Escrito por Monitoreo Informativo
Agencia Reforma / Andro Aguilar Navarrete
Ciudad de México, México (21 octubre 2012).- 00:00 AM
Desde
que fue tesorero en el PRI mexiquense durante la campaña para
gobernador de Emilio Chuayffet, Enrique Peña Nieto tardó 19 años en
ganar la Presidencia de la República, mas no el poder político.
“Ése se lo tiene que quitar a Televisa,
a (Ernesto) Zedillo, a (Carlos) Salinas y a (Arturo) Montiel”, advierte
el periodista Jenaro Villamil.
En 220 páginas, el autor narra en su
nuevo libro Peña Nieto, el gran montaje (Grijalbo, 2012) cómo el
Presidente electo fue catapultado hacia Los Pinos por la red de
intereses tejida a su alrededor: nexos con empresarios, medios de
comunicación y políticos encabezados por los antagónicos expresidentes
Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, y que no han estado exentos de
fisuras políticas.
“La relación con Montiel es conflictiva
porque Peña necesita deslindarse de él y el otro necesita hacerse valer
y hacer sentir su peso. Y porque Montiel no es sólo el individuo, sino
la red de corrupción que representa”, afirma.
Villamil lanza el cuestionamiento:
“¿Cómo le va a hacer Peña en este pago de facturas adelantado que le
están exigiendo? Una primera definición va a ser el gabinete, y otra,
qué iniciativas va a encabezar y afrontar para ganar ese poder que
todavía no tiene”.
Para llevar al primer miembro del Grupo
Atlacomulco a Los Pinos, señala el periodista en su libro, hubo que
adaptar la máxima de Carlos Hank González –”un político pobre es un
pobre político”–, para quedar: “un político sin rating es un pobre
político”.
El mexiquense dejó de ser un producto
del PRI desde que era gobernador, afirma, y ahora sólo conserva los
reconocidos sellos tricolores del clientelismo y corporativismo.
“Peña Nieto es un producto que se le
expropia al PRI. Tiene muy poco que ver con la ideología y la tradición
priistas en términos discursivos”, señala, “lo que tiene de discurso y
trayectoria es más bien mediático”.
De acuerdo con lo que ha documentado
Villamil, los siete años que han durado los nexos con Televisa para
posicionarlo rumbo a la Presidencia dejan al mexiquense como un
personaje maleable y vulnerable políticamente, producto de una
colonización entre el poder político y el poder mediático.
“Se contaminaron las discusiones
mediáticas e informativas y la política quedó subordinada a la
mercadotecnia televisiva”, lamenta.
Un político analógico
Jenaro Villamil (Mérida, 1969) ha
dedicado los últimos siete años a estudiar el fenómeno Peña Nieto.
Producto de sus investigaciones es el libro Si yo fuera Presidente. El
reality show de Peña Nieto , (Grijalbo, 2009), cuyo contenido fue
incluso analizado por el IFE en el pasado proceso electoral.
Un año después publicó El sexenio de Televisa. Historias secretas del poder mediático (Grijalbo, 2010).
Y ahora regresa con Peña Nieto. El gran
montaje , una crónica de la campaña en la que alcanza a narrar el caso
Monex y la noche del 1o. de julio.
Una silla desgastada, cruzada por una
banda presidencial e iluminada por las luces de un set televisivo,
ilustra la portada del nuevo libro. La imagen representa un montaje
cuyos trucos y esqueleto ya exhibidos dificultan mantenerlo “al aire”
durante el ejercicio de gobierno.
“Se trata de una fórmula de alto
impacto, de corta duración y de cero eficacia política que puede ser
eficaz para evadir problemas que tarde o temprano saltan a la vista”,
explica, “¿cómo resolver el desempleo, la falta de crecimiento
económico o el crimen organizado?, ¿produciendo telenovelas, haciendo
teletones, con entrevistas pagadas a modo con todos los conductores de
la televisión?”.
Por tratarse de una receta para el
éxito fácil e inmediato, pero efímero, Villamil pronostica que la
fórmula mediática con que Enrique Peña Nieto llegó a la Presidencia, y
que está siendo replicada a nivel estatal en Puebla o Chiapas, caduca
en este sexenio. Y observa tres posibles escenarios en el ejercicio de
la Presidencia priista: la probable y sistematizada intimidación
gubernamental, la ruptura de Peña Nieto con Televisa y el andar
paralelo de dos sociedades distintas hacia puntos divergentes.
Y argumenta la tercera posibilidad:
“Peña es la culminación del modelo político analógico justo en el
momento en que la sociedad está transitando a ser una sociedad digital.
No tienen respuesta para eso, y han sido constantes las pruebas”.
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