Agentes antidrogas estadounidenses encubiertos han lavado o contrabandeado millones de dólares en ganancias del narcotráfico como parte del papel cada vez más amplio de Washington en la lucha de México contra los cárteles de las drogas, de acuerdo con antiguos y actuales funcionarios federales de impartición de justicia, dice un reportaje de The New York Times firmado por Ginger Thompson.
Los agentes, principalmente de la Drug Enforcement Administration (DEA, por sus siglas en inglés), dependencia antidrogas estadounidense, han manejado cargamentos de cientos de miles de dólares en dinero ilegal a través de las fronteras, declararon esos funcionarios, para identificar de qué manera mueven su dinero las organizaciones criminales, dónde guardan sus activos y, lo más importante, quiénes son sus líderes, informó el diario norteamericano.
Los funcionarios dijeron que aunque la DEA realizó dichas operaciones en otros países, comenzó a hacerlo en México sólo en los últimos años. Ginger Thompson señala que, las actividades de alto riesgo plantean cuestiones delicadas respecto a la eficacia de la dependencia al abatir a los capos del narcotráfico, subrayan preocupaciones diplomáticas sobre la soberanía mexicana y desdibujan la línea entre vigilar y facilitar el crimen.
Al tiempo que lava dinero del narco, la DEA a menudo permite que los cárteles sigan sus operaciones por meses o hasta años antes de hacer incautaciones o arrestos.
Varios funcionarios de la dependencia se rehusaron a hablar de los detalles de su labor, al citar la preocupación de poner en peligro sus investigaciones.
Sin embargo, Michael S. Vigil, ex funcionario de alto nivel de la DEA, declaró que buscan cumplir objetivos.
“Tratamos de asegurar que siempre hubiera una supervisión cercana de estas operaciones de manera que estuviéramos cumpliendo nuestros objetivos, y los agentes no estuvieran lavando dinero nada más por lavarlo”, dijo Vigil.
Otro ex funcionario de la dependencia, quien pidió anonimato, consideró que es necesario mostrar resultados.
“Mi regla era que si vamos a lavar dinero, sería mejor que mostráramos resultados, de otro modo la DEA podría terminar siendo el mayor lavador de dinero en el negocio, y ese dinero resulta en violencia y muertes”, externó.
Ésas son precisamente la clase de preocupaciones que los miembros del Congreso estadounidense han planteado sobre una operación de contrabando de armas conocida como “Rápido y Furioso”, en la que agentes de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos permitieron con la esperanza de que llevaría a operativos de más alto nivel que trabajaran para cárteles mexicanos, .
Varios antiguos funcionarios de la DEA rechazaron las comparaciones entre permitir que se vayan armas y dinero. El dinero, señalaron, plantea mucho menos una amenaza para la seguridad pública. Y, a diferencia de las armas, puede conducir más directamente a los líderes de las organizaciones criminales.
“Éstas no son personas cuyos rostros son conocidos en la calle”, comentó Robert Mazur, ex agente de la DEA y autor de un libro sobre sus años como agente encubierto dentro del cártel de Medellín, en Colombia. “Están súper aisladas. Y la única manera de llegar a ellas es seguir a su dinero”.
Otro ex funcionario de la dependencia ofreció esta explicación para las operaciones de lavado: “Acumular la evidencia para relacionar el dinero con las drogas, y relacionar la primera vez que se recoge el dinero con el comando y control de un cártel, es un proceso que consume mucho tiempo”.
Las operaciones de lavado que Estados Unidos realiza en otras partes habían estado prohibidas en México después de que agentes de aduanas estadounidenses llevaron a cabo una operación encubierta transfronteriza sin notificar a las autoridades mexicanas, en 1998, que era la forma en que se realizaba la mayor parte de la labor encubierta estadounidense en México hasta ese momento.
Sin embargo, eso cambió en años recientes después de que el Presidente Felipe Calderón declaró la guerra a los cárteles del narcotráfico del País y solicitó ayuda a Estados Unidos para que jugara un papel importante en la misma debido a preocupaciones respecto a que sus fuerzas de seguridad tenían poca experiencia y largas historias de corrupción.
Hoy, en operaciones supervisadas por el Departamento de Justicia e instrumentadas para sortear las restricciones de la soberanía, Estados Unidos lleva a cabo numerosas investigaciones de lavado de dinero encubiertas contra los cárteles más poderosos de México.
Un funcionario de la DEA dijo que no era inusual que agentes estadounidenses recogieran dos o tres cargas de dinero del narcotráfico mexicano cada semana. Un segundo funcionario apuntó que al tiempo que los cárteles mexicanos extendieron sus operaciones desde Latinoamérica hasta África, Europa y Medio Oriente, el alcance de las operaciones también había crecido.
Cuando se le preguntó cuánto dinero se había lavado como parte de las operaciones, el funcionario sólo respondió: “Mucho”.
“Si vas a entrar al negocio del lavado de dinero”, agregó el funcionario, “entonces tienes que ser capaz de lavar dinero”.
Ex funcionarios antidrogas, quienes también hablaron sólo bajo la condición del anonimato sobre las operaciones clandestinas, brindaron un vistazo más claro de su escala y cómo funcionaban.
En algunos casos, dijeron los funcionarios, agentes mexicanos, haciéndose pasar por contrabandistas y acompañados por autoridades estadounidenses, recogen el dinero de los narcotraficantes en México.
Agentes estadounidenses transportan el dinero en vuelos gubernamentales hacia Estados Unidos, donde se le deposita en cuentas de los narcotraficantes, y después se le transfiere electrónicamente a compañías que suministran mercancías y servicios al cártel.
En otros casos, agentes de la DEA, que se hacen pasar por lavadores, recogen las ganancias de las drogas en Estados Unidos, las depositan en bancos del país y luego las transfieren electrónicamente a los narcotraficantes en México.
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