Según todas las
encuestas del dominio público es muy alto el porcentaje de aprobación de
los actos de gobierno del presidente López Obrador y del propio jefe
del Poder Ejecutivo. Una aprobación que en general se acerca al 90 por
ciento. Algunos sondeos, ciertamente, no alcanzan esa cifra máxima, pero
están muy próximos a ella. Y en ningún caso bajan del 70 por ciento.
De modo que de cada 10 mexicanos, entre 7 y 9 aprueban los actos del
nuevo gobierno. Se trata indudablemente de un fenómeno social inédito en
la historia de México. Y máxime si se toma en cuenta que se trata de un
porcentaje de aprobación logrado en medio y a contrapelo de una enorme
campaña de descalificaciones y ataques contra el presidente y su
gobierno por cuenta del conservadurismo mexicano.
Una campaña
que bien podría calificarse de guerra sucia, de propaganda negra, de
terrorismo informativo y hasta de sabotaje económico. Una campaña que
reedita los modos y los propósitos de la tristemente célebre cruzada
antiobradorista que se expresó en la frase “López Obrador es un peligro
para México”.
En el ámbito de la economía ahora se habla, por
ejemplo y sin ninguna base objetiva, de un inminente colapso de
Petróleos Mexicanos. De la imposibilidad de recuperación financiera de
la paraestatal. De una política oficial de nuevos gasolinazos. De
peligros de nuevas etapas de desabasto de combustibles. De un presente y
un futuro de caída en la producción de estos estratégicos bienes.
A este terrorismo informativo lo proveen de abundantes municiones las
empresas financieras, la calificadoras, los bancos privados nacionales y
extranjeros y la industria de la especulación financiera y monetaria.
Y por lo que toca a la esfera política se habla calumniosamente de un
regreso al viejo autoritarismo pripanista. De un nuevo tlatoani, de una
renovada dictadura unipersonal, de un presidente iluso, demagogo y
mesiánico.
Nada de esto ha servido para disminuir o detener
la aprobación popular a López Obrador. Más bien ha ocurrido lo
contrario. Cada ataque infundado, cada calumnia, cada pronóstico
catastrofista redunda en el incremento de la aprobación popular del
nuevo gobierno.
Y es que la testaruda realidad es más
poderosa que los infundios. Existe una atmósfera social de satisfacción
con lo hecho y de esperanza en nuevos y más importantes logros.
Es claro que mientras López Obrador continúe por la ruta de gobernar
para el pueblo, de gobernar para todos y no sólo para la plutocracia, la
enorme aprobación popular al nuevo gobierno tenderá a mantenerse y
consolidarse.
Blog del autor: www.economiaypoliticahoy. wordpress.com
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