MÉXICO, D.F., 5 de febrero (apro).- “Momentito los dos: ¡Usted se espera!... ¡y usted también!, lo peor que podemos hacer es pelearnos entre gobierno y partidos", dijo Felipe Calderón a un grupo de personas que discutían en Chalco. Ahí, un ciudadano reclamaba a un funcionario la falta de atención de las autoridades ante la contingencia generada por las lluvias.
Ese fue el punto de partida para que Calderón pidiera distinguir entre los que es la “República” y lo es que es “de los partidos”.
Francisco Rojas, el líder de los priistas en la Cámara de Diputados aprovechó para enviarle un mensaje al Ejecutivo Federal y le pidió distinguir más bien entre los que es ser “Presidente de la República” y “presidente de partido”.
Inmersos, partidos políticos y el propio gobierno federal, en un año eminentemente electoral, donde prácticamente se renovarán las autoridades de la mitad del país, ambos personajes aprovecharon para ver en un acontecimiento social la disputa por el poder.
Los dos pedían hacer una distinción. Y en el fondo, los dos, Calderón y Rojas con todo y su partido, el PRI, se han dedicado a politizar cualquier acontecimiento grave en el país, como la masacre de 15 jóvenes de Ciudad Juárez o las lluvias que azotaron el centro del país en los últimos tres días y que dejaron miles de damnificados.
En el primero de los casos, tanto el PRI como el PAN se enfrascaron en una discusión sobre quiénes son los culpables y quiénes los responsables. Repartieron culpas sobre quiénes deben velar por la seguridad de una localidad, pero poco hicieron por establecer qué hacer para acabar o, por lo menos, mitigar la inseguridad que se vive en varias regiones del país, donde se entremezclan delitos del fuero común con los del federal.
En la Cámara de Diputados, el PAN centró su atención en el gobernador de Chihuahua, el priista José Reyes Baeza; en voz del chihuahuense Javier Corral, acusaron que el mandatario estatal no ha frenado la corrupción policíaca que existe, incluso sostuvieron que había un contubernio con el crimen organizado desde las propias campañas electorales, lo que a la postre generaría un impedimento para atacarlos desde el poder.
Del lado del PRI, se defendieron y culparon entonces al gobierno federal; criticaron la falta de resultados de los operativos contra el crimen organizado.
Los dos, PRI y PAN, se olvidaron de los afectados. Ninguno de los dos partidos habló de cómo atenuar la indignación o atención a los familiares de las víctimas y, mucho menos, han ofrecido estrategias claras. En suma, el tema se volvió un asunto de poder y de culpas ajenas.
Lo mismo hicieron los legisladores del PRD y del PAN en la Cámara de Diputados respecto al tema de las lluvias y las inundaciones en varias delegaciones del Distrito Federal.
Como el PRD gobierna el Distrito Federal, quienes salieron al quite fueron los legisladores perredistas para repartir culpas. Por ejemplo, el diputado perredista Agustín Guerrero se refirió al rechazo de los panistas a aprobar un presupuesto de 2 mil millones de pesos para protección civil en la capital del país.
Otros más hablaron de la falta de trabajo conjunto y de apoyo del director de la Comisión Nacional del Agua, el panista José Luis Luege tamargo.
Para los perredistas, las inundaciones fueron producto de la falta de recursos.
Los panistas, por su parte, reclamaron al Gobierno del Distrito Federal la carencia de obras para evitar inundaciones.
Unos y otros se repartieron las culpas.
Ambos casos --la masacre de Ciudad Juárez y las inundaciones con sus respectivos damnificados en la Ciudad de México--, fueron utilizados finalmente de manera política.
Cuando sería más fácil que uno y otro lado admitieran sus responsabilidades y se dedicaran a resolver, de una vez por todas, los problemas de inseguridad; aminorar o acabar con la presencia del crimen organizado o a realizar obras en sus comunidades, no para colocarse medallas electorales, sino para atender los verdaderos flagelos que viven los mexicanos.
Pero de aquí a julio e incluso el mes de octubre, fechas en que se realizarán las elecciones, todas las desgracias que ocurran en el país serán utilizadas por el gobierno federal, por el PRI, el PAN, el PRD y el PT para culparse mutuamente, para darle continuidad a sus pleitos que, curiosamente, sólo en tiempos electorales toman fuerza porque cuando se trata de defender a la ciudadanía de verdad haciendo leyes o presupuestos que le beneficien a la gente, no lo hacen.
Para muestra basta recordar el día en que Felipe Calderón tomó protesta como presidente de la República en la Cámara de Diputados; en aquella ocasión, sin el apoyo del PRI, Calderón no hubiera llegado a la posición que hoy está. Sin embargo, ante la cercanía de las elecciones el amasiato se rompe y ahora los priistas hasta le llaman “ilegítimo”.
Es un asunto de conveniencias mutuas, y aquí quien sale perdiendo es la gente; y el dolor e indignación de la gente, los electores, es lo que menos parece importarles al PRI, al PAN, al PRD, al gobierno federal, a Calderón…
En suma, enfrentamientos verbales, repartición de culpas y reclamos, será lo que leeremos en los próximos meses, sobre todo, nuevos engaños de parte de los líderes políticos, quienes parecen no entender que la gente hace tiempo dejó de creer en ellos.
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