Guillermo Fabela Quiñones *
Ante el fracaso de Los Pinos para imponer criterios informativos a los medios de comunicación, el duopolio televisivo emerge como el ministerio de información y propaganda capaz de poner en práctica el proyecto que tiene Felipe Calderón sobre el papel de los medios, en un contexto de franco deterioro de la vida pública nacional, no por la descomposición del tejido social, sino porque la oligarquía y la elite gobernante pretenden aumentar sus privilegios. Televisa y Televisión Azteca llegan al rescate del inquilino de la casa presidencial al demostrarse que carece de liderazgo para imponer normas a los medios, acordes con el imperativo de ocultar una realidad demostrativa de las dramáticas injusticias que prevalecen en el México neoliberal.
El pretexto para tratar de alinear a los medios de comunicación del país, y convertirlos en meros mensajeros del grupo en el poder, es coadyuvar con el gobierno federal en su lucha contra el crimen organizado. Sin embargo, en el fondo lo que se quiere es ocultar el fracaso de la estrategia de Calderón en su “guerra” contra el narcotráfico. Por supuesto, este inconmensurable apoyo tendrá un costo para Calderón, y en última instancia para el pueblo de México. El duopolio seguirá siendo hegemónico en la operación de los medios electrónicos, y Carlos Slim tendrá que seguir esperando mejores tiempos para convertirse en competidor de Emilio Azcárraga Jean y Ricardo Salinas Pliego.
Así se da un paso más a favor del fortalecimiento del fascismo en México que, de consolidarse, tendría gravísimas repercusiones para los mexicanos. El problema de fondo es que la sociedad nacional quedaría en medio de dos monstruos insaciables: el imperialismo trasnacional y la oligarquía fascista, los que, en su afán de más privilegios y ganancias, pondrían al pueblo en una situación límite, que demandaría acciones desesperadas, pero al mismo tiempo acarrearía una descomposición social más dramática, donde la violencia extrema sería sólo una de sus variantes.
La trascendencia del Acuerdo para la cobertura informativa no proviene de la magnitud de los compromisos signados, sino de la demostración de fuerza por parte del duopolio televisivo, de su capacidad de convocatoria que necesariamente habrá de influir en las decisiones de Calderón en materia de otorgamiento de concesiones y en la licitación de nuevas tecnologías electrónicas e informáticas (la fibra óptica, por ejemplo). Finalmente esto es lo que verdaderamente importa al duopolio, no que se vaya a hacer caso a los puntos que integran el Acuerdo, pues para los propios medios sería suicida comprometerse con una autocensura que minimizara su capacidad de informar de manera competitiva.
Lo importante para el duopolio es que se cumplió lo que buscaba: un impacto político innegable, que pone a Calderón en calidad de rehén, a cambio de que se le permita llegar al fin de su mandato sin las críticas que se merece por lo fallido de su “guerra” contra el crimen organizado, al menos por parte de las empresas Televisa y Televisión Azteca, y algunas de las que se prestaron al juego mediático. Es obvio tal intercambio de favores, sin importar a ninguna de las partes si se respetan o no directrices que rayan en lo subjetivo y hasta en el absurdo, como, por ejemplo, “evitar el lenguaje y la terminología empleados por los delincuentes”.
Es evidente que para el duopolio televisivo y medios adherentes, lo fundamental es demostrarle al inquilino de Los Pinos que poseen la fuerza suficiente para doblegarlo cuantas veces les venga en gana. Si de paso hacen un gran negocio colateral, pues magnífico, como sucede con la Iniciativa México, un dechado de demagogia sin parangón con el que Televisa y Televisión Azteca pretenden hacer creer a la sociedad que se puede sacar al país del subdesarrollo sin la participación del Estado como el organismo rector de las políticas públicas.
Desde luego, no será con cientos de “iniciativas México” como el país podrá dejar atrás problemas ancestrales que se agudizaron en los últimos 30 años. Los esfuerzos de la gente, si son aislados y encaminados de manera particular, se pierden muy pronto, porque lo que los hace trascender es su vinculación con el entorno social en que se desarrollan. La función del Estado, cuando cumple cabalmente su papel rector, es vincular y darle proyección social a los esfuerzos de una comunidad. Esto no es del interés del duopolio televisivo, sino todo lo contrario: busca demostrar que el individualismo es suficiente para superar obstáculos. Esto es rotundamente falso e inviable, sobre todo en una nación que rebasa los 110 millones de habitantes, de los que más de la mitad vive en pobreza extrema.
*Periodista
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