La tercera economía del planeta
El terremoto del 11 de marzo de 2011 ha sido el de mayor magnitud en Japón en los últimos 140 años. Se calcula que ha dejado miles de pérdidas humanas, miles de desaparecidos y miles de millones de dólares en pérdidas. La sociedad japonesa actual encierra mitos y realidades. En esta edición hacemos un bosquejo sobre algunas de sus contradicciones sociales.
Por: Teresa Sosa
El terremoto de Japón y el posterior tsunami nos enseña que ante la naturaleza hay que ser humildes. Nos enseña que cuando sacude es para todos: para los pobres de Haitì como para los japoneses y su sociedad del progreso con tecnología de punta. La tragedia humana de Japón es invaluable. El rostro de los japoneses y de las japonesas en los medios de comunicación y redes sociales demuestra el sufrimiento, la impotencia, la necesidad.
En esta tragedia, las autoridades japonesas han declarado que los ancianos han sido los más vulnerables. Entre las miles de víctimas están personas de la tercera edad que no lograron ponerse a salvo, y los que han sobrevivido, están en situación muy precaria. A los refugios los ancianos y las ancianas han llegado con severa hipotermia, después de haber pasado horas a la intemperie o en casas en las que no hay ni agua ni electricidad.
Los ancianos y ancianas que han logrado sobrevir a la tragedia están enfermando, porque no disponen de los tratamientos médicos para sus enfermedades crónicas, producto casi todas de la edad y las autoridades no están en condiciones de suministrárselas por la emergencia. A los problemas de salud hay que añadir el hecho de que muchos no tienen noticias de sus familiares o han sido apartados por éstos desde hace mucho tiempo y por lo tanto deben enfrentar la tragedia en soledad.
Terremoto, tsunami, explosión de plantas nucleares, es el ahora. Le vendrá después, al pueblo japonés, el tsunami financiero y social, en una sociedad que ya estaba en crisis económica. Para nosotros y nosotras, el resto del mundo: una tragedia que debe de prepararnos frente a nuestra verdadera vulnerabilidad.
Longevidad japonesa
El constante incremento en la longevidad en Japón refleja, desde el punto de vista médico, un buen sistema de atención a la salud que ha reducido la mortalidad por cáncer, enfermedades cardiacas y cerebrovasculares. También las autoridades sanitarias a menudo mencionan la dieta saludable de Japón y los altos niveles de vida, como contribuyentes a la longevidad.
Sin embargo, un creciente número de suicidios entre los ancianos ha venido afectando negativamente la longevidad masculina. El suicidio, el delito y el alcoholismo se han convertido en problemas mayores entre los ancianos a causa de los bajos ingresos y de ausencia de protección familar.
Porque no es completamente cierto todo lo que se dice sobre la bondad nipona. Un ejemplo, una mujer de más de cien años que figura hasta ahora como la más longeva de Japón, en realidad podría estar muerta: en los archivos municipales aparece como viva y habitando en una casa con su hija, pero la hija dijo recientemente que no la ve ni la llama por teléfono desde 1986.
A pesar de ser esta anciana reconocida públicamente como la mujer más longeva de Japón, nadie se había ocupado de comprobar si ella seguía viva. Las autoridades intentan encontrar ahora al hijo de la señora para comprobar si está viviendo con él. Estos hallazgos, que revelan la “cálida” forma de vida de las familias japonesas, ponen en duda la certeza de que los japoneses son los más longevos del mundo
Otro caso, sorprendente. En agosto de 2010 las autoridades japonesas comprobaron que el hombre supuestamente más viejo de Tokio llevaba más de 30 años muerto sobre su cama, pero ningún pariente había pasado a visitarlo durante ese tiempo para constatarlo.
En Japón, viven más de 40.000 personas con más de 100 años, según los registros oficiales, una cifra que ahora ha sido puesta en duda tras estos dos descubrimientos. En realidad pueden estar muertos sin que nadie lo sepa por falta de contacto con familias o amigos
Calidad de vida
Según los expertos, la larga vida de japoneses y japonesas tiene un secreto: su alimentación. La dieta nipona no pasa de las 2.300 calorías diarias para los hombres y 1.950 para las mujeres. Estos números hacen que la dieta japonesa se ajuste perfectamente al patrón ideal de composición: un 12% de proteínas, un 25% de grasas y un 63% de hidratos de carbono.
Esto, explica para numerosos especialistas, que la incidencia de las enfermedades cardiovasculares y de cáncer sea muy baja en Japón. Por otra parte, también se dice que los principios de la alimentación tradicional son la clave para que las mujeres japonesas logren estar delgadas, sin hacer dieta. Algunos expertos en genética sostienen que la longevidad presente en los genes japoneses tiene que ver con el mantenimiento de su cultura milenaria.
El gobierno japonés lleva 25 años consecutivos demostrando que sus mujeres tienen la mayor esperanza de vida que cualquier otra mujer del planeta. En 2009, las mujeres japonesas ampliaron su longevidad media a 86,44 años y los hombres japoneses pueden esperar vivir 79,59 años, una muestra bastante buena.
Si bien este aumento de la longevidad es una buena noticia para hombres y mujeres de mayor edad, el inconveniente es que Japón tiene una baja tasa de natalidad y una población en declive. Las estadísticas también indican, que se acrecienta la brecha existente en la esperanza de vida de la mujer y el hombre japones, porque ellas están viviendo más. Y una de las posibles grandes razones es el mayor número de suicidios, de los cuales en un 70% se trata de varones. Se suma a esto que el 54% de la población masculina es fumadora activa. De igual modo, el consumo de alcohol asoma como otro posible factor negativo.
Takao Suzuki, director general del Instituto Nacional de Gerontología y Geriátricos de Nagoya, cree que el porcentaje de alfabetización casi perfecto de Japón también tiene que ver: “La gente mayor de nuestro país recibe muchos consejos sobre salud y estilo de vida a través de los medios de comunicación”, dice.
Las mujeres japonesas
La vida social de las japonesas, en cuanto existe (más bien escasa en comparación con Occidente), apenas cuenta para la mujer casada. De acuerdo con añejos convencionalismos, su ideal es ser apoyo del marido, haciéndose cargo de las tareas del hogar y del cuidado y educación de los hijos, para que el hombre pueda dedicarse completamente a su trabajo sin que nada le distraiga de este cometido y de su tarea de procurar el sustento familiar.
Muchas mujeres japonesas definen, todavía hoy, su puesto en la sociedad y su cooperación al espectacular desarrollo económico de la nación, como la “fuerza oculta” o “entre bastidores”, que no se ve pero sin la cual la sociedad japonesa no podría funcionar. El vocablo japonés con que se designa a la esposa (okusan) significa precisamente la persona que está detrás, en el fondo, o dentro de la casa.
La filosofía confuciana junto con la larga experiencia feudal restringió la libertad de la mujer japonesa y la forzó a una completa subordinación al hombre. Las mujeres fueron gradualmente reducidas a un papel periférico y suplementario. Aunque la familia moderna japonesa se centra en la madre, quien lleva casi exclusivamente la administración del hogar, la posición de la mujer en la sociedad japonesa sigue teniendo carácter servil.
Es cierto que las mujeres japonesas han avanzado en muchos campos. Es notable sobre todo, el número de las que trabajan fuera del hogar para ser económicamente independientes. Cerca del 40% de la población activa en Japón está compuesta de mujeres. El número de familias con ingresos dobles excede al de hogares con amas de casa a tiempo completo. Pero a pesar de todo eso, la sociedad y muchas de sus instituciones apenas han cambiado para hacer frente a esta realidad.
Un informe reciente de la ONU señala que las mujeres japonesas ocupan el tercer lugar en el mundo en cuanto a ingresos y a nivel educativo, pero son sólo el número 27 en rango en lo que se refiere a puestos de responsabilidad en política o en la empresa. Las mujeres japonesas siguen sobrecargadas con la responsabilidad de los trabajos domésticos y la crianza de hijos e hijas, y en muchos terrenos persiste la idea de que las mujeres son ayudantes de los hombres.
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