En entrevista, el escritor lanza: Emiliano nos dice que traicionamos de nuevo al sector agrícola y lo pagaremos caro
La Jornada,
la SEP y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se suman con un
libro a la conmemoración del Caudillo del Sur por el centenario de su
asesinato
La Jornada, la Secretaría de Educación Pública
(SEP) y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla se suman a la
conmemoración por el centenario del asesinato de Emiliano Zapata con la
edición del libro Zapata. Documentos. Arte. Gráfica, que reúne una vasta recopilación de la iconografia alusiva al Caudillo del Sur.
Esa obra incluye el texto ‘‘Zapata, de corrido’’, en el que el
escritor Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966) narra la vida del jefe
rebelde, entrelazando corridos zapatistas que se estaban perdiendo y que
gracias al trabajo del antropólogo y etnomusicólogo Carlos Barreto
Mark, recientemente fallecido, ahora acompañan la ruta de esta nueva
revisión de uno de los personajes esenciales para México.
En entrevista con este diario, Palou, autor de la mejor novela
histórica dedicada a Zapata –como lo afirmaba Carlos Fuentes–, considera
que en el país, al hablar del revolucionario, se debe considerar que
existe una tarea pendiente: ‘‘la más urgente, repensar al campo”.
▲ ‘‘Hoy Zapata tiene otro sentido. Su vigencia es absoluta y hay que revisarlo con miras a un nuevo contrato social, particularmente con el campo mexicano, tan destruido por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y por la reforma del artículo 27 constitucional que hizo Carlos Salinas’’, postula Pedro Ángel Palou (Puebla, 1966).
Añade que ‘‘una política que revitalice al campo, que lo tecnifique y
le devuelva la fuerza al ejido (y la esperanza productiva) sería la
única manera, en la actualidad, de homenajear a Emiliano Zapata”.
Palou comenzó a trabajar textos sobre el líder de los ejércitos del
sur en 2004; varias líneas de acción le llamaban, por ejemplo ‘‘el texto
sobre Jaramillo de Carlos Fuentes en Tiempo Mexicano y las
‘sagradas escrituras’ del zapatismo a las que hace referencia. La
biografía de Gildardo Magaña, su último lugarteniente. El guion de
Steinbeck para ¡Viva Zapata!, de Elia Kazan.
‘‘Después fatigué toda la bibliografía, la nuestra y la escrita por
extranjeros, particularmente los historiadores estadunidenses. Sin
embargo, a pesar de la enorme bibliografía sobre el Caudillo del Sur
todavía tenemos, si no secretos, sí muchos aspectos qué dilucidar”,
refiere.
Carlos Fuentes tenía planeado escribir su novela Emiliano en Chinameca, pero desistió luego de conocer el Zapata
que Palou publicó en 2005, libro que ‘‘está dedicado a él y a Silvia
Lemus, como homenaje. Fuentes leyó mi manuscrito y luego lo elogió mucho
en su libro La gran novela latinoamericana”.
El revolucionario tenía conciencia social
Luego del asesinato de Emiliano Zapata, y al transcurrir los años,
‘‘el zapatismo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional fue una
primera reverberación de su pensamiento. Marcos entendió la
gestualidad de Emiliano y la emuló con brillantez. Incluso le puso
Aguascalientes al lugar de las asambleas comunitarias, en referencia a
la Convención”, continúa Pedro Ángel Palou.
‘‘Hoy, en cambio, Zapata tie-ne otro sentido. Su vigencia es absoluta
y hay que revisarlo con mi-ras a un nuevo contrato social,
particularmente con el campo mexicano, tan destruido por el NAFTA
(siglas en inglés del Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y
por la reforma del artículo 27 constitucional que hizo Carlos Salinas.
‘‘¿Qué nos dice Zapata? Palabras más, palabras menos: que
traicionamos de nuevo al campo. Y que lo pagaremos caro. La ruptura de
las relaciones antropológicas naturales de las comunidades rurales por
culpa de las maquiladoras y la pobreza han ocasionado la migración
masiva y la libre circulación territorial del narco, y esas son, en buena medida, nuestros peores lastres en 2019”.
Respecto de la transformación de Zapata en icono pop, el autor
sostiene que ‘‘el capitalismo suele volver mercancía todo, incluso los
sueños. A Emiliano lo hemos convertido en camiseta, como al Che. El problema es que así lo hemos despolitizado, deshistorizado. Es como en la película Diarios de motocicleta, donde el Che
queda sólo como un liberal que despierta a la conciencia social por
visitar una colonia de leprosos. Lo mismo con Zapata, lo hemos dibujado
como si fuera sólo una ‘fuerza’, y un ‘natural’, un campesino que se
levanta en armas casi porque sí.
‘‘Zapata tenía una conciencia social que le venía de su propia
experiencia, es cierto; pero también de muchas lecturas, de participar
en el Club Ponciano Arriaga, de leer a los anarquistas con Otilio
Montaño. Zapata no era un improvisado. Hasta Neruda cayó en la trampa
cuando dijo que el zapatismo era una ‘tormenta de herraduras’.
‘‘Equiparar al zapatismo con la naturaleza puede ser poéticamente
redituable pero le elimina de tajo la conciencia política. Su lucha,
como está claro en el Plan de Ayala, es muy pensada. Firmar diciendo
‘justicia y ley’, en nuestro país, no es pleonasmo. Zapata nunca dijo la
tierra es de quien la trabaja. La tierra es de quien legítimamente la
posee, de sus dueños históricos, los indígenas de Morelos según las
ordenanzas reales que eran esas ‘sagradas escrituras’ en náhuatl de las
que hablaba Fuentes.”
–Los corridos que recupera en el texto, ¿son vigentes, se continúan escuchando en tierra morelense?
–El corrido zapatista se estaba perdiendo, como también el
instrumento melancólico con el que se le toca, el bajoquinto. El gran
antropólogo y etnomusicólogo Carlos Barreto Mark, recientemente
fallecido, trabajó incansablemente por recuperar los corridos, por hacer
que grupos de jóvenes volvieran a tocar las canciones, por trabajar con
lauderos en el arreglo de instrumentos. Gracias a él, el corrido es una
fuerza vital –concluye Palou.
El libro Zapata. Documentos. Arte. Gráfica será presentado mañana a las 19 horas en la Librería de La Jornada
(avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, cerca de la
estación Zapata del Metro, alcaldía de Benito Juárez). Participarán
Hermann Bellinghausen y Luciano Concheiro.
Foto Indira García
Mónica Mateos-Vega
Periódico La Jornada
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