Este artículo forma pare de la cobertura especial de IPS sobre los 16 días de activismo para erradicar la violencia de género.
Siempre escuchó que era bueno para las niñas porque las mantenía a
salvo de los hombres. Cuando tenía 11 años, Mboumien aprovechó un día en
que su mamá estaba ausente visitando a unos parientes para plancharse
los senos con una piedra ardiente.
La alta temperatura lastimó su fina y delicada piel dejándole
cicatrices negras. El insoportable dolor quedó solapado por el miedo.
Aterrorizada, la niña no le mostró las heridas a nadie ni a su propia
madre.
“Los 16 días se dan en un
contexto de indignación mundial por la violencia y el acoso sexual. Es
hora de actuar y poner fin a la violencia contra las mujeres”: Nanette
Braun.
“Solo fui una víctima de la ignorancia”, contó Mboumien, ahora una de
las principales defensoras de los derechos de salud sexual y
reproductiva de niñas y jóvenes.
El alisamiento o planchado de senos afecta a unas 3,8 millones de
mujeres en el mundo, en especial en Camerún, Benin, Costa de Marfil,
Chad, Guinea-Bissau, Kenia, Togo, Zimbabwe y Guinea-Conakry, pero no
solamente.
Además, es una de las cinco expresiones de violencia de género menos denunciadas, según la Organización de las Naciones Unidas.
Es una práctica que expone a las mujeres que la padecen a problemas
de salud como infecciones, quistes, daños permanentes en el tejido,
cáncer, además de, por supuesto, la completa desaparición de uno o ambos
senos.
Pero también es una flagrante violación a la integridad y a los derechos físicos y sexuales de las niñas.
En el marco de la Campaña Naranja
de ONU Mujeres, Mboumien, fundadora de Acción Común para el Desarrollo
de Género, realiza una gira por su país sensibilizando sobre este tema.
La Campaña Naranja contribuye a promover los 16 días de activismo
contra la violencia de género, desde el 25 de noviembre, Día
Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, hasta
el 10 de este mes, Día de los Derechos Humanos.
El planchado de senos está realmente arraigado en muchas culturas
locales, lo que la convierte en una costumbre difícil de erradicar.
Dignidad negada es violencia
A miles de kilómetros de donde está Mboumien, la defensora de los
derechos de las niñas en el estado indio de Rajasthan, Bharti Singh
Chauhan, también participa en la Campaña Naranja, en el marco de la cual
se propone ver un filme.
En ese estado, casi 40 por ciento de las niñas se casan antes de los
18 años, lo que las aleja de la educación, en especial a las de las
comunidades más marginadas. En ese contexto, ver una película es
simbólico y, de hecho, un avance.
Su organización, Praveenlatha Sansthan, empodera a más de 100
adolescentes para que luchen contra el matrimonio infantil y el
analfabetismo.
Las adolescentes procedentes de las familias más marginadas sufren
distintos tipos de violencia como matrimonio infantil, abuso físico y
psicológico, lo que repercute en su educación, pues abandonan la escuela
de forma voluntaria o porque sus padres dejan de mandarlas.
La organización de Chauhan ayuda a las niñas a regresar a la escuela
para que no caigan en el círculo de analfabetismo, pobreza, abuso y
matrimonio precoz.
En ese contexto, ir al cine es todo menos trivial. De hecho, se sienten libres por un día.
“Las ayuda a salir de las cuatro paredes de donde viven, a olvidarse
de sus dificultades cotidianas y a aprender algo de la película, en
especial porque elegimos alguna que tengan un fuerte contenido social”,
explicó.
“Por último, estar sentadas en una sala con otras personas, las ayuda
a sentirse como debe ser: que no son menos que nadie y que tienen los
mismos derechos que cualquiera”, añadió Chauhan.
En esta ocasión, vieron “Secret Superstar” (Estrella Secreta), un
filme indio sobre una adolescente de familia musulmana que lucha por ser
una estrella de rock, y como su padre se lo prohíbe, decide revelarse
subiendo vídeos a YouTube.
“Queremos que las adolescentes crean en ellas mismas y en que pueden tener un sueño y alcanzarlo”, añadió.
Un mal común global
En todas partes del mundo las mujeres sufren acoso sexual y
violación, golpes, violaciones de sus derechos humanos, pasando por la
negación de sus derechos de salud, privacidad y libertad para elegir una
pareja hasta el derecho a decir que no a los embarazados no deseados.
En el marco de los 16 días de la Campaña Naranja, muchas activistas y
mujeres de a pie toman las calles para reclamar el fin de la violencia
de género.
“El 3 de diciembre es el Día Internacional de las Personas con
Discapacidad y aprovecharé esta oportunidad para hablar sobre ‘no dejar a
nadie atrás’ y sobre la necesidad de garantizar una educación segura
para todos”, recordó Celine Osukwu, quien aboga por los derechos de los
discapacitados en la ciudad nigeriana de Abuya.
La maestra canadiense de Toronto, Tamarack Verall, de 68 años,
también está entusiasmada de participar en la campaña, en el marco de la
cual se reunirá con indígenas para trabajar sobre su derecho a un mundo
libre de violencia.
La oficial de comunicaciones de ONU Mujeres, Nanette Braun,
coincidió: “Los 16 días se dan en un contexto de indignación mundial por
la violencia y el acoso sexual. Es hora de actuar y poner fin a la
violencia contra las mujeres”, subrayó.
Educación, no condena
Activistas como Mboumian y Chauhan consideran que hay que aprovechar
esta oportunidad para abogar por el fin de la violencia en todas sus
formas.
“Para poner fin al ciclo de violencia, también hay que escolarizar a
las niñas y darles la libertad que necesitan para alcanzar sus metas y
que tengan la dignidad que se merecen para llevar una vida feliz”,
subrayó Chauhan, quien recibió un premio de la Presidencia de India por
su trabajo.
Por su parte Mboumien explicó que las campañas sociales de los países
occidentales suelen ignorar las coyunturas locales y los contextos
culturales de algunas prácticas violentas.
La violencia debe entenderse en el contexto local y los hombres deben
involucrarse. La gente debe entender que la campaña no trata de matar
tradiciones, sino de salvarlas para que no se vuelvan un instrumento
desestabilizador de toda la sociedad.
Con el lema “No nos condenen, edúquennos”, Mboumien trata de difundir
la idea de que la violencia de género no solo perjudica a un género,
sino que debilita el tejido social e impide su avance.
“No creo en condenas. Condenar a una comunidad o a un grupo de
personas por una práctica cultural no es la forma correcta de deshacerse
de ella. Lo que necesitamos es que la gente comprenda por qué es mala,
qué daños causa y buscar su colaboración para poner fin a una práctica
dañina”, explicó.
Traducido por Verónica Firme
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