22 años del Asesinato de Ana Orantes
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Dos décadas después de la muerte de Ana Orantes mucho se ha avanzado en el conocimiento y percepción de esta violencia, pero persisten estereotipos que impiden acabar con el drama. Las organizaciones han sido clave en los avances. |
Ana
Orantes habló alto y claro el 4 de diciembre de 1997 ante las cámaras
de televisión. Sin embargo, su voz no fue escuchada hasta trece días más
tarde, cuando su exmarido la asesinó.
Durante media hora de entrevista en el programa De tarde en tarde
de Canal Sur, esta mujer desgranó con voz firme, digna y tranquila las
espeluznantes atrocidades que su marido le había infligido durante 40
años y que aún sufría.
Vestida
con traje de chaqueta, pulcramente peinada y con el porte bien erguido,
Ana Orantes rompió su silencio y el de miles de mujeres que día tras
día vivían la violencia en la intimidad de sus casas.
"No ha habido muerte más anunciada", comenta Nuria Varela, periodista,
escritora y directora del gabinete del Ministerio de Igualdad en la
primera legislatura de Zapatero. "Ella dice con claridad no saber si
llegará a ver la Navidad".
No
llegó. El 17 de diciembre, trece días después de su intervención en
televisión, José Parejo acabó con su vida de la forma más cruel que se
puede imaginar. La golpeo y la torturó hasta el desfallecimiento.
Entonces la ató a una silla en el patio de su casa, la roció con
gasolina y la quemó en vida. Entonces sí se la escuchó.
Ahora, 20 años después de ese tremendo crimen, una de sus hijas, Raquel, que la acompañó a la televisión, explica en una emotiva carta
a su madre que las cosas no han cambiado tanto como deberían. "Las
víctimas siguen siendo las mismas" y la ley "no ha conseguido todo lo
que debería".
No
existen datos oficiales con los que comparar. Entonces, hace dos
décadas, no existían registros fiables sobre las muertes que causaba
esta violencia. Según una noticia publicada por el periódico El Mundo el día después del crimen, Ana Orantes era la asesinada número 59 de ese año. Sin embargo, una investigación realizada por el Defensor del Pueblo en 1998, un año después de su muerte, cifraba las asesinadas en cerca de 90.
Desde 1997 miles de mujeres murieron a manos de sus maridos o parejas.
Es
difícil saber con exactitud cuántas, pero desde que en 2003 se
comenzaran a recopilar datos oficiales, esta cifra ha ido disminuyendo
con desesperante lentitud y manteniendo una media de 65 asesinadas al
año.
Un antes y un después en la violencia machista
"El caso de Ana Orantes
marca un antes y un después en la percepción social de la violencia
machista", explica Miguel Lorente, exdelegado del Gobierno de violencia
de género. “Hasta entonces nadie se había atrevido a hablar tan
claramente sobre este tema, porque se entendía que [quien lo hacía] era
una mala mujer o una mala madre".
Para
Lorente hubo tres factores fundamentales por los que este caso se
convirtió en un referente: que ella hubiese salido públicamente a
hablar, que el homicidio fuera tan brutal y que los medios de
comunicación se pararon a mirar, se acercaron a las asociaciones de
mujeres y a expertos para entender, “y esto lo cambió todo. Transformó
una situación puntual en una realidad social”.
Para
la socióloga Marina Subirats, directora del Instituto de la Mujer hasta
el 1996 (justo antes del asesinato de Orantes), este caso fue un
catalizador, por lo terrible y lo público. "Las organizaciones de
mujeres llevábamos una década trabajando para dar visibilidad al drama
de los malos tratos y la violencia contra las mujeres. Pero el tema era
silenciado, era un tabú. Mientras estuve al frente del Instituto de la
Mujer tenía la sensación de estar en una guerra. Cada año recibíamos de
la Policía informes de la muerte de más de 50 mujeres, pero los medios
no daban ninguna noticia".
Unos
años antes, afirma Subirats, el caso de Ana Orantes habría pasado
desapercibido, “pero para entonces, ya existía un caldo de cultivo y el
hecho de su declaración y su asesinato terrible desbordó el río”.
"Orantes fue el detonante, la chispa. Lo habitual era que los maltratos
ocurrieran de puertas para adentro y no se contaban porque estaba
normalizado y porque el sistema funcionaba para que fueran las mujeres
las que se avergonzasen de los malos tratos, no el maltratador”, añade
Varela, que en 2012 escribió un pequeño libro sobre el caso,
coincidiendo con los 15 años de su muerte.
Fue tan cruel su asesinato, comenta Varela, que por primera vez los
medios se sintieron aludidos. Hasta entonces las informaciones de estos
casos entraban en las páginas de sucesos. Pero este había ocurrido
prácticamente delante de las cámaras y conmocionó a la sociedad. “Si se
escuchasen las historias que tienen que contar las mujeres víctimas de
violencia de género, cada una de ellas, el relato sería insoportable.
Como lo fue escuchar el de Ana Orantes.
Ninguna
sociedad podría permanecer indiferente. Pero tal como ocurrió entonces y
sigue ocurriendo ahora, a las mujeres no se las escucha y peor aún, no
se las cree”, añade Varela.
Ana Orantes había denunciado en más de una ocasión. De hecho había
solicitado el divorcio.
Un
juez se lo denegó porque se conmovió con las lágrimas de Parejo. Si un
hombre es capaz de llorar de esta manera, comentó el juez, es que la
quiere.
Más tarde lo intentó de nuevo. En esta ocasión el juez sí le concedió el
divorcio, pero la obligó a compartir la casa con su maltratador. Ella
en el piso de arriba. Él en el de abajo.
Volviendo a romper el silencio
En los últimos 20 años
se ha avanzado mucho en la lucha contra la violencia de género. “De
hecho desde aquel día se comenzó a trabajar y a aprobar leyes y aún no
se ha parado”, afirma Varela.
Sin embargo, uno de los principales avances, según todas las fuentes
consultadas, además del cambio de enfoque con el que la sociedad mira la
violencia machista, es el empuje del movimiento asociacionista de las
mujeres en los últimos años.
“Hemos
pasado de reunir a 400 mujeres en las marchas del 8 de marzo a colapsar
la Gran Vía madrileña”, comenta Bárbara Tardón, doctora en estudios
interdisciplinares de género. "Y ha sido este movimiento el que ha
tomado las riendas ante la falta de voluntad política de los gobernantes
para avanzar en la aplicación de las leyes e, incluso, para luchar
contra el retroceso de los derechos”, añade.
Entre
ellos menciona el intento del Partido Popular de acabar con la ley del
aborto, propuesta por el entonces ministro de Justicia Alberto Ruiz
Gallardón, las leyes regresivas -como la de negar la atención sanitaria a
las mujeres en situación administrativa irregular- o la crisis
económica, que ha servido de excusa para recortar ayudas y financiación a
la lucha contra la violencia machista.
“Estamos
viviendo un momento importante que resumiría como una segunda ola de
movilizaciones contra el silencio, que comienza con el Tren de la
Libertad que derrocó a Gallardón y a su reforma de la ley del aborto
pero que ha seguido con la Plataforma del 7N Contra las Violencias
Machistas.
Todas
las movilizaciones son potentísimas y ponen sobre la mesa un hartazgo
de los índices insoportables de violencia de género”, afirma Varela, que
cita también las movilizaciones sociales por el caso Juana Rivas y por
el juicio a La Manada.
“Si la sociedad civil no estuviera observando la implementación de las
leyes o las nuevas formas más sutiles que adopta el machismo, no
estaríamos avanzando, sino todo lo contrario”, añade Tardón. “Estamos
viendo cómo se está produciendo un cambio generacional en las
movilizaciones.
Las
chicas más jóvenes están liderando iniciativas que antes eran
impensables, y se están poniendo sobre la mesa temas que llevan décadas
aparcados, como la violencia sexual, que lleva 30 esperando mientras
luchábamos contra la violencia en el ámbito de la pareja. Casos como el
de La Manada han supuesto un punto de inflexión”, concluye Tardón.
Video-resumen declaración de Ana Orantes en Canal Sur el 4
Diciembre del 1997 cuando acudió a contar que su marido la había
maltratado durante 20 años. 15 días después, el 19 Diciembre de 1997, su
marido la asesinó rociandola de gasolina y quemandola viva.
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