Ya en vacaciones, la UNAM enfrenta el reto de resolver el paro
indefinido que mantienen en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) “Mujeres
organizadas” desde el 4 de noviembre. Iniciado en protesta por la persistencia
de la violencia de género en la universidad y la ineficacia del proceso para
resolver los casos denunciados, el paro se mantiene con exigencias específicas
a las que las autoridades no han respondido como esperaban las estudiantes ni
con la seriedad que cabría en una institución que desde hace tiempo enfrenta, y
promete resolver, un grave problema de violencia machista.
En efecto, el recurso al paro como medio de protesta no es nuevo. En
octubre y noviembre, varias entidades de la UNAM hicieron paros en protesta por
violencias que van desde el acoso hasta la violación y por la falta de
respuesta eficaz a las denuncias. La
mayoría de las escuelas retomaron sus actividades ante respuestas
institucionales que se orientan a mejorar la atención a las denuncias, ampliar
la cobertura de las unidades de género, y capacitar en violencia de género a la
planta académica.
En contraste, “Mujeres organizadas” de la FFyL mantienen un paro
indefinido para exigir respuesta clara a diez demandas. Para entender la
situación, recordemos que ahí las denuncias de acoso y abuso sexual datan de
varios años. Ya antes del #MeToo hubo paros y quejas por la ineficacia del
protocolo para atender la violencia de género, expresadas en reuniones de
evaluación de éste.
El paro actual busca respuestas a la demanda general de atención eficaz
a la violencia, la inclusión de la perspectiva de género en los planes de
estudio, la capacitación del personal docente en ésta, y reformas a la
legislación universitaria. Incluye además la exigencia de destituir a un
directivo acusado de acoso en el #MeToo, una disculpa del director de la facultad
por la destrucción de un mural pintado por las estudiantes, y por la
negligencia de las autoridades hacia la familia de Mariela Vanessa, estudiante
desaparecida desde 2018. Ésta y otras demandas podrían resolverse con un
acuerdo basado en voluntad política clara.
La respuesta pública de la UNAM en un boletín del 9 de diciembre, es
positiva pero resulta insuficiente para las estudiantes porque no incluye un
calendario claro de las acciones que se llevarán a cabo. Resulta paradójico que
una institución privada como el ITAM responda a su estudiantado con un
calendario de acciones y reuniones y la UNAM no lo haga. Si el rector se comprometió
a enfrentar el problema, ¿por qué no se toma en serio este conflicto? ¿No es
obvia la desconfianza de las estudiantes por su mala experiencia previa? La respuesta del director de la Facultad
tampoco convence a las estudiantes, por vaga y ambigua, dicen. Si reconoce los
errores cometidos, ¿por qué no apuesta por un diálogo claro? ¿Tan difícil es
una disculpa pública?
La situación se ha complicado por la reciente campaña de desprestigio
hacia “Mujeres organizadas”, asociándolas con los “okupas” del auditorio Che
Guevara, tomado desde 1999 – foco rojo que nadie ha tenido el valor de evacuar.
Este intento de descalificación tampoco es nuevo. Ya en noviembre se confundió
en medios la marcha pacífica de estudiantes contra la violencia en CU con la
irrupción destructiva de “porros”, otro problema añejo que la UNAM no resuelve.
Las estudiantes ya han sido hostigadas en estos días. Si continúa el
paro, corren enorme riesgo. Poner guardias en la Facultad, como ofrecen
las autoridades, no basta. No es exagerado pensar que individuos o
grupos estén dispuestos a aprovechar las aguas turbias y la distracción
navideña de la opinión pública para escalar el conflicto. ¿No es hora
de que el propio rector Graue busque un diálogo directo para
destrabarlo? De continuar el paro, el riesgo para las estudiantes y la
UNAM puede ser muy alto.
19/LMP/LGL
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