Feminismo & Lucha social
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Las Huelgas feministas a escena. |
El 8 de marzo siempre ha sido una fecha señalada. En el Estado
español, desde 1978, año tras año, las calles se han teñido del morado
feminista. La convocatoria de huelga de 2018 mostró un potente feminismo
transversal, en el que millones de mujeres de todo el mundo se
sintieron convocadas para expresar su hartazgo e indignación por las muy
diversas formas en que el machismo y el patriarcado se expresan en sus
vidas.
Las huelgas feministas, que se iniciaron en 2016 con el
llamado del movimiento feminista argentino, al que se fue sumando el de
muchos otros países, son el testimonio del nuevo momento de la
interpelación feminista que se venía fraguando en la última década.
Varios
elementos pueden ayudar a una lectura de este recorrido. Uno de ellos
es el análisis feminista de la complejidad y profundidad de la crisis y
su impacto en las vidas y cuerpos de las mujeres. Supone hablar de la
profundización de la división sexual del trabajo, de la privatización
del trabajo de cuidados en el marco de las familias, con el consiguiente
aumento de la carga de trabajo para las mujeres y el deterioro de las
condiciones laborales de quienes los realizan (desde las mujeres en los
hogares, las trabajadoras de hogar a las de los servicios sociales).
Producto todo ello de la inhibición del Estado y de los hombres de esta
responsabilidad.
Este análisis trata de establecer la
interrelación de la producción y la reproducción social como parte del
mismo proceso económico, y abre alternativas para politizar la
reproducción y poner sobre la mesa la centralidad de los cuidados, con
el consiguiente cambio de paradigma económico.
En definitiva se
trata de aterrizar la articulación entre el patriarcado y el capitalismo
racializado en el contexto neoliberal. Algunos de sus efectos son la
profundización de las desigualdades, el enfrentamiento a cualquier
proyecto colectivo como el que representa el feminismo porque impugna el
sistema, la mercantilización de todos los aspectos y espacios de la
vida. También supone el reforzamiento del Estado autoritario, que
necesita mayor violencia institucional para imponer la salida a su
propia crisis, que en esa lógica establece como respuesta a las
violencias machistas la vía punitivista y el refuerzo de la lógica
“securitaria” frente a la inseguridad que el propio sistema genera, y
requiere cada vez más de la disciplina y moralización desde la
sexualidad y los cuerpos de las mujeres, volviendo a establecer la
distinción entre las buenas y malas mujeres, de la vida y de la propia
sociedad.
Las mujeres en el cruce de relaciones de poder
Otro
elemento que explica el actual transitar del feminismo es el proceso
por el que se va armando el mapa de los conflictos que atraviesan la
vida de las mujeres. Esto supone entrar de lleno en el debate sobre el
sentido de la diversidad. Dar voz a la diversidad de las mujeres no se
inscribe en la lógica de adaptación al mercado en su búsqueda de nuevos
nichos de negocio, ni en constituirse en nuevas sujetas de consumo como
busca el neoliberalismo, en hacer del feminismo una moda. Se trata de
articular una propuesta inclusiva de cambio de las condiciones del 99%
de las mujeres, y explica la profundidad social de la contestación
feminista, su amplitud y transversalidad.
La interseccionalidad
suena a palabro y sin embargo es una herramienta teórica muy útil para
entender la dimensión política transformadora de la diversidad de las
mujeres. La interseccionalidad señala la relación entre los diversos
modos de opresión, patriarcal, capitalista, colonial, las estructuras
sociales en que se apoya y las relaciones de desigualdad y poder que
generan, a lo que el ecofeminismo añade su relación con los procesos de
explotación de los recursos y el medio ambiente.
Es lo que permite
hablar de un feminismo anticapitalista y antirracista que no entiende
la diversidad como una suma de identidades particulares, ni como una
excusa para establecer jerarquías de opresiones, sino que intenta
comprender cómo operan esas jerarquías sociales sobre las condiciones
materiales de vida y la subjetividad de las mujeres. La situación de las
temporeras de la fresa de Huelva, atravesadas por su condición de
mujeres, trabajadoras, “migrantes” y marroquíes, víctimas de la
explotación, la violencia sexual y el racismo, es un claro ejemplo.
Esta
perspectiva amplia da forma explícita al sujeto del feminismo y
articula una agenda política atravesada por el reconocimiento de esta
diversidad y del reconocimiento de la agencia de las mujeres, de su
capacidad para tomar la palabra y expresar. Lo contrario supone mantener
una situación de privilegio en el establecimiento de las necesidades,
las reivindicaciones y la agenda feminista. Y como señala Chandra
Mohanty, “situarse en el privilegio es lo que alimenta la incapacidad de
ver a las que no lo comparten”; contra ese riesgo nos alertan las
mujeres que el sistema excluye y criminaliza, las que sufren las nuevas
formas de explotación, las trabajadoras del sexo que están organizadas,
las mujeres racializadas, las mujeres que deciden ponerse el hiyab o las
mujeres trans.
La diversidad y la perspectiva interseccional es
lo que está dando un significado global al feminismo, el impacto social
de la movilización y de la propuesta feminista.
El nuevo internacionalismo feminista
Un
último elemento que explica esta nueva ola feminista es el nuevo
internacionalismo. Conectadas por redes y encuentros, la política del
contagio ha ampliado sus horizontes desde los feminismos locales.
Traduce en clave feminista la relación que el capital establece entre el
Norte y el Sur global. Son las cadenas globales de los cuidados por las
que se transfieren los cuidados de las mujeres del Sur a sus familias, a
las mujeres del Norte y las suyas. Son los efectos de las empresas
extractivistas del Norte global para apropiarse de recursos y tierras en
países como los centroamericanos, donde asesinan a defensoras de las
tierras y de los derechos humanos, a feministas, o las expulsan de sus
territorios y las obligan a migrar; como sucede con las mujeres que
huyen de las guerras que provocan la lucha por apropiarse de esos
recursos. Son las violencias que traspasan fronteras en la trata con
fines de explotación sexual, mujeres que pueden acabar encerradas en un
CIE sin que el Estado les ofrezca ninguna protección. Y son quienes
sufren la violencia institucional que representa la negación de asilo a
las mujeres que salen de sus países por ser trans o lesbianas.
El
internacionalismo, tejido sobre prácticas feministas transnacionales,
pone en relación estas situaciones y las salidas a las mismas, sin caer
en las continuas trampas que desde el poder transnacional tratan de
justificar, en nombre de la defensa de los derechos de las mujeres,
políticas militaristas, invasiones a países, políticas antiinmigración e
islamófobas.
Hoy inicia también los esfuerzos para articular las
resistencias feministas a una extrema derecha que se presenta como
solución a la crisis del propio sistema general, tratando de imponer una
salida ultraliberal y ultrapatriarcal con los terribles efectos
conocidos para las mujeres. Por eso los intentos de descalificar y
deslegitimar el feminismo y su resistencia al proyecto capitalista
patriarcal estarán a la orden del día.
El feminismo está
articulando luchas desde las reivindicaciones más concretas, poniendo
sobre la mesa una propuesta global, y proponiendo un nuevo sentido común
que impugna al que rige la lógica capitalista y neoliberal.
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