Por: Carolina Gutiérrez Torres/El Espectador
¿Tiene o no razón la senadora Gilma Jiménez al proponer cadena perpetua para estos individuos? Para psiquiatras y especialistas, hay argumentos que se están dejando por fuera.
—¿Qué sucede en la cabeza de un violador?
—Existe una fantasía —responde al otro lado del teléfono un hombre con voz agotada, lejana; un psiquiatra de la Fiscalía que pidió referirse a él así, por su cargo, el Psiquiatra.
—¿Tiene en mente algún caso que explique lo que está diciendo?
—Hay uno, que ocurrió en Armenia, en un barrio estrato cero, con un muchacho de 17 años.
El muchacho de 17 años, estudiante de criminalística en una escuela de garaje en Armenia, le preguntó alguna vez a uno de sus profesores cuál era el crimen perfecto. Probablemente el maestro le habló de no dejar huellas, de no dejar testigos y de lograr que sospechen de alguien más. Le habló también de que en caso de violación, siempre, se debía usar condón. Y así lo hizo el muchacho. Siguió paso a paso la película que había descrito el profesor. Lo hizo un domingo en la tarde, en un potrero cerquita de la casa de la víctima, su prima de 11 años. La niña que sería hallada muerta bajo los matorrales…¿Y el muchacho no pensó en el resto de la familia? ¿No sintió remordimiento? “No”, responde el Psiquiatra. Repite “no”, contundente, y se extiende en su explicación. “Le voy a dar un ejemplo que puede sonar fuerte, pero es como si estuviéramos haciendo una dieta, cuidándonos nuestra figura, y llegamos a un sitio y no aguantamos la tentación de comernos una bandeja paisa. Cuando me la estoy comiendo y disfrutando de su sabor, yo no estoy pensando en que voy a perder la línea, ni en que me voy a engordar, ni en que me puede dar indigestión. Simplemente la estoy disfrutando. Igual pasa con los agresores sexuales: están buscando satisfacer su fantasía”.
Eso hay en la cabeza de un agresor, de un abusador, de un violador: una fantasía, y cada fantasía —aclara el Psiquiatra— puede tener una variación: niños, mujeres adultas, mujeres jóvenes, hombres, “toda la gama de posibilidades que pueda imaginar la mente humana. Para darle un ejemplo: un hombre viola a una bebé de tres meses y cuando le preguntan por sus motivaciones responde que veía en ella a ‘una mujer hermosa’”.
Hay en la mente del violador una sed incansable por atestiguar el sufrimiento de su víctima. Por escuchar los ruegos desesperados. Por oler el miedo. Por ver el miedo. “Tienen actitudes de dominación física y sometimiento psicológico crónico hacia sus víctimas, y a través de ellas mantienen su propio clima de tensión y autosatisfacción patológicas”, dice Luis Ramírez Ortegón, psiquiatra de niños y adolescentes.
Al muchacho de 17 años lo descubrieron. Su crimen fue casi perfecto. No dejó testigos y usó condón, pero cometió un error, dejó huellas: unas gotas de semen en el pantalón de la niña que cayeron al quitarse el preservativo. En el momento del interrogatorio guardó silencio. ¿Qué estaría pasando por su mente? Ni culpa ni remordimiento. Un vacío, una frivolidad, que la psiquiatra Pilar Hernández, de Sanitas, describe como ausencia física y mental de “lo que nosotros llamamos consideración por el otro”. Explica que el agresor sexual con personalidad antisocial o sociópata “está en uso de sus facultades para determinar lo que es bueno y lo que es malo, pero es incapaz de sentir el dolor de los demás”.
Ella defiende que un violador es el resultado de unos factores genéticos que todavía no se han logrado identificar. Luego lo piensa unos segundos y hace una aclaración: “culpar a un solo factor es muy difícil. Es un cúmulo de muchas cosas: una codificación genética, un ambiente social hostil y hasta el consumo de sustancias psicoactivas”.
El Psiquiatra de la Fiscalía también habla de una condición “multifactorial”. Dice: “si esta misma conversación la hubiéramos tenido 20 ó 25 años atrás, quizás le hubiera dicho que los agresores eran primordialmente personas víctimas de abuso en su infancia, pero con el tiempo se ha demostrado que pueden existir varios factores”. Él y ella coinciden en algo más: los abusadores, que tienen una conducta reiterada, que violan dos, tres y 168 veces como en el caso de Luis Alfredo Garavito, no pueden rehabilitarse. Nunca. “Hay que sacarlos de circulación —dice el Psiquiatra de la Fiscalía—. Tienen que estar bajo el control del Estado, en una cárcel, mantenerlos aislados”.
¿Condenarlos a cadena perpetua, así como lo propone la senador Gilma Jiménez? Cuando se le plantea la pregunta el Psiquiatra, hace una pausa. Dice que esta iniciativa se ha discutido sólo en un plano emocional, de furor, “pero le falta un trasfondo, analizar cómo operaría”.
¿Cómo operarían, por ejemplo, las penas para un agresor circunstancial si los psiquiatras hoy creen que existen terapias que pueden ayudar a rehabilitarlos? Karl Hanson y Delly Morton-Bourgon del Public Safety Canada encontraron en un estudio que aquellos agresores que eran tratados con alguna terapia presentaban menores tasas de reincidencia (10%) que aquellos que no recibieron tratamiento (17%).
¿Y cómo operaría en casos en los que el agresor también es un menor de 18 años? Psicólogos como Hal Arkowitz, de la U. de Arizona, y Scott Lilienfeld, de la Universidad de Emory, estiman que una tercera parte de los abusadores son menores de edad.
Un grupo de médicos psiquiatras del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses (Nancy de la Hoz, Javier Augusto Rojas, Ricardo Tamayo y Ximena Cortés) añaden una preocupación: “la cadena perpetua o pena de muerte están relacionadas con la infinitud, con la eternidad; ‘dimensiones’ que indicarían que no hay fin para compensar, reparar ni cambiar. En ese sentido la ofensa sería eterna también y esto nos llevaría a considerarla como irreparable. Las víctimas y la sociedad necesitan sentir que su daño tiene reparación”. En otras palabras, ¿al condenar al victimario no se está de una manera sutil condenando también a la víctima?
De nuevo un psiquiatra accede a hablar, pero pidiendo el anonimato. Dice que la propuesta de Jiménez pretende “curar” con el encierro leyes y medidas extremas que tampoco proveen solución definitiva. Dice que no se ha hecho una revisión cuidadosa del tema y sólo se han presentado intereses “político-emocionales”, que no se ha hablado de la reparación y el tratamiento de las víctimas ni del tratamiento de los victimarios, que se está actuando con una “grave emocionalidad y poca objetividad”.
Al otro lado la senadora Gilma Jiménez explica que la reglamentación vendrá luego, que hoy la prioridad es la aprobación del referendo para proteger a “los niños y a las niñas que este país ha tenido tan olvidados”. Defiende que su causa aboga por las víctimas, no por los victimarios, y que las conductas de éstos no se pueden justificar por una supuesta condición mental. Se exacerba.
*Lea mañana en El Espectador una entrevista con la senadora Gilma Jiménez exponiendo sus argumentos.
Así va el referendo
El pasado miércoles fue aprobado en plenaria del Senado el referendo que establece cadena perpetua para violadores y asesinos de menores de 14 años, abanderado por la senadora Gilma Jiménez. Le restan dos debates para ir a las urnas, momento en el que los colombianos decidirán si se ratifica o no.
El referendo plantea un cambio al artículo 34 de la Constitución, así: “Con relación a los delitos de homicidio doloso, violación y explotación sexual, maltrato severo y secuestro cometidos contra menores de 14 años y menores de edad con discapacidad física o mental, podría aplicar la pena de prisión perpetua, de acuerdo con la ley”.
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