Fremaux prometió al inicio del festival una selección más divertida y ligera (tal vez la presencia de un par de comedias lo llevó a esa impresión). Diversa seguro lo fue. Sin embargo, la programación de la misma no mostró un sentido de balance, al concentrar los títulos más sólidos en la parte final del festival.
En ese sentido, no fue sensato dejar uno de sus títulos más demandantes, la turca Bir zamanlar Anadolu´da, para el penúltimo día. De casi tres horas de duración, el intrigante largometraje de Nuri Bilgué Zheylan se limita a seguir, paso a paso, los procesos de una investigación policiaca, que se inicia con la búsqueda de un cadáver y su posterior análisis. Lejos de mostrar los procesos como inmediatos y eficientes, en el estilo de series estadunidenses como CSI, el realizador enfoca el lado personal de los diferentes profesionales –los policías, el procurador, el médico forense, los mismos acusados– involucrados en un día normal –y tedioso– de chamba. Tal vez la influencia del cine rumano reciente provocó el cambio de estrategia en Bilgué Zheylán, quien antes seguía líneas dramáticas más precisas, pero la película exigía concentración y hubiera encontrado mentes más frescas y receptivas de haberse exhibido al principio (como ocurrió con la ganadora de 2007, 4 meses, 3 semanas y 2 días).
En cambio, Cannes abrió fuego con las apuestas inciertas de tres cineastas mujeres y le abrió espacio a la inútil Michael, cotidiana descripción del debutante Mikael Schleinzer sobre el desempeño de un abusador de menores. Por cierto, el tema de los niños –maltratados o en conflicto– ocupó las narrativas de varios de los títulos iniciales. Una curiosa coincidencia de centrarse en la necesidad de proteger a las personas más vulnerables de la sociedad. Por lo mismo, la responsabilidad paterna, propia o adoptiva, fue otro asunto recurrente en películas tan diferentes como Drive, de Nicolas Winding Refn; Le gamin au vélo, de los hermanos Dardenne; Hearat Shulayim, de Jospeh Cedar; Le Havre, de Aki Kaurismäki; Ichimei, de Takashi Miike; Pater, de Alain Cavalier; Polisse, de Maïwenn; This Must Be the Place, de Paolo Sorrentino; We Need to Talk About Kevin, de Lynne Ramsay y, claro, la ganadora, The Tree of Life, de Terrence Malick. Exactamente la mitad de las películas en competencia.
Como suele suceder, el escándalo amenazó con opacar lo cinematográfico. Cannes 2011 será recordado como el año en que el danés Lars Von Trier fue tachado de persona non grata por declarar, medio en broma, tener simpatías nazis. Un tema tabú hasta para los chistes privados obviamente iba a ser causa de desmadre al abordarse en una conferencia de prensa en el foro más publicitado del mundo. Por hocicón, Von Trier relegó a segundo plano la que es una de sus mejores realizaciones. Su Melancholia es una persuasiva metáfora del estado anímico del mundo en su actual etapa apocalíptica.
Lo que sí se reportó con optimismo fue el lado comercial del festival. Según reportes del mercado, la edición 2011 fue indicativa de una recuperación económica al grado de ser una de las más exitosas en una década, con una nutrida asistencia de compradores y vendedores, acompañada por una saludable compraventa. Al margen de la calidad del cine estrenado, ese es el resultado más importante pues así están las cosas. Sin billete, el cine no se mueve.
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