Sara Sefchovich
Dice la revista inglesa The Economist, que en su película La ciudad de las mujeres, Federico Fellini llevó a los cinéfilos a conocer la peor pesadilla para un hombre latino, que enloquece cuando llega el feminismo: en una escena el héroe es arrastrado frente a un jurado de puras mujeres, que lo acusa por su masculinidad. La situación de Silvio Berlusconi, el líder político tan abiertamente machista, se está pareciendo bastante a la del libertino fellinesco.
En efecto, desde hace rato el primer ministro italiano está en la mira de los ciudadanos de su país por sus orgías y francachelas, sus actitudes que van desde darle cargos públicos a sus amigas y amantes hasta hacer que ellas y sus subordinados funcionen como proxenetas y le traigan jovencitas. De esto incluso la esposa lo denunció ante la opinión pública.
Pero hasta hoy, el asunto nunca había pasado del escándalo durante unos días, hasta que sucedió que una de esas chicas era menor de edad. Y además ladrona. Y cuando la agarraron, le pidió ayuda. Y él movió sus influencias para que la soltaran.
Fue entonces cuando una juez decidió aprovechar la circunstancia. Cristina Di Censo consiguió mandar al primer ministro a juicio por dos cargos: pagarle a una prostituta menor de edad y tratar de tapar este hecho usando su influencia.
La investigación de los hechos pasó a quedar a cargo de otra mujer Ilda Boccassini, una fiscal que desde hace rato está buscándole la cara al hombre del cabello injertado y pintado de negro. Ella fue clave en la recogida de pruebas para el caso. Se trata de una persona conocida por implacable, a quien no le ha temblado la mano para mandar a la cárcel a capos, y que ya había pedido en una ocasión prisión para el hoy implicado, por tratar de sobornar a los jueces en una acusación anterior. A esta señora la derecha italiana y la mafia la persiguen y la llaman por igual bolchevique que bestia negra de la fiscalía milanesa. Fue ella quien sostuvo que la evidencia era tan obvia que podían ahorrarse las audiencias previas al juicio.
Una coincidencia feliz hizo que para el juicio, que está previsto para tener su primera audiencia en abril, resultaran nombradas tres mujeres: Carmen D’ Elia, Giulia Turri y Orsola de Cristofaro. Las primeras dos ya han participado en otros procesos contra el así llamado caballero (sic).
La coincidencia es feliz porque es resultado del puro azar, ya que el proceso de selección es rotativo y automático. De hecho fue tan sorprendente, que un semanario católico lo calificó como “signo de justicia cósmica”: “Es imposible no pensar en la némesis. Tú, Berlusconi, que te has servido de las mujeres y en mal modo, ahora las propias mujeres harán justicia”.
Lo mejor de todo ha sido la reacción de las mujeres italianas: de todas las edades y colores políticos e ideológicos salieron por miles a las calles, para mostrar su indignación frente a estos hechos que rebajan y humillan a las mujeres y que además, son indignantes para el país en tanto que nación civilizada. Como dijo un funcionario: “Cae una mancha indeleble sobre el rostro de las instituciones, una hipoteca insoportable sobre la vida democrática”.
Por su parte, el acusado ha recurrido a su manera tradicional de actuar: en público se burla de quienes lo acusan diciendo que no está preocupado y que las mujeres que se manifiestan contra él son moralistas y se dejan manipular por la oposición. Pero el hecho de que se encierre por horas con sus abogados para planear estrategias de defensa, demuestra que sí está preocupado.
Ahora está buscando cómo ganar tiempo y también cómo hacerle para blindarse. Para ello ha resucitado una reforma que impide que se lleven a cabo procesos judiciales contra el primer ministro por el hecho de serlo y mientras lo sea. Esta ley ya fue votada, le falta ratificarse, lo cual tendrá que suceder dentro de unas dos semanas.
La lucha contra Berlusconi y contra el berlusconismo (porque hay demasiados como él en todas partes) apenas empieza. Somos muchas las que queremos que se cumpla aquel dicho según el cual “quien a mujeres hiere, de mujeres muere”.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
En efecto, desde hace rato el primer ministro italiano está en la mira de los ciudadanos de su país por sus orgías y francachelas, sus actitudes que van desde darle cargos públicos a sus amigas y amantes hasta hacer que ellas y sus subordinados funcionen como proxenetas y le traigan jovencitas. De esto incluso la esposa lo denunció ante la opinión pública.
Pero hasta hoy, el asunto nunca había pasado del escándalo durante unos días, hasta que sucedió que una de esas chicas era menor de edad. Y además ladrona. Y cuando la agarraron, le pidió ayuda. Y él movió sus influencias para que la soltaran.
Fue entonces cuando una juez decidió aprovechar la circunstancia. Cristina Di Censo consiguió mandar al primer ministro a juicio por dos cargos: pagarle a una prostituta menor de edad y tratar de tapar este hecho usando su influencia.
La investigación de los hechos pasó a quedar a cargo de otra mujer Ilda Boccassini, una fiscal que desde hace rato está buscándole la cara al hombre del cabello injertado y pintado de negro. Ella fue clave en la recogida de pruebas para el caso. Se trata de una persona conocida por implacable, a quien no le ha temblado la mano para mandar a la cárcel a capos, y que ya había pedido en una ocasión prisión para el hoy implicado, por tratar de sobornar a los jueces en una acusación anterior. A esta señora la derecha italiana y la mafia la persiguen y la llaman por igual bolchevique que bestia negra de la fiscalía milanesa. Fue ella quien sostuvo que la evidencia era tan obvia que podían ahorrarse las audiencias previas al juicio.
Una coincidencia feliz hizo que para el juicio, que está previsto para tener su primera audiencia en abril, resultaran nombradas tres mujeres: Carmen D’ Elia, Giulia Turri y Orsola de Cristofaro. Las primeras dos ya han participado en otros procesos contra el así llamado caballero (sic).
La coincidencia es feliz porque es resultado del puro azar, ya que el proceso de selección es rotativo y automático. De hecho fue tan sorprendente, que un semanario católico lo calificó como “signo de justicia cósmica”: “Es imposible no pensar en la némesis. Tú, Berlusconi, que te has servido de las mujeres y en mal modo, ahora las propias mujeres harán justicia”.
Lo mejor de todo ha sido la reacción de las mujeres italianas: de todas las edades y colores políticos e ideológicos salieron por miles a las calles, para mostrar su indignación frente a estos hechos que rebajan y humillan a las mujeres y que además, son indignantes para el país en tanto que nación civilizada. Como dijo un funcionario: “Cae una mancha indeleble sobre el rostro de las instituciones, una hipoteca insoportable sobre la vida democrática”.
Por su parte, el acusado ha recurrido a su manera tradicional de actuar: en público se burla de quienes lo acusan diciendo que no está preocupado y que las mujeres que se manifiestan contra él son moralistas y se dejan manipular por la oposición. Pero el hecho de que se encierre por horas con sus abogados para planear estrategias de defensa, demuestra que sí está preocupado.
Ahora está buscando cómo ganar tiempo y también cómo hacerle para blindarse. Para ello ha resucitado una reforma que impide que se lleven a cabo procesos judiciales contra el primer ministro por el hecho de serlo y mientras lo sea. Esta ley ya fue votada, le falta ratificarse, lo cual tendrá que suceder dentro de unas dos semanas.
La lucha contra Berlusconi y contra el berlusconismo (porque hay demasiados como él en todas partes) apenas empieza. Somos muchas las que queremos que se cumpla aquel dicho según el cual “quien a mujeres hiere, de mujeres muere”.
sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM
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