María Teresa Priego
Paulette
La más absoluta indefensión. La vulnerabilidad y la dependencia física y emocional que viven los bebés y los niños en su relación con los adultos. Padres y/o figuras tutelares. Paulette. La fotografía de una niña pequeña con trencitas y su vestidito azul, recorrió las calles y las redes de apoyo en internet. Sus padres la buscaban. Miles de personas —dolidas y solidarias— comenzaron a buscarla con ellos. ¿Dónde está? ¿Un secuestro? La madre declaró que su hija necesitaba cuidados especiales. Paulette era especialmente frágil ante una situación de cautiverio. La madre fue entrevistada por Adriana Flores para Milenio TV. Sus gestos, sus palabras nos golpearon. “Desapego”, dijo después Sandra Yadeum, psiquiatra que trabaja en la investigación con la Procuraduría. Así se le llama al desamor. A la ausencia de empatía, de vínculo afectivo. “Desapego”. Podría ser un eufemismo en el contexto.
Esa frialdad con respecto a su hija, que al escucharla nos sumergía en una dolorosa extrañeza. La entrevista con el padre no fue muy distinta “No hubo suceso”, (no hubo irrupción violenta en su domicilio “como en las fantasías”). ¿No hubo “suceso”? Entre todas las palabras posibles: “Harry Potter”, dijo la madre, como si hablara una niña de cinco años ajena a la realidad y al maternaje, y cuyas referencias se limitan a “ingenuas” historias de magos. Ese infantilismo tan fuera de lugar y tan absurdamente a destiempo en los tonos y en los gestos. Despiadado.
Por angustiante y “reveladora” que esa frialdad pudiera parecernos, quedaba ¿queda a estas alturas? apelar al estado de shock en el que se encontraban ambos padres. La necesidad —tan humana— de negar la tragedia cuando irrumpe. ¿Acaso sabemos cómo reaccionaríamos ante un impacto tan insoportable? La información y la intuición señalaban (señalan) hacia el círculo más íntimo de la niña. Y sin embargo, si la sospecha latía fuerte y se expresaba, la esperanza también. “La van a encontrar”.
Según el procurador, la madre respondió a su hija mayor quien le preguntaba ¿por qué tenían que “callar”? “Porque si no nos van a echar la culpa de que nos la robamos o de que tú la sacaste para que se la roben´”. Un: la policía puede culparte a ti. Tú podrías haber deseado y provocado que se la robaran. ¿Y qué hace una niña de siete años con ese espanto decretado por su madre? ¿Una madre homicida? No lo sabemos aún. Sí una madre capaz de pronunciar palabras de una crueldad pasmosa.
Quien asesina a su madre es matricida. Es parricida quien asesina a su padre. Cuando un padre o una madre asesinan a un hijo se llama “infanticidio” o “filicidio”. Es infanticida también quien asesina a un niño que no es su hijo. Es el horror. Pero es un horror de contenidos distintos. Quien asesina a un hermano también es filicida, puesto que cometió un crimen dentro de los vínculos de la filiación. No encontré una palabra que nombre específicamente a una mujer o a un hombre que asesinan a su hija/o. El lenguaje expresa —a veces por omisión, como en este caso— nuestros inconcebibles. Aquello que aunque exista en la realidad, aunque la razón lo constate, nos parece, nos seguirá pareciendo siempre, emocionalmente insoportable.
La doctora Yadeum declaró que el trastorno de personalidad de la madre de Paulette podría haberla llevado a “violar la ley”, lo que no significa —puntualizó— que cada persona que padece un trastorno “viole la ley”. Su explicación me pareció muy importante: La indispensable especificidad del trabajo psiquiátrico responsable. Sin generalizaciones peligrosas, que de banalizarse, (“Los trastornados”) pudieran convertirse en agresión y/o rechazo hacia otras personas —que no dañarían a nadie— y que viven en el sufrimiento de trastornos psíquicos. Reitero: sin dañar a nadie.
Paulette fue encontrada sin vida junto a su cama. Una sombra oscura cayó sobre nosotros. Oscuridad urgida de palabras, de la necesidad de entender, una exigencia de que se le haga justicia. Un inmenso duelo por ella en toda su singularidad. Un duelo y una reflexión obligada por lo que su asesinato nos significa —también— como individuos y como sociedad: cada bebé, cada niño víctima de homicidio, de negligencia criminal, de abuso sexual. Explotación. Violencia. Cada niño que sufre, que está en riesgo, que es dañado en su integridad. Los que no sabemos y necesitarían tanto que supiéramos. Cuando aún es tiempo. ¿Quién los protege en su cotidianidad ante el dolor más profundo cuando sucede? La traición de los adultos tutelares. Cuando el espacio de lo “privado” se convierte en el espacio sin límites. Silencio. Ocultamiento. La “intimidad” como espacio de impunidad.
¿Dónde está Paulette? La pregunta que atravesó las redes emocionales. Como un espacio vacío entre los brazos. Nenita de ojos dulces. Una canción de cuna para ti. Te arrullan decenas de miles de voces. Una canción de cuna. La más amorosa. La más protectora. La más suave de todas. Para ti.
mariateresapriego@ hotmail.com
Escritora
Esa frialdad con respecto a su hija, que al escucharla nos sumergía en una dolorosa extrañeza. La entrevista con el padre no fue muy distinta “No hubo suceso”, (no hubo irrupción violenta en su domicilio “como en las fantasías”). ¿No hubo “suceso”? Entre todas las palabras posibles: “Harry Potter”, dijo la madre, como si hablara una niña de cinco años ajena a la realidad y al maternaje, y cuyas referencias se limitan a “ingenuas” historias de magos. Ese infantilismo tan fuera de lugar y tan absurdamente a destiempo en los tonos y en los gestos. Despiadado.
Por angustiante y “reveladora” que esa frialdad pudiera parecernos, quedaba ¿queda a estas alturas? apelar al estado de shock en el que se encontraban ambos padres. La necesidad —tan humana— de negar la tragedia cuando irrumpe. ¿Acaso sabemos cómo reaccionaríamos ante un impacto tan insoportable? La información y la intuición señalaban (señalan) hacia el círculo más íntimo de la niña. Y sin embargo, si la sospecha latía fuerte y se expresaba, la esperanza también. “La van a encontrar”.
Según el procurador, la madre respondió a su hija mayor quien le preguntaba ¿por qué tenían que “callar”? “Porque si no nos van a echar la culpa de que nos la robamos o de que tú la sacaste para que se la roben´”. Un: la policía puede culparte a ti. Tú podrías haber deseado y provocado que se la robaran. ¿Y qué hace una niña de siete años con ese espanto decretado por su madre? ¿Una madre homicida? No lo sabemos aún. Sí una madre capaz de pronunciar palabras de una crueldad pasmosa.
Quien asesina a su madre es matricida. Es parricida quien asesina a su padre. Cuando un padre o una madre asesinan a un hijo se llama “infanticidio” o “filicidio”. Es infanticida también quien asesina a un niño que no es su hijo. Es el horror. Pero es un horror de contenidos distintos. Quien asesina a un hermano también es filicida, puesto que cometió un crimen dentro de los vínculos de la filiación. No encontré una palabra que nombre específicamente a una mujer o a un hombre que asesinan a su hija/o. El lenguaje expresa —a veces por omisión, como en este caso— nuestros inconcebibles. Aquello que aunque exista en la realidad, aunque la razón lo constate, nos parece, nos seguirá pareciendo siempre, emocionalmente insoportable.
La doctora Yadeum declaró que el trastorno de personalidad de la madre de Paulette podría haberla llevado a “violar la ley”, lo que no significa —puntualizó— que cada persona que padece un trastorno “viole la ley”. Su explicación me pareció muy importante: La indispensable especificidad del trabajo psiquiátrico responsable. Sin generalizaciones peligrosas, que de banalizarse, (“Los trastornados”) pudieran convertirse en agresión y/o rechazo hacia otras personas —que no dañarían a nadie— y que viven en el sufrimiento de trastornos psíquicos. Reitero: sin dañar a nadie.
Paulette fue encontrada sin vida junto a su cama. Una sombra oscura cayó sobre nosotros. Oscuridad urgida de palabras, de la necesidad de entender, una exigencia de que se le haga justicia. Un inmenso duelo por ella en toda su singularidad. Un duelo y una reflexión obligada por lo que su asesinato nos significa —también— como individuos y como sociedad: cada bebé, cada niño víctima de homicidio, de negligencia criminal, de abuso sexual. Explotación. Violencia. Cada niño que sufre, que está en riesgo, que es dañado en su integridad. Los que no sabemos y necesitarían tanto que supiéramos. Cuando aún es tiempo. ¿Quién los protege en su cotidianidad ante el dolor más profundo cuando sucede? La traición de los adultos tutelares. Cuando el espacio de lo “privado” se convierte en el espacio sin límites. Silencio. Ocultamiento. La “intimidad” como espacio de impunidad.
¿Dónde está Paulette? La pregunta que atravesó las redes emocionales. Como un espacio vacío entre los brazos. Nenita de ojos dulces. Una canción de cuna para ti. Te arrullan decenas de miles de voces. Una canción de cuna. La más amorosa. La más protectora. La más suave de todas. Para ti.
mariateresapriego@ hotmail.com
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