Feminicidios & fracking
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La provincia donde se ubica la explotación petrolífera lidera el índice de feminicidios de toda Argentina. |
Foto: Pozos de petróleo no convencionales de YPF en Añelo. // Emiliano Ortiz
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Más
al sur de las planicies de una pampa inconclusa, en la ribera del río
Neuquén, en Argentina, se encuentra la segunda reserva de gas no
convencional y la tercera de petróleo del mundo. Durante la primera
década de este siglo, comenzaron las exploraciones de este tipo de
recursos no convencionales bajo el suelo, a cientos o a veces miles de
metros.
Por
eso las extensiones empezaron a perforarse a través del fracking o
fractura hidráulica, que ha sido señalada por varios colectivos sociales
e investigadores como extremadamente agresiva para el medioambiente: la
tierra, el agua, los cultivos y los territorios. Pero también para la
salud.
Numerosos
estudios señalan sus efectos nocivos: cáncer, asma y defectos de
nacimiento.
El fracking entró fuerte en Argentina y lo que sucedió es que hubo
pérdidas masivas de sectores que se dedicaban a la producción de frutas y
verduras, las poblaciones crecieron intensamente en el boom de Vaca
Muerta por la anunciada “promesa” de beneficios y suculentas ganancias
para los trabajadores del petróleo.
Miles
de familias emigraron desde varios puntos de Argentina para encontrar
un empleo en el megaproyecto hidrocarburífero. Las localidades, que
antes eran tan sólo pueblos perdidos en el mapa, fueron haciéndose
populosas y esta situación tuvo importantes efectos en los habitantes de
la zona, especialmente en los cuerpos feminizados.
Las presencias
Ayelén
es el seudónimo de una mujer que tiene miedo de perder su trabajo y
prefirió preservar el anonimato. Es mapuche y trabaja de limpiadora en
Añelo, uno de los pueblos más cercanos a los pozos de extracción. Para
ella el fracking trajo todo un paisaje de presencias intermitentes que
en ocasiones se mueven con impunidad porque no permanecen en la ciudad.
“La mayoría de la población que trabaja en el fracking son hombres que
van y vienen. Tenemos que convivir con piropos y acosos, personas que
vienen de paso y pueden cometer delitos y luego irse.
El
fracking trae toda esta cara oscura para el género femenino, sobre todo
a la hora de laburar porque está totalmente expuesta a que le pudiera
pasar cualquiera de estas situaciones”, afirma.
Según datos del censo de 2010,
Añelo
tenía una 2.000 personas; en 2017 aumentó en 4.000 más y se estima que
más de 20.000 personas transitan diariamente por la población. Para ella
es una de las consecuencias que trae el megaproyecto de Vaca Muerta,
además de la contaminación, el crecimiento desmedido de la ciudad, la
precariedad de los servicios públicos y el encarecimiento sin control
del coste de la vida.
En
Allen, otras de las poblaciones cercanas a Vaca Muerta, una de las
vecinas nos cuenta los malestares y los ruidos constantes que tienen día
y noche. “En nuestro barrio, antes lo único que había era un camión que
transportaba fruta de vez en cuando, ahora el ruido de las grandes
maquinarias y el movimiento de camionetas pesadas, que trabajan las 24
horas del día, cambió mucho nuestra vida”.
Entrevistamos
a uno de los colectivos feministas de la zona: La Revuelta. Rut, una de
sus integrantes, nos contó cómo fueron pensando la “nueva conformación
político y social” que se dio a partir del desarrollo de Vaca Muerta.
Uno de los elementos que señala es que las ciudades se han transformado
muy rápido y esto ha traído una serie de mobiliario urbano que ha tenido
consecuencias simbólicas para los habitantes de la zona y especialmente
para las mujeres. “Si miramos el paisaje geopolíticamente construido,
la ciudad se ha ido modificando de manera vertiginosa, con la presencia
por ejemplo de las camionetas del petróleo.
Lo
que representan socialmente las camionetas es una masculinidad que
también exige constantemente ciertos modos de feminidad”, afirman desde
La Revuelta.
Unido a este paisaje, lo que resaltan desde el colectivo es que el
desarrollo del proyecto extractivo también modificó las construcciones
de masculinidad y feminidad.
“El desarrollo de Vaca Muerta vuelve a poner en escena una masculinidad
hegemónica exacerbada.
Hay
una presencia y una adoración a esa masculinidad que presume y se
constituye como la masculinidad proveedora, perforadora. Y claro, esa
masculinidad, esa presencia, también arma tipos de relaciones y
determinadas exigencias”, continúa Rut. Además, esta exacerbación de la
masculinidad también trae consigo mayor disciplinamiento y control hacia
la comunidad LGTBIQ+. Según Rut, “los modos de control se exacerban a
partir de estas presencias con estas características de masculinidad
hegemónica”.
Los impactos
Gran
parte de la población cercana a Vaca Muerta vivía sobre todo de los
árboles frutales y de las cosechas. Eran familias que tenían huertas y
cultivaban sus tierras tanto para el autoconsumo como para la
comercialización. Cuando las empresas extractivas empezaron a
instalarse, muchas de las familias no pudieron seguir con la actividad y
otras aún siguen intentándolo.
Normalmente son las mujeres las que se echan a la espalda el trabajo del
campo. Belén Álvaro, socióloga y docente de la Universidad de Comahue,
lleva tiempo investigando las consecuencias que tuvo el fracking para la
vida de estas mujeres campesinas.
La
mayor parte de estas trabajadoras rurales vive en barrios con carencias
y cercanos a la explotación. En la mayoría de los casos la familia no
tiene la tenencia de la tierra.
Belén y su equipo, a través de una investigación basada en testimonios,
entrevistas y un acompañamiento por años, concluyeron que estas mujeres
tuvieron importantes transformaciones en la vida cotidiana: en el modo
de trabajar, en la forma de circular por la ciudad, en el acceso a los
espacios, y también la calidad de los recursos básicos como el agua, la
tierra o el aire.
Todo
ello trajo afecciones de distinto tipo en el cuerpo de las mujeres,
subieron los diagnósticos en las afecciones en la piel, disfunciones en
el aparato digestivo y respiratorio y aumento de los problemas
neurológicos.
Roxana
vive en el barrio más cercano a los pozos de extracción a las afueras
de la localidad de Allen. Trabaja y vive de la tierra, tiene seis hijos y
tres nietos. Hace seis años, cuando llegaron las plantas petroleras
empezaron a sentir problemas en la salud. “Éramos 15 familias y con el
pasar del tiempo se fueron yendo porque se fueron enfermando. El olor
nauseabundo, olor a azufre, humo, pérdidas de gas todo el tiempo.
Ardores en la garganta, en la nariz y en la boca, problemas
respiratorios, enfermedades del estómago, una de mis hijas llegó a tener
pancreatitis supuestamente por la contaminación del agua”, cuenta a
este medio Roxana.
La
producción en las “chacras” de frutas y hortalizas también se vio
perjudicada; algunos vecinos se fueron y otros vendieron su tierra.
“Antes nuestro barrio vivía de la producción de frutas. Hoy es un
desierto, muchas las han abandonado y otras se han vendido para los
pozos de petróleo y gas”, añade. Según la investigadora Belén Álvaro, al
ser más difícil producir y al aumentar las enfermedades y las molestias
en los cuerpos de las mujeres y de las personas a su cargo, se han
intensificado los trabajos de cuidado y esto a su vez ha hecho que
empeore la soberanía alimentaria de la familia.
“La
intensificación de los trabajos de cuidado les lleva a abandonar otras
tareas para destinar mucho más tiempo al cuidado de los cuerpos y a la
recuperación de las enfermedades. Aquellos intentos que se realizan en
las huertas y con los animales son fallidos, sobre todo, por la calidad
del agua, esto hace que no puedan sostenerse en el tiempo”.
Esta intensificación de los tiempos de cuidado hace que las mujeres
vuelvan a quedar relegadas en el espacio doméstico.
“El
fracking hizo disminuir la potencia de sí, la disposición de sí de
estas mujeres porque intensifica los trabajos de cuidado, las mujeres
han sido reducidas de vuelta al ámbito doméstico, estas tareas de
cuidados son feminizadas, invisibilizadas y privatizadas en los
hogares.” explica Belén.
Según
la investigadora la irrupción del fracking en Vaca Muerta “es sexista y
profundiza las relaciones patriarcales” al excluir a las mujeres de la
posibilidad de decidir y debatir qué van a hacer en los territorios.
“Las deja en lugares de estrategias defensivas para hacer posible la
vida con las mínimas posibilidades, porque las condiciones de existencia
son cada vez más difíciles.
La
violencia sexista se apropia de los recursos naturales que se
encuentran bajo el suelo y también expropia la capacidad de producir lo
común que se da en entramados comunitarios: la soberanía alimentaria, la
participación política en la vida comunitaria, los lazos sociales, las
tramas de solidaridad, todo eso es expropiado por una lógica que arrasa
con los territorios y con la potencialidad de lo que hay para producir
en ellos en términos de comunidad”.
Las violencias
Carolina
Espinosa forma parte de la agrupación nacional MuMalá. En 2015
empezaron a desarrollar un Observatorio de feminicidios. Lo que
advierten es que en 2018 la provincia de Neuquén, donde se encuentra
Vaca Muerta, lideró el ranking de feminicidios de toda Argentina. Ese
año, fueron asesinadas 28 mujeres en toda la provincia. De los 23 casos
que pudieron obtener datos, la mitad fueron en las ciudades petroleras o
cercanas a la explotación. En dos de los casos la mujer era trabajadora
sexual.
En
el Observatorio encuentran una vinculación entre el aumento de las
violencias machistas y los feminicidios con la explotación de Vaca
Muerta y piden que la provincia declare la emergencia de género y que
esto se traduzca en mayores presupuestos para la protección, sobre todo,
de las mujeres del interior, las localidades más cercanas a Vaca
Muerta, donde dicen que hay más vulnerabilidad.
Otro escenario que siguen con preocupación estas agrupaciones es la
posibilidad de redes de trata “blanda”, que operan en el territorio de
Vaca Muerta.
Paula
Ovadilla, historiadora y docente, investigó sobre la tercera actividad
más lucrativa del mundo y lo que encontró fue que la mayoría de
trabajadoras sexuales que lo hacen para otros, habitan en las zonas
limítrofes al megaproyecto, son de Centroamérica y sobre todo de
República Dominicana. Según ella, normalmente las mujeres migran por una
promesa laboral y, cuando llegan al lugar, se dan cuenta de que han
sido engañadas. “Normalmente buscan mujeres migrantes que provengan de
otros países.
Estando
acá les cuesta empezar de cero, no conocen a nadie, no tienen familia,
se encuentran en una situación de clara vulnerabilidad y desprotección”
explica Paula. Según ella y algunas organizaciones feministas
consultadas, existirían vinculaciones entre el megaproyecto y las redes
de trata.
La
concentración y el tránsito de hombres, la repatriarcalización del
territorio, sumas de dinero que vienen y van, los negocios millonarios,
la falta de recursos y laxas normativas de control hacia las grandes
empresas que operan en Vaca Muerta parecen aumentar la desprotección y
la vulnerabilización de las mujeres y disidencias sexuales.
Esto
podría estar provocando el aumento de las violencias machistas, las
agresiones y las redes de explotación sexual que se dan por el
continente y que parecen indicar a Vaca Muerta como uno de sus lugares
favoritos de Sudamérica.
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