Columba Vértiz de la Fuente
UADALAJARA, JAL., 29 de marzo (Proceso).- Multipremiada por su película Las buenas hierbas en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara, la directora se suma, con su experiencia y con su denuncia, a las voces que en estas páginas se han expresado recientemente sobre el infierno de la distribución para el cine mexicano a raíz de la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá.
La cineasta María Novaro muestra su profunda preocupación y enojo porque no existe “una exhibición decente” de las películas mexicanas en el país.
Su nuevo largometraje, Las buenas hierbas, el más premiado en la 25 edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara, aún no cuenta con una fecha para ser proyectado en las salas comerciales mexicanas y ni siquiera tiene distribuidor.
Aunque obtuvo por su filme los Mayahuel por mejor guión (ella misma lo escribió), mejor actriz (Úrsula Pruneda) y mejor fotografía (Gerardo Barroso), los premios del Público Cinecolor, el Mezcal y el Fipresci, el reconocimiento HBO-Cinemax y la recomendación para su selección en los Golden Globe Awards 2011, no cree que ayuden a la cinta para su salida en salas comerciales.
Al contrario, en entrevista denuncia en voz alta que “no existe un mercado para el cine nacional en México y nos toman el pelo desde hace 15 años al decirnos que nuestras cintas se pueden proyectar”.
Confiesa que vive “con mucho dolor” el problema de la exhibición de la cinematografía mexicana:
“No me he cansado, todas las veces que he tenido voz, de protestar por lo que se pactó en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), porque provocó la concentración de la exhibición del cine en esos monopolios que resulta que son el nuevo tipo de censura y los que deciden qué cine mexicano puede ver el público nacional y en qué pequeño ratito nos lo permiten, generalmente no pasa de un fin de semana, aunque digan que son dos semanas.
“A mí me tocó vivir con Lola (1989) y Danzón (1991) otra época del cine mexicano. Aunque los cines estaban dados a la desgracia, la gente iba masivamente a ver nuestros filmes y conocían lo que estábamos haciendo. Te conectabas con un México real.
“Ahora hay que diseñar las historias para una pequeña clase media alta, la única que puede acudir a esos cines carísimos, pagar un boleto de estacionamiento y anexas. Ese público es una porción mínima, pero mínima, de la sociedad mexicana, y no es la única persona a la que yo le quiero hablar con mis largometrajes.”
Su malestar se acentúa:
“Se legisló para favorecer monopolios trasnacionales sin proteger como expresión cultural al cine mexicano. Alemania, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, España, Francia, Inglaterra e Italia, en fin, cuentan con leyes de protección a su cultura, y México, tan entreguista que se ha vuelto, nos dejó desprotegidos.
“Proteger un cine nacional es una palabra prohibida. Y la palabra subsidio está borrada de la agenda de todos los políticos, cuando Argentina, Brasil, Francia, en fin, subsidian su cine. Nosotros no, porque somos el traspatio de los otros.”
Se engalla:
“Se debe pelear por nuestra expresión cultural, dejar que nos dejen hacer el cine y que nos lo dejen mostrar en pantalla en nuestro país.”
Asegura que, en el trasfondo, “es un tipo de censura”:
“Los exhibidores deciden lo que no quieren que veamos. Es un derecho de expresión que se está violando permanentemente, así lo veo de drástico.”
El mundo femenino
Cinco años de su vida ha dedicado Novaro a Las buenas hierbas, en la que actúan Ofelia Medina, Ana Ofelia Murguía, Alberto Estrella y el niño Cosmo González Muñoz. Y, como en sus anteriores filmes, de nuevo está ahí el tema femenino:
Dalia vive con su pequeño hijo Cosmo. Trabaja en una estación de radio alternativa y recibe ayuda económica de su padre. Pero su vida cambia cuando enfrenta la enfermedad de un Alzheimer prematuro que le diagnostican a su mamá, una bióloga etnobotánica que labora en el Jardín Botánico de la UNAM.
Son varios tópicos los que contiene la cinta, además del Alzheimer: la eutanasia, la herbolaria, un homenaje a María Sabina, la relación madre e hija, en fin, la vida y la muerte, y la situación de México.
Novaro cuenta que le pareció lógico que su proyecto surgiera en esta etapa de su vida, “en mi madurez”:
“El asunto primigenio es una historia con mi propia madre, que murió de Alzheimer. Eso lo viví hace más de 30 años. Por supuesto Las buenas hierbas es una historia ficcionada en la que intervinieron otros factores. Sentía muchas ganas de hacer un comentario sobre la vida que sólo tiene significado ante la muerte, y tal vez eso lo hacemos las personas que ya hemos vivido mucho tiempo (nació el 11 de septiembre de 1951).
“Me fascina explorar el alma femenina y las relaciones entre las mujeres. El tema de la maternidad ha sido constante en mi trabajo, porque es una fuente para mí de inspiración muy grande. Me encanta el asunto de la herbolaria. Cultivo mi jardín apasionadamente y hasta me cuestiono no haber sido etnobotánica en lugar de cineasta. Lo bueno del cine es que puedo tener un ratito de etnobotánica en mis fantasías, y ubiqué la película en ese contexto.”
Además, hace algunos años se topó con un códice azteca de 1552, sobre herbolaria azteca, encargado por misioneros españoles, y lo adoró:
“Fue escrito y dibujado por un tlatelolca y un xochimilca. Era sobre las plantas que curan el alma humana. El concepto me encantó, ¿qué plantas curan el alma?, ¿cómo nos acompaña la naturaleza en nuestros procesos de vida?”
Al mismo tiempo, la cineasta se encontraba motivada para explorar una forma de producción diferente, “muy intimista, chica, modesta, en alta definición digital y con un bajo presupuesto”.
Vuelve entonces al tema de la difusión:
“Como ya lo dije, no existe un mercado para el cine en México, por lo que estamos obligados, por lo menos cierto sector de los que hacemos cine, a trabajar películas de bajo presupuesto, hechas con más dinamismo. Pienso seguir navegando con este esquema de producción con el que trabajé. Me encantó. Las buenas hierbas la filmé 70% en mi propia casa y con un presupuesto bajo, lo cual me garantizó libertades creativas. Fui muy libre a la hora de hacer el largometraje.”
También son productores Axolote Cine, compañía formada por Novaro en 2006, Foprocine-Imcine, el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) de la UNAM y el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC).
–¿Por qué incluir a María Sabina?
–Por mi veneración a esa mujer. El cineasta Nicolás Echeverría gentilmente me prestó imágenes de María Sabina de su documental. Las incorporamos digitalmente. Fue muy entretenido técnicamente y muy divertido poder manipular la imagen así.
“Quien se encargó de toda esa área fue Alejandro Valle, el autor de Historias de desencanto, y aprendí muchísimo con él. Me encantó la gama de posibilidades que se pueden tener trabajando en esos medios digitales.”
–¿No son muchos tópicos para una película?
–Como era bastante cabrón hablar de la vida justo de cara a la muerte o entender que la vida es parte de un ciclo que lamentablemente conlleva a la muerte, muchos de los subtemas o subtramas que hay en la historia fueron surgiendo de las relaciones humanas entre los personajes. Inevitablemente renecesitaban hablar de otras cosas. Pero la trama no es toda del Alzheimer, sino que es un pretexto para hablar de todo lo demás, pero creo que también soy bastante puntual sobre esta enfermedad tan dura.
–¿Por qué ese final tan hiriente?
–Creo que también es un asunto social. La eutanasia puede ser un acto de amor. Hay muchas opiniones al respecto. En Las buenas hierbas, la eutanasia es un acto de amor.
Novaro terminó el guión en 2006, y desde entonces a la fecha efectuó todo el proceso de producción.
“Sí, fue un buen rato invertido”, remata. l
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