ALBERTO AZIZ NASSIF
En estos días previos a la elección quedan preguntas en el aire, pero hay una particularmente importante: ¿un posible regreso del PRI a Los Pinos representa un retroceso? No se necesita especular demasiado para saber que hay muchos argumentos, datos y proyecciones que confirman que el PRI en la Presidencia no es una buena noticia para la vulnerada democracia mexicana.
Podemos empezar por lo obvio. Hay una acumulación de gobiernos locales del PRI que han terminado en un abierto fracaso en plena época de la democracia electoral. ¿El gobierno de Peña Nieto en el Estado de México estuvo muy lejos de lo que hizo Marín en Puebla, Ruiz en Oaxaca o Baeza en Chihuahua? Muchos de los resultados de Peña en su gestión como gobernador no son positivos (incremento de la criminalidad, aumento del desempleo, crecimiento del rezago social), pero su partido ganó de forma masiva las elecciones.
Varios expedientes negros rodean a Peña, desde la impunidad que le construyó a Montiel hasta la represión en Atenco, o los convenios de imagen con Televisa, que tanto Proceso como The Guardian han dado a conocer. Ya en precampaña se puede añadir su demostración de ignorancia en la FIL de Guadalajara, o en plena campaña su desafortunado papel en la Iberoamericana. Como lo planteó The New York Times, en otro país un candidato con estas características ya se hubiera caído, pero en México, según una gran mayoría de encuestas, sigue como puntero.
Después de los dos debates organizados por el IFE quedó comprobado que Peña no tenía nada particular que lo hiciera líder sobresaliente, que presentara un proyecto muy atractivo o fuera particularmente carismático. Lo que sí tenía diferente a sus contrincantes era una plataforma mediática de apoyo y exposición que lo ubicaron como el puntero desde antes de que iniciara la contienda. Pero fue el debate estudiantil del movimiento #YoSoy132 lo que mejor ubica a Peña como el candidato del viejo México.
Ese encuentro mostró esa parte nueva del país, estudiantes empoderados que hicieron preguntas inteligentes y generaron un clima de debate y de interlocución con los tres candidatos que aceptaron participar. Ese nuevo país --que se expresó en el debate con los estudiantes-- mostró el símbolo de la silla vacía de Peña como el viejo México que regresa.
El candidato del PRI se siente muy bien en los espacios controlados, con los acarreados que llenaron el Estadio Azteca y que fueron transportados en mil 600 autobuses, o con líderes sindicales como Romero Deschamps y Gordillo, que escurren corrupción. Peña fue incapaz de aceptar el reto estudiantil de un movimiento que lo repudia porque representa el viejo país que está a la vuelta de la esquina, porque nunca se fue. No hay que dejarse engañar con los spots, Peña Nieto representa al PRI de siempre y a los intereses (corporativos, políticos y empresariales) que lo han llevado a la candidatura, y si el 1 de julio gana, con esos intereses gobernará.
El retroceso no sólo es responsabilidad del PRI, sino del panismo que le dio respiración artificial y espacio para que recuperara. La imagen de Fox promoviendo a Peña no puede ser más patética, pero significativa. El PAN gobernó o desgobernó con el PRI, con esos líderes sindicales corruptos y poderes fácticos. Al gran desencanto con el panismo hoy se suma el horror de un gobierno que deja más de 60 mil muertos y un gravísimo problema de inseguridad. Pero también hay responsabilidad en la izquierda, que ha tenido un proceso acelerado de descomposición, sobre todo en su versión partidista.
Para los optimistas que creen que ya hay suficientes contrapesos en el país para que el PRI no haga un gobierno como en los viejos tiempos, hay que decirles que no hay buenas noticias. No se trata de un fenómeno exclusivo de México, en todas partes hay procesos de desdemocratización.
Como hemos visto en todos estos años de alternancia no hay suficiente fortaleza institucional para mantener los avances. Se puede retroceder con facilidad como pasó con el IFE en 2003, con las elecciones en 2006, con el IFAI que está a medias, con los organismos reguladores capturados, con el Congreso que tendrá una telebancada más fuerte, con los monopolios que dominan la vida pública, con la concentración mediática de los poderes fácticos que sigue aumentando, en suma, con la estructura oligárquica de intereses para los que gobernará el PRI si regresa a Los Pinos.
A unos días de ir a las urnas quedan dos preguntas en el aire: ¿se podrá evitar el retroceso? La otra la formuló Octavio Paz en 1985, pero sigue vigente: "¿cómo lograremos que México se convierta en una verdadera democracia moderna?".
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