Mujeres: participación laboral
Igualdad de género=desarrollo
La creciente participación
de la mujer en el mercado laboral contribuye decididamente al
crecimiento de un país y fomenta la independencia económica de las
trabajadoras, aunque éstas se topan con menores salarios y prácticas que
nada aportan para trascender del discurso de la equidad de género a los
hechos.
En el caso mexicano, unas 22 millones de mujeres (alrededor de 40 por
ciento de la población económicamente activa) participan, o intentan
hacerlo, en el mercado laboral, sea éste formal o informal, pero se
enfrentan a limitaciones de todo tipo.
En este contexto, la Cepal –de cuyo análisis se toman los siguientes
pasajes– advierte que la persistente división sexual del trabajo explica
que la tasa de actividad económica de las mujeres en América Latina se
haya estancado en torno a 50 por ciento. De aquellas que logran
insertarse en el mercado laboral, la mitad está en empleos de baja
productividad y únicamente 18.6 por ciento de éstas se encuentran
afiliadas o cotizando en un sistema de seguridad social. Estos empleos
se caracterizan, además, por su inestabilidad y precariedad salarial.
En un contexto de cambios demográficos relacionados con el
envejecimiento y la feminización de la población adulta mayor se
agudizan los desafíos que afrontan las mujeres para el logro de su
autonomía económica presente y futura.
Las mujeres constituyen la mayoría de la población adulta mayor, sin
embargo, salvo excepciones, están subrepresentadas entre quienes
perciben pensiones. La proporción de mujeres en edad legal de jubilación
que reciben algún tipo de pensión o jubilación es menor que la de
hombres. Si bien en la región se ha avanzado en su inclusión por medio
de pensiones no contributivas, éstas son las prestaciones de menor monto
y no permiten a las mujeres superar la situación de pobreza.
En general, los sistemas de pensiones en América Latina y el Caribe
reproducen y profundizan las desigualdades estructurales presentes en
otros ámbitos. En los países de la región, los sistemas de pensiones
están fuertemente asociados al tipo de vínculo que las personas
establecen con el mercado laboral, el cual se caracteriza, a su vez, por
altas tasas de informalidad, precariedad y por reproducir las
desigualdades de género.
Además de las brechas de género asociadas al mercado laboral en los
sistemas de pensiones, aún persisten formas directas de discriminación
vinculadas con normas que establecen un trato desigual hacia las
mujeres.
El acceso de las mujeres a los actuales sistemas de pensiones no se
funda en la titularidad de derechos de ciudadanía o en las
contribuciones que realizan al desarrollo de los países. Así,
paradójicamente, aquellas mujeres que se dedican exclusivamente al
trabajo de cuidados no remunerado quedan excluidas de los sistemas de
pensiones, pese a que realizan una contribución importante al bienestar
social de los países. Otra manifestación indirecta de los sesgos de
género en los sistemas de pensiones se evidencia al analizar la
exclusión de las trabajadoras domésticas de los regímenes generales de
protección social.
Lograr que la dimensión de género esté presente de forma integral en
el diseño de las reformas de los sistemas de pensiones constituye un
desafío en la región. La inclusión de las mujeres en los sistemas de
pensiones es indispensable para hacer frente a la nueva estructura de
edades de la población, a la demanda y necesidad de autonomía económica y
al ejercicio de sus derechos. También es un requisito para la
sostenibilidad de los propios sistemas y para alcanzar la igualdad.
En síntesis, sin igualdad de género, el desarrollo sostenible no es desarrollo ni es sostenible.
Las rebanadas del pastel
Quién sabe en qué andaba el duende de la imprenta, pero
el encabezado del México SA de ayer amaneció totalmente distinto: el
original decía
atracan con ex paraestatalesy se publicó
Cepal: en 2019 más de lo mismo(cabeza de la columna publicada el 18 de octubre de 2018).
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