12/10/2011

¿La gran señora Jenny Rivera?


COLUMNA INVITADA



Por Josefina Hernández Téllez *

México, DF, 9 dic 11 (CIMAC).- “Tenemos que hablar de mujer a mujer, hay que dejar unas cosas en claro, aunque no te guste tienes que entender lo que es mío es mío y no voy a soltarlo. Yo voy a pelear y defender mi honor, yo soy su señora y mucho me ha costado…”.

Así inicia una popular canción de la banda de la célebre y reconocida Jenny Rivera, y que en el programa estelar de Televisa, “La Voz… México”, el pasado domingo 27 de noviembre, las jóvenes concursantes cantaron al lado de ella en una prueba de evaluación.

Este simple y atractivo hecho permitió una difusión superlativa de esta canción, así como una penetración a una escala máxima entre el público cautivo y el ocasional de este tipo de “reality”.

Proyección adicional porque en reuniones y fiestas apenas comienza la tonada y las jóvenes y no tan jóvenes se mimetizan con el sentimiento y planteamiento de la cantante: “No sé cómo entraste, no sé cómo fue, no sé qué le diste para atarantarlo, lo que si te digo es que aquí somos tres y este triangulito no me está gustando. Vas a comprender y respetar quién soy, si no es por las buenas pues será a madrazos…”.

Los jóvenes y los señores, quizá, se sienten halagados por ser el “objeto” del amor, de los deseos y de la “propiedad” de más de una mujer, pero lo cierto es que letras tan sonadas, tan aceptadas y tan populares son una oda al hembrismo y a los valores antifeministas; contrarias a la dignificación de las mujeres que tantos y tantas mujeres y hombres han buscado desde fines del siglo pasado y principios de éste.

“Se necesita más que una cara bonita, se necesita más que un cuerpo sin estrías, se necesita más que una mente perdida para ser esa intrusa que de mí se ría, aunque estés viviendo en la plena juventud, yo tengo la experiencia y la familia es mía…”.

¿Cómo apelar a la propiedad de otro ser humano? El feminismo siempre planteó y defendió la humanidad e individualidad de las mujeres contra la cosificación que el sistema patriarcal nos impuso sobre nuestros cuerpos y expropió, en aras de la biología, la libertad de pensamiento y acción.

¿Cómo entonces gritar la propiedad de un hombre, otro ser humano? Sólo, entonces, desde la contraparte del machismo: el hembrismo.

El feminismo como movimiento humanista y universal se ha pronunciado por la justicia y la equidad; uno de los pilares actuales de la lucha es la denuncia y acción contra la violencia hacia las mujeres.

El reconocimiento y aval global resignifica esta práctica como un factor más que va contra la dignificación de las mujeres y la urgente necesidad de sensibilizar y atacar esta práctica.

¿Cómo entendemos la apología que hace esta canción de la violencia de unas contra otras? ¿De una contra el otro al apelar a la sentencia de la propiedad de un ser humano, sus deseos y su elección?

El feminismo, como planteamiento político e ideológico, que tanto miedo causa todavía porque precisamente se confunde con esta postura de unas contra otros y otras, de la verticalidad y la violencia simbólica y real, lejos está de plantear la autoestima de las mujeres desde los lugares comunes y de doble moral de nuestra sociedad:

“No vas a robar lo que yo me gané, aunque seas esa intrusa que se le acomoda él no me dejará pues sabe quién es quién. Soy la que con sus hijos tiene la corona, vas a resbalarte pero a otro rincón porque este es mi hombre y yo su gran señora…”.

Televisa, Jenny Rivera y toda la industria que lucra con estas producciones lejos están del feminismo y de las necesidades de la mitad de la población de este país que requiere respeto a sus capacidades, a su contribución laboral, material y humana.

No basta manejar en el imaginario colectivo y a través de algunas medidas legales y discursivas que se está a favor de la equidad porque en realidad no regula este tipo de prácticas que propalan la cosificación, la violencia verbal y física, la rivalidad, en suma el hembrismo equivalente al decadente, retrógrado y cavernario machismo que tanto aleja y ha alejado al mundo de la democracia, la justicia y la concretización de los anhelados Derechos Humanos universales.

Es hora, pues, de revisar hasta lo que cantamos porque el sexismo viene encubierto, reciclado y remasterizado a través de las “inocentes” y lúdicas diversiones.

*Periodista y académica.

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