MÉXICO, D.F., 25 de mayo (apro).- La sociedad civil mexicana ha reaccionado tarde ante la matanza u holocausto que ha provocado la guerra contra el narcotráfico declarada por Felipe Calderón. Y ha reaccionado tarde, también, ante el aumento del poder del crimen organizado, que ha contaminado al poder público y el tejido social.
Tuvieron que pasar cinco años, 40 mil muertos y 10 mil desaparecidos (y tuvo que romperse el tejido social e incrementarse, mediante el terror, el control de cientos de zonas del país por parte de algunos cárteles de la droga) para que se dieran las primeras manifestaciones masivas, exigiendo parar esta violencia que parece interminable.
Y tuvieron que ser los familiares de los muertos y desaparecidos quienes encabezaran esta movilización nacional porque sólo hasta que algo nos ocurre directamente es como reaccionamos. Lamentablemente así ha sido, y así será.
Hasta las marchas convocadas en Morelos y la ciudad de México, en abril y mayo, respectivamente, no se habían expresado de manera masiva las miles de familias de las víctimas de esta guerra, que reclaman justicia.
Antes de eso ya habíamos observado la organización de algunos grupos, como sucedió en Coahuila, donde dio inicio el movimiento de desaparecidos, sin embargo no se había gestado una movilización más evidente y amplia, en la que se exigiera investigar todas y cada una de las muertes en todo el país, así como recuperar la memoria de los muertos, indemnizar a las familias de los inocentes que han sido asesinados por policías y soldados, parar la guerra y reparar el tejido social en todo el país.
Con apenas mes y medio de de haberse empezado a gestar este movimiento en Cuernavaca, Morelos, con la exigencia de justicia por parte del poeta Javier Sicilia, luego del asesinato de su hijo y seis personas más, hoy ya tiene una presencia nacional, incluso en algunas ciudades importantes del extranjero, principalmente en Europa, Estados Unidos, Canadá y Latinoamérica.
La protesta se transformó en un altar en memoria de 198 muertos en Morelos este año; luego vinieron las protestas en las calles, después se organizó un foro para las familias que, venciendo el miedo, comenzaron a llegar al zócalo de Cuernavaca para presentar sus denuncias. Enseguida vino la primera marcha nacional por la paz, y más tarde la marcha por la paz y la justicia, en la ciudad de México.
Hoy esta expresión social busca nuevos cauces, es decir transformarse en un movimiento nacional estructurado, donde quepan todos los que quieren la transformación a fondo del país.
La transformación de este movimiento ha sido muy rápida, no obstante que experiencias similares en otros países como Italia, donde existe el movimiento social antimafia, conocido como Libera, muestran que la concreción de estos procesos sociales es lenta y complicada.
Falta mucho por recorrer, ciertamente, para que se consolide un movimiento ciudadano con pretensiones transformadoras, como el que se está formando alrededor de la movilización encabezada por Javier Sicilia.
Y quizá sea tan largo, difícil y complejo como el recorrido de miles de kilómetros que tendrá que hacer la caravana por la paz que saldrá de Cuernavaca el 5 de junio para llegar el 10 a ciudad Juárez, Chihuahua, donde se prevé la firma de un pacto ciudadano encaminado, primero, a organizarse, y después a formar un frente social que exija a todas las autoridades, desde el presidente municipal y el policía de barrio, hasta los jueces, soldados, gobernadores, legisladores y l presidente de la República, hacer bien su trabajo, detener esta violencia y recuperar el rumbo del país.
La caravana por la paz, que por cinco días recorrerá medio país, hasta llegar a Ciudad Juárez, es importante porque representa el esfuerzo de un sector de la sociedad preocupado por el rumbo que ha tomado México, que se ha llenado de sangre y de violencia. Y sobre todo porque no se ven visos de un cambio en la estrategia guerrerista establecida por Felipe Calderón.
Es importante también porque, después de décadas de desarticulación y ante la gravedad de la violencia, que ya ha cobrado la vida de miles de mexicanos, es necesario que la sociedad mexicana retome los hilos de la organización ante las elecciones del 2012.
Al gobierno de Calderón le resta poco y no hay señales de que vaya a cambiar su estrategia. Será al nuevo gobierno al que habrá que presionar y exigirle un cambio, pues seguramente tendrá la tentación de mantener la misma política militar para enfrentar al crimen organizado.
Paradójicamente, Ciudad Juárez –esta ciudad rota por el abandono institucional, por una política económica neoliberal y la desidia del gobierno por décadas– puede ser el inicio esperanzador de este movimiento ciudadano a nivel nacional que tanto se necesita para provocar un cambio, para iniciar una nueva etapa en la vida del país.
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