11/30/2009


ALEPH

Carolina Escobar Sarti

¿Educación para el “amor”?


Cuando el amor se usa como pretexto para adormecer y manipular conciencias, tendría que darnos vergüenza formar parte de la especie humana. Cuando la palabra amor esconde su propia carga de violencia y odio, deberíamos de inscribirla en el ámbito de lo perverso. Cuando levantamos dioses a nuestra imagen y semejanza, y en su nombre usamos la palabra amor, ejercemos pornografía.

Entiendo bien que en tiempos de globalización, cuando pareciera que ya no hay seguridades de ningún tipo en un mundo que cambia a extrema velocidad, la gente busque en cualquier templo las respuestas a tanta incertidumbre. Que alguien nos diga qué hacer y cómo hacerlo se traduce en seguridad para muchos, en sentido de pertenencia e identidad colectiva.

Por eso, parto de un respeto profundo a las búsquedas de cada quien y a la fe que profesan. Lo que me atrevo a cuestionar es la manipulación que se hace desde la retórica y la usura institucionalizada de la fe.
La “Ley de Planificación Familiar” ha provocado interesantes reacciones en una sociedad que aún se rige por principios muy conservadores. Una de ellas es la de la Pastoral Educativa de la Conferencia Episcopal de Guatemala, que decidió apelar la norma y presentar al Ministerio de Educación dos tomos del “Manual de Educación para el Amor”, las guías para maestros y padres de familia y material audiovisual.

Todo, para que sean tomados en cuenta en la elaboración de los textos que educarán sobre salud reproductiva y sexual, según ordena el reglamento de dicha Ley. Los jerarcas de la Iglesia insisten en que son los padres quienes tienen el derecho a dar esta educación a sus hijos e hijas, pero desde su celibato y castidad insisten en “orientarlos”.
Busqué el amor en el material entregado y no lo encontré, no apareció por ninguna parte. Por el contrario, me dieron ganas de que fuera revisado a fondo por una persona estudiosa de la psiquiatría y que una niña les contara a sus autores que en lo que va de este año se han embarazado 25 mil mujeres adolescentes en el país, que casi siempre estos embarazos tempranos derivan de violaciones de los hombres cercanos a ellas y que el 20 por ciento de la niñez que nace en la región es de madres menores de 19 años.

Este “amoroso” texto se reduce a la genitalidad. Quizás el celibato convierte el sexo en obsesión y el placer toma connotación de pecado. El manual habla de la masturbación femenina y masculina como una desviación, moralmente grave; el pene no se frota, sino se usa sólo para hacer pipí y engendrar hijos.

La pornografía y la obsesión por información sexual pueden conducir a toda clase de anomalías sexuales. ¿Y el sexo? Sólo para la reproducción dentro del matrimonio; las relaciones sexuales en el noviazgo constituyen un desorden grave.
Además, el amor no es un sentimiento porque las decisiones de voluntad no dependen de los sentimientos. ¿Y los métodos anticonceptivos? Son una ofensa a la dignidad.

¿Más de esta propuesta “amatoria”? Las uniones de hecho y los matrimonios a prueba están desaprobados; la pureza, la castidad y la virginidad son valores sublimes; y una persona que, por amor a Dios, renuncie al uso del sexo y viva en el celibato es admirable (Convendría aquí hablar de pedofilia, pederastia e Iglesia). ¿La homosexualidad?

Una anomalía sexual que se practica cada vez con más descaro y se debe a veces a causas fisiológicas, pero la mayoría son caracteres psíquicos viciados. Hasta se sugiere en el manual el momento propicio para explicarle a un hijo qué es un “marica”, delito grave que las leyes castigan.

Que me digan dónde está el amor en todo esto. Jamás dejaría en manos como esas la formación de un ser humano que quiere amar con responsabilidad, sin miedo, sin culpa y en libertad.

Por cierto, esto lo escribo en el marco del Día Internacional de la No Violencia contra las Mujeres. Supongo que no es casualidad.

cescobarsarti@gmail.com

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