Pedro Echeverría V.
1. En vez de tanto santiguarse y festejarse, de protagonismo y quejas, me gustaría ver a la mujer y a los hombres juntos en la calle armando broncas contra el capitalismo, la explotación y la miseria. No me agradan las mujeres esposas y amigas de los altos políticos que han aprovechado la oportunidad para clavarse en cargos de gobierno. ¿Quién puede olvidar a Marta Sahagún, a la Gaviota, a la Rosario, a la Margarita, que tanto han desprestigiado a las mujeres? Aunque falten 100 años para que el capitalismo afloje frente las batallas en las calles, la mujer –menos el hombre- debe echar a la basura toda la ideología burguesa, principalmente dirigida a ella.
2. En el día de la mujer, yo solamente veo seres humanos explotados y oprimidos que deben luchar juntos. La diferencia sexual entre mujer y hombre es mínima e intrascendente en un mundo donde el 95 por ciento de la humanidad es sometida desde hace milenios por pequeños núcleos de hombres, pero también de mujeres. Las batallas por la autonomía de las mujeres son válidas, pero es como “gastar pólvora en infiernitos”, es decir, sólo es desgastante en un sistema socioeconómico que viene desde el esclavismo anterior a la Roma Clásica de menos 3000. No es un problema de mujeres sino una lucha de clases abierta y brutal.
3. Antes de conocer el marxismo mantuve la ideología tradicional burguesa de que las mujeres deberían ser las subordinadas del hombre; con el marxismo a los 19 años, entendí que hombres y mujeres deberían tener los mismos derechos y obligaciones, es decir, que eran iguales y que, para ello las mujeres tendrían que luchar en un largo periodo contra opresión capitalista en la que los hombres eran dominantes. Sin embargo lo que hoy veo es que la lucha social práctica, de masas, es casi inexistente y que el oportunismo político ha seguido al protagonismo. Es mucho más fácil para las mujeres conseguir un cargo de gobierno que comprometerse en la lucha social.
4. En tanto el dominio de los hombres lleva más de 10 mil años, la participación de la mujer luchando contra la opresión lleva apenas un siglo. Mil un cosas tendrán que cambiar para que la mujer sea libre. En primer lugar y de manera determinante es la ideología: el sistema de propiedad de la familia, los hijos, el hogar, la pareja. Yo no fui hippie, no pertenecí a alguna comuna porque ya pertenecía a la familia tradicional impuesta por la burguesía, pero me hubiese encantado vivir esa experiencia. Muchos de mis amigos y amigas muy queridos, vivieron la experiencia en 1962-68 en comunas y fueron mucho más libres, relajados y, por encima de todo, muy solidarios.
5. Los hippies de una comuna ingresaron a nuestra organización política del espartaquismo en 1972 y le dieron un sacudón a nuestra “vejez” haciendo ágil a nuestras publicaciones y nuestros discursos. Yo trabajaba con una célula de ferrocarrileros y acudía a los talleres de Pantaco del Valle de México, en Tlalnepantla y me enseñaron a no ser sectario muy exigente de disciplina y “gozar la vida”. Pienso que esos maravillosos hippies libertarios me pusieron en el camino del marxismo libertario y luego del anarquismo. No los podré olvidar porque una (María) es gran directora de cine y otro (León) es un gran cantante internacional de música contra el capitalsmo.
6. Hace muchos años leí los libros de Cooper (La muerte de la familia, La gramática del vivir), de Laing, (El cuestionamiento de la familia), a Basaglia; desde entonces comencé a pensar que la familia impuesta por la ideología burguesa, compuesta de padres. hijos, hogar, como propiedad, era una especie de tumba de la mujer, pero también de todos. ¿Por qué adorar la propiedad de los hijos, la pareja, el hogar, cuando se puede vivir colectivamente en comunas donde nada es propiedad de nadie y todo es responsabilidad de todos? No recuerdo en donde leí acerca del llamado “comunismo primitivo” de hace 10 mil años donde la propiedad no existía.
7. En 8 de marzo de cada año no es salir religiosamente a autofestejar el día de la liberación femenina sino una oportunidad de sumar a más trabajadores a una causa común: la lucha anticapitalista. El día que juntos (mujeres y hombres, homosexuales y todos) logremos ese objetivo, de manera automática –en esas décadas de luchar juntos- lograremos la igualdad. Al contrario, mientras sigan existiendo las clases sociales y la terrible desigualdad social, las luchitas pequeñas y aisladas seguirán siendo un entretenimiento y un desvío hacia los profundos objetivos. Yo sigo queriendo por igual a mujeres y hombres, pero sólo a los que luchan y se confrontan. (8/III/19)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario