Escrito por Jenaro Villamil
Último día de una campaña formal de 90
días y de una contienda extendida por seis años. Los dos candidatos
punteros, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, miden
fuerzas, cobertura mediática, capacidad de mensaje político y arrastre
de simpatizantes en sus respectivas plazas fuertes: Toluca, el primero y
Distrito Federal, el segundo.
Es miércoles 27 de junio. El centro de
Toluca está cercado desde las 7 de la mañana. Las vallas y los arcos de
seguridad se han dispuesto en toda la Plaza de Armas y la Plaza de los
Mártires. Miles de sillas se colocan en torno al templete donde el ex
gobernador telegénico convertido en el candidato presidencial más
fotografiado y “producido” dará su mensaje clave. Así pensamos la
mayoría de los reporteros.
Una joven trabajadora de la Secretaría
de Educación estatal se acerca y me confía: “la mitad de los asistentes
serán trabajadores de la burocracia estatal. Nos obligaron a venir. Eso
sí bien uniformados”. Con chalecos color caqui y la camisa blanca con el
logotipo de Enrique Peña Nieto.
No hace
falta mayor suspicacia para darse cuenta que los dos mil primeros
asientos en torno al templete son destinados a la mediana y alta
burocracia mexiquenses. Ahí están los jefes de unidad, los directores de
área, los subsecretarios y no pocos secretarios del gobierno de Eruviel
Avila. En los cerca de 20 mil asientos traseros se acomodan los
contingentes municipales, el Club de Fans de Peña Nieto, los integrantes
de la CROM, los jóvenes del FJR, los campesinos de la CTC; indígenas y
gente muy humilde hasta atrás, “trasladados” en decenas de camiones que
rodean el centro de Toluca.
Unos cincuenta jóvenes del movimiento
#YoSoy132 intentan organizar una protesta. Son muy pocos. Las fuerzas de
“logística y seguridad” del PRI y del gobierno estatal los conminan a
abandonar su intento. Se van. La sombra universitaria que marcó la
diferencia entre un antes y un después en la campaña peñista no estarán
presentes.
La Plaza de Armas se va llenando
ordenadamente. Aquí no hay marcha ni protesta, sino lista de asistencia.
No hay pancartas escritas a mano, mucho menos consignas improvisadas.
Todo está mercadológicamente calculado: los miles de utilitarios, las
gorras, los corazones, las chamarras, los globos, el confeti tricolor,
los escasos copetes postizos. Todo responde a un inventario visual
dominante: los colores de la campaña de Peña Nieto. La uniformidad hace
la fuerza, pensarán los asesores.
El despliegue de recursos es
inocultable: cámaras de televisión móviles para captar al candidato en
sus 40 minutos de pasarela; fotógrafos de su staff, un equipo
de sonido que envidiaría Paul McCartney; y las parodias pegajosas de
ballenatos, cumbias y hasta quebraditas con canciones alusivas al
candidato.
Tengo el orgullo de ser toluco
Soy choricero y hablo de corazón
Por eso votaré por Enrique Peña Nieto.
Es la tonada que lanza un gordito animador que acompaña a Peña Nieto desde hace seis años, cuando ganó la gubernatura.
Desfilan los ex gobernadores, menos el innombrable, Arturo
Montiel. Llega Carlos Hank Rohn, el heredero de una dinastía marca
Money. Llega el dirigente nacional Pedro Joaquín Coldwell. Y el senador y
futuro diputado federal, Manlio Fabio Beltrones.
El entusiasmo impostado y teledirigido
comienza a cobrar vida. Peña Nieto ha llegado. Y los gritos de
“¡presidente, presidente!” acompañan su recorrido hasta el escenario.
Surgen las matracas, los chiflidos y los gritos de las mujeres que quizá
confunden a Peña Nieto con Luis Miguel o a éste con el candidato.
Habla primero Marta Hilda González
Calderón, candidata a presidenta municipal de Toluca. Lo hace a nombre
de los 125 aspirantes a alcaldes. El 1 de julio, las elecciones de
ayuntamientos son concurrentes. Y se juega la recomposición del poder
regional en una entidad con más de 13 millones de habitantes.
González Calderón recuerda que Peña
Nieto será el futuro Adolfo López Mateos, el último presidente de origen
mexiquense (¿o guatemalteco?, según las últimas revelaciones) que llegó
a Palacio Nacional hace 54 años.
“Triunfo contundente e inobjetable”
González Calderón, Eruviel Avila, el
gobernador actual que toma el micrófono, y Enrique Peña Nieto coinciden
en afirmar que la victoria del 1 de julio será un “triunfo contundente e
inobjetable”. Es el nuevo mantra priista surgido después del acto de
cierre de campaña en el Estadio Azteca.
“Este arroz ya se coció y se coció muy
bien”, reitera Eruviel Avila, el de las chapitas de Twitter en la
contienda del 2011. Ahora es el señor gobernador, quizá le futuro
beneficiario de una victoria o una derrota de su antecesor. “Estamos a
103 horas de que México cambie”, arenga el ex alcalde de Ecatepec, el
municipio más poblado del mundo.
Peña Nieto saluda, le gritan, se
entusiasma cuando ve llegar a su amigo, el cantante Alejandro Fernández,
que al final será presumido como la última adquisición propagandística
de la campaña.
El ex gobernador reitera las cifras del
incremento a la pobreza, la inseguridad y la incertidumbre que heredará
de las administraciones panistas. Habla de un gobierno que cumple.
Menciona una nueva promesa de aires pejistas: “bajar la tarifa de
energía eléctrica” y se compromete a emprender una reforma energética.
En el discurso no aparece la palabra
“corrupción”. Tampoco un llamado político a sus adversarios, a sus
simpatizantes o a sus colaboradores. No adelanta ningún nombre de su
futuro gabinete. El único que ha dado fue, paradójicamente, el de un
asesor extranjero: el general colombiano Oscar Naranjo.
Peña Nieto firma 4 compromisos para el
Estado de México. Promete incrementar a 8 carriles la carretera
Toluca-Distrito Federal. Promete un Tren Interurbano. Firma ante notario
público y ante sus hijos y Angélica Rivera, La Gaviota.
Es todo lo novedoso. Junto con el slogan final
de la campaña, surgido del segundo debate presidencial del 10 de junio:
“vas a ganar más”. “Este es el compromiso más serio”. La palabra
“ganar” aparece en rojo por todos lados. Manejo inteligente de
percepciones. Ganar elecciones, ganar dinero, ganar salario, ganar el
poder.
Al final, reitera: su triunfo será “contundente e inobjetable”.
La Marcha Hacia el Zócalo.
Cinco horas después, a 100 kilómetros de
distancia, de la glorieta del Angel de la Independencia comienzan a
marchar contingentes de decenas de miles de simpatizantes de Andrés
Manuel López Obrador rumbo al Zócalo capitalino. Algunos advierten que
la plancha del sitio emblemático de las izquierdas mexicanas ya está
abarrotado.
No importa. Aquí es la marcha de la
fuerza. Los organizadores calculan que hubo más de 1 millón 200 mil
personas. La agencia AP menciona 120 mil. La policía capitalina dice que
más de 800 mil ciudadanos protagonizaron el acto más numeroso de la
campaña de López Obrador.
Inevitable recordar la gran
concentración contra el desafuero. O las jornadas poselectorales del
2006. Aquí hay otros rostros. Más jóvenes. De 18 a 25 años. Una joven
porta una pancarta que hace la delicia de todos los que la leen: “Andrés
Manuel te regalo mi primera vez…en el voto”.
RadioAmlo transmite desde la glorieta de
La Palma, los contingentes se suman a lo largo de la avenida Reforma.
Banderas amarillas, rojas, naranjas, blancas, pero sobre todo, de Morena
y de decenas de miles sin afiliación partidista se observan en todo el
recorrido.
El acceso por el Zócalo, a través de la
avenida Madero está abarrotado. Por 16 de septiembre también. Sólo
quedan 5 de Mayo y Venustiano Carranza. Por ahí llegan los últimos
contingentes, de toda la ciudad, de todo el país, de todos los que
reiteran su filiación lopezobradorista, pero de muchos también que ya se
convencieron que aquí no verán el “peligro para México”.
En el templete del Zócalo, Jesusa
Rodríguez anima la tarde. Miles de actores, artistas, músicos,
teatreros, zanqueros, dirigentes políticos, ciudadanos de a pie, clases
medias, clases altas, gente humilde y sindicalistas llegan hasta el
Zócalo.
“Vamos a Descopetar a los de Arriba” de la Burocracia
Lento, pausado, al estilo pejiano, López
Obrador inicia su discurso mencionando a los dirigentes que lo
acompañan. Agradece a Marcelo Ebrard, el jefe de gobierno capitalino
saliente, su apoyo al declinar en la contienda y aceptar ser su futuro
secretario de Gobernación. Agradece a Cuauhtémoc Cárdenas, el tres veces
candidato presidencial, que se sumó a la marcha en Reforma, pero ya no
subió al templete.
El tabasqueño inicia su discurso
aclarando su plan de austeridad. Advierte que no le bajará sueldos a
trabajadores de base, sindicalizados y quienes forman más del 80 por
ciento de la burocracia.
“Vamos a descopetar a los de arriba”, a
los altos funcionarios, a quienes ganan más de 200 mil pesos, mientras
los de base reciben sólo 6 mil o 4 mil pesos al mes, aclara López
Obrador. Primera ronda de aplausos fuertes.
Reitera sus propuestas fiscales:
desaparecer el IETU, no aumentar el IVA; y sus propuestas energéticas:
no privatizar Pemex, combatir la corrupción en la paraestatal más
importante del país; bajar el precio de las gasolinas, el diesel, el
gas, la luz, construir 5 grandes refinerías y, aunque suene
contradictorio con su plan petrolero, también impulsar la transición
energética con energías no renovables y nuevas fuentes de energía.
“Ningún proyecto se va autorizar si afecta al medio ambiente”, reitera.
Se compromete a impulsar nuevas
concesiones de radio y televisión, a ofrecer internet de banda ancha con
la infraestructura de fibra óptica de la CFE.
“Así vamos a acabar con la manipulación de los medios masivos de comunicación”, indica. Segunda oleada masiva de aplausos.
Presidencia itinerante
Por primera vez, López Obrador menciona
que la presidencia de la República, bajo su cargo, será itinerante, en
cada una de las regiones del país, según sus necesidades.
Y por primera vez, de manera clara, se
compromete a acabar con la actual estrategia de combate al crimen
organizado. “No combatiremos la violencia con violencia”.
Vincula su proyecto de seguridad con el
del empleo, en especial para los jóvenes que no estudian ni trabajan. Se
compromete a crear 7 millones de empleos nuevos en todo su gobierno y a
ir “casa por casa, incorporando a jóvenes al trabajo y al estudio”,
para que no sean reclutados por la delincuencia.
La tercera ronda de aplausos fuertes
surge cuando ofrece el 100 por ciento de inscripción para quienes
quieran estudiar nivel universitario. Al terminar su gobierno, advierte,
6 de cada 10 jóvenes tendrán acceso a nivel universitario.
Y la última gran consigna, como ha
ocurrido en sus últimos mítines, surge cuando López Obrador sentencia:
“fracaso el intento de imponer a Peña Nieto en la presidencia”.
“¡Fuera Peña, Fuera Peña!” crece el grito en un Zócalo que alcanzó en ese momento el clímax de la campaña.
No hay mensaje rencoroso, ni amoroso.
Hay discurso político. Perfila su gobierno. Perfila su saludo a los
jóvenes que se han movilizado en el último tramo de la campaña. “Ellos
han despertado a muchos ciudadanos”, remata.
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