos la misma suerte y la tristeza siguió anidando en nuestros corazones… Pero nunca lograron matar nuestra decisión de seguir luchando (como solemos decir y gritar): ¡Hasta encontrarlos!
Ignoramos dónde, cómo y cuándo se inició la idea de hacer del 28 de agosto “el día del desaparecido”; recuerdo una lejana discusión al respecto, en una enorme reunión con familiares de los desaparecidos de toda Latinoamérica, en la que, “las mexicanas” estuvimos en contra de que se dedicara un día a los desaparecidos, porque nosotros pensábamos que los desaparecidos, su búsqueda y el anhelo de encontrarlos era de todos los días. En fin, para nosotros siguen siendo todos los días del año, días de los desaparecidos... el dolor inconmensurable de su ausencia y el anhelo de encontrarlos hacen que para nosotros todos los días de todos los años sean días de los desaparecidos y nunca un día especial.
Dirigente del Comité Eureka
Desde el fondo de la profunda tristeza que por muchos años ha embargado a los familiares de los desaparecidos de la nefasta era echeverrista, brotan la inconformidad acumulada, la frustración por la ilegalidad que se sigue viviendo en el México actual, con la simulación del actual gobierno ilegítimo y hasta con la pasividad y la impotencia de todo un pueblo víctima de abusos y de injusticia.
Quisiéramos saber en qué lugar se aloja en este país la justicia, desde la más simple hasta la llamada suprema, porque por más tenaz que haya sido nuestra búsqueda, no hemos logrado encontrarla. Desde hace mucho tiempo acudimos a la autoridad competente para demandar al sátrapa copartícipe del crimen del 68, autor intelectual de los hechos terribles del 10 de junio de 1971 y del inicio del crimen de lesa humanidad (la desaparición forzada) y de la cauda de dolor que durante su mandato fue dejando por todo el país.
Hoy los desaparecidos son muchísimos más y el gobierno utiliza a la perfección el subterfugio de que son acciones del “crimen organizado”, cuando algunas de las madres de las víctimas han asegurado: “se lo llevaron los soldados”.
Aparte de las desapariciones, los abusos en los procesos de los acusados de algún delito, se vive bajo la amenaza y la prepotencia de la mal llamada justicia y de la desfachatez del gobierno, que cree que con acudir a los lugares en donde ha ocurrido algún hecho violento, su “mágica presencia” logrará que el dolor de los familiares de las víctimas se amortigüe, como sucedió en Monterrey con los trágicos hechos del Casino Royale, en donde murieron más de 50 personas.
Hurgando en la historia del llamado México moderno, es decir, de los últimos 50 o 60 años, es fácil encontrar tragedias como la ocurrida en la llamada Sultana del Norte, o de índole distinta, pero, en las que, al igual que ahora, se piensa y se pretende que los familiares de las víctimas “pronto se resignarán, caray, si las vino a ver el señor Presidente”. Ante la pérdida de un ser querido, nada, absolutamente nada, quita el dolor y la enorme tristeza en la vida de su familia, más aún, cuando se sabe de la injusticia contra ellos cometida y la desaparición forzada es uno de los más crueles y despiadados hechos de poder de los malos gobiernos, hecho que, por cierto, no se inició en el Cono Sur (como se ha pretendido hacer creer), sino aquí, en el “México lindo y querido”, el 29 de mayo de 1969, cuando fue secuestrado y encerrado en instalaciones militares el maestro guerrerense Epifanio Avilés Rojas, a quien nunca se ha vuelto a ver y a quien secuestraron dos elementos del Ejército: el mayor Antonio López Rivera y el general Miguel Bracamontes.
Los malos gobiernos sufridos por los mexicanos han hecho caso omiso de las quejas y demandas de los familiares de los desaparecidos y jamás, ni una vez siquiera, la “justicia” ha hecho posible el castigo de alguno de los responsables de las violaciones a las leyes… Nunca se ha castigado a los torturadores ni a los “policías” de la ilegal Dirección Federal de Seguridad, lugar tenebroso en la calle Circular de Morelia número 8, en donde se perpetraban infinidad de violaciones a la ley y en donde se supo al menos de la muerte de un joven terriblemente torturado.
El pasado domingo 28, un grupo de compañeras del nuestro Comité Eureka, acompañadas de la organización HIJOS, estuvieron frente a la Catedral, en conmemoración de la primera huelga de hambre que las madres de los desaparecidos políticos llevamos a cabo allí, iniciada el 28 de agosto de 1978, mediante la cual se logró una amnistía para mil 500 presos políticos, el cese a la persecución de 2 mil activistas y el regreso de 57 exiliados. Seis meses más tarde nos llenamos de júbilo al recibir en nuestros hogares a 148 presos políticos liberados por una Ley de Amnistía que habíamos sugerido al gobierno. Algunos hogares se llenaron de alegría pero muchas de nosotras no tuvimos la misma suerte y la tristeza siguió anidando en nuestros corazones… Pero nunca lograron matar nuestra decisión de seguir luchando (como solemos decir y gritar): ¡Hasta encontrarlos!
Ignoramos dónde, cómo y cuándo se inició la idea de hacer del 28 de agosto “el día del desaparecido”; recuerdo una lejana discusión al respecto, en una enorme reunión con familiares de los desaparecidos de toda Latinoamérica, en la que, “las mexicanas” estuvimos en contra de que se dedicara un día a los desaparecidos, porque nosotros pensábamos que los desaparecidos, su búsqueda y el anhelo de encontrarlos era de todos los días. En fin, para nosotros siguen siendo todos los días del año, días de los desaparecidos... el dolor inconmensurable de su ausencia y el anhelo de encontrarlos hacen que para nosotros todos los días de todos los años sean días de los desaparecidos y nunca un día especial.
Dirigente del Comité Eureka
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