La
gobernabilidad del país estará en juego en los comicios del próximo
domingo. Salvaguardar la paz social dependerá de que se respeten los
resultados
La gobernabilidad del país estará en juego
en los comicios del próximo domingo. Salvaguardar la paz social
dependerá de que se respeten los resultados, y sobre todo de que no se
pretenda violentar la voluntad popular, como es previsible que suceda si
el Instituto Federal Electoral sigue solapando al PRI, como lo ha
estado haciendo, a grado tal que la cúpula partidista no tiene empacho
en actuar ilegalmente a la luz del día, en muchas partes del país,
particularmente en las que el partido tricolor ha sido hegemónico desde
los años de su fundación, como Durango.
Desde el gobernador hasta el último burócrata, están dedicados a repartir despensas, entregar artículos de construcción chatarra, regalar dinero a cambio de la credencial de elector, sin ningún pudor ni mucho menos temor a la autoridad electoral. Tal pareciera que ésta no existe, que seguimos viviendo en los tiempos en los que Gonzalo N. Santos comandaba huestes que se robaban urnas, amedrentaban electores y golpeaban a quienes no eran confiables.
Es muy grave lo que está ocurriendo, sin que el IFE haga algo para impedirlo. Es muy obvio que el PRI quiere recuperar el poder a como dé lugar, con la omisión de la autoridad electoral, lo que genera una natural inquietud por las consecuencias que tal actitud pudiera tener posteriormente a las elecciones. En los tres meses de campaña quedó claro que el PRI no está dispuesto a reconocer su derrota, ya que está actuando con el fin de “ganar” como en los viejos tiempos. Pero lo más lamentable es que el IFE no haya hecho ni siquiera una llamada de atención.
El cierre de campaña de Enrique Peña Nieto fue la demostración evidente de que sigue siendo el mismo partido que inmovilizó a la sociedad con sus prácticas corporativas al estilo fascista. Pero algo les está fallando, pues ni siquiera el costoso acarreo en cerca de dos mil autobuses fue suficiente para llenar el Estadio Azteca. Allí, el inexperto “político” mexiquense, dijo de sus rivales que “uno significa más de lo mismo, inseguridad, pobreza y desempleo. Otro es el populismo autoritario que no rinde cuentas ni respeta las reglas ni las instituciones”.
¿Qué no fue con el “nuevo” PRI que México inició su debacle de inseguridad, pobreza y desempleo? ¿Acaso fue muy respetuoso de las reglas del Estado mexicano y de las instituciones el mentor de Peña Nieto, el insaciable Carlos Salinas de Gortari? Sin ruborizarse, Peña dijo: “Juntos vamos a dejar atrás las prácticas de la vieja política”. ¿Qué su campaña no se significó por reeditar plenamente las viejas prácticas del PRI, tales como el acarreo, la compra de votos y todo tipo de operaciones fraudulentas?
No debe ser un hecho fortuito que todas las lacras del sistema político mexicano estén apoyando al mexiquense, tanto de la “izquierda” como Rosario Robles, y de la ultraderecha, como Manuel Espino y Vicente Fox. No podía faltar, por supuesto, el apoyo del magisterio que encabeza Elba Esther Gordillo, quien ordenó un plan tendiente a captar 5 millones de votos para Peña Nieto, con una “inversión” de más de 86 millones de pesos. Un ejército de 27 mil 500 activistas acarrearía gente a votar por el PRI, de acuerdo con un informe dado a conocer por maestros disidentes.
Sin embargo, el IFE “hace como que la virgen le habla”, como dice un dicho popular, y los consejeros se encogen de hombros. Pero ponen el grito en el cielo cuando desde las filas del Movimiento Progresista se denuncian las prácticas ilegales de la derecha, y se les acusa de que “están adelantando un fraude inexistente. No, lo que se denuncian son los hechos ya incontables de carácter ilegal que podrían desembocar en la comisión de un gran fraude que pudo haberse evitado.
El activismo de Vicente Fox no tiene precedentes, incluso en contra de quien lo sucedió en el ejercicio del poder, pues sin ambages afirma que “no se deben desperdiciar otros seis años” y pide que todos voten por Peña Nieto, como lo dijo en Durango, adonde acudió invitado por el gobernador priísta Jorge Herrera Caldera, quien tampoco tiene empacho en decir que “no se puede dejar a la gente sin apoyos sólo por las elecciones”, a fin de justificar la ilegal entrega de diversos artículos a grupos de ciudadanos de zonas marginadas.
Según Herrera Caldera, “la gente no entiende de procesos electorales, tiene hambre y sed, y hay que estar presentes, sin politizar la situación”. He aquí por qué no se atacan las causas de fondo de la pobreza: de este modo es factible manipular a la población, chantajearla, inmovilizarla y finalmente utilizarla cuando conviene, como en tiempos electorales.
Por lo pronto, mientras más se acerca el final de las campañas, más arrecia la guerra sucia contra el candidato del Movimiento Progresista, a extremos grotescos, como es el caso de Fox, quien en su odio contra Andrés Manuel López Obrador, afirma: “Hay un titiritero detrás que echó a andar ese movimiento (el #YoSoy132) en la Ibero. Es claro que el ‘López Chávez’ es quien lo maneja, por lo tanto ese movimiento necesita legitimarse”. A ver qué dicen sus integrantes al respecto.
Desde el gobernador hasta el último burócrata, están dedicados a repartir despensas, entregar artículos de construcción chatarra, regalar dinero a cambio de la credencial de elector, sin ningún pudor ni mucho menos temor a la autoridad electoral. Tal pareciera que ésta no existe, que seguimos viviendo en los tiempos en los que Gonzalo N. Santos comandaba huestes que se robaban urnas, amedrentaban electores y golpeaban a quienes no eran confiables.
Es muy grave lo que está ocurriendo, sin que el IFE haga algo para impedirlo. Es muy obvio que el PRI quiere recuperar el poder a como dé lugar, con la omisión de la autoridad electoral, lo que genera una natural inquietud por las consecuencias que tal actitud pudiera tener posteriormente a las elecciones. En los tres meses de campaña quedó claro que el PRI no está dispuesto a reconocer su derrota, ya que está actuando con el fin de “ganar” como en los viejos tiempos. Pero lo más lamentable es que el IFE no haya hecho ni siquiera una llamada de atención.
El cierre de campaña de Enrique Peña Nieto fue la demostración evidente de que sigue siendo el mismo partido que inmovilizó a la sociedad con sus prácticas corporativas al estilo fascista. Pero algo les está fallando, pues ni siquiera el costoso acarreo en cerca de dos mil autobuses fue suficiente para llenar el Estadio Azteca. Allí, el inexperto “político” mexiquense, dijo de sus rivales que “uno significa más de lo mismo, inseguridad, pobreza y desempleo. Otro es el populismo autoritario que no rinde cuentas ni respeta las reglas ni las instituciones”.
¿Qué no fue con el “nuevo” PRI que México inició su debacle de inseguridad, pobreza y desempleo? ¿Acaso fue muy respetuoso de las reglas del Estado mexicano y de las instituciones el mentor de Peña Nieto, el insaciable Carlos Salinas de Gortari? Sin ruborizarse, Peña dijo: “Juntos vamos a dejar atrás las prácticas de la vieja política”. ¿Qué su campaña no se significó por reeditar plenamente las viejas prácticas del PRI, tales como el acarreo, la compra de votos y todo tipo de operaciones fraudulentas?
No debe ser un hecho fortuito que todas las lacras del sistema político mexicano estén apoyando al mexiquense, tanto de la “izquierda” como Rosario Robles, y de la ultraderecha, como Manuel Espino y Vicente Fox. No podía faltar, por supuesto, el apoyo del magisterio que encabeza Elba Esther Gordillo, quien ordenó un plan tendiente a captar 5 millones de votos para Peña Nieto, con una “inversión” de más de 86 millones de pesos. Un ejército de 27 mil 500 activistas acarrearía gente a votar por el PRI, de acuerdo con un informe dado a conocer por maestros disidentes.
Sin embargo, el IFE “hace como que la virgen le habla”, como dice un dicho popular, y los consejeros se encogen de hombros. Pero ponen el grito en el cielo cuando desde las filas del Movimiento Progresista se denuncian las prácticas ilegales de la derecha, y se les acusa de que “están adelantando un fraude inexistente. No, lo que se denuncian son los hechos ya incontables de carácter ilegal que podrían desembocar en la comisión de un gran fraude que pudo haberse evitado.
El activismo de Vicente Fox no tiene precedentes, incluso en contra de quien lo sucedió en el ejercicio del poder, pues sin ambages afirma que “no se deben desperdiciar otros seis años” y pide que todos voten por Peña Nieto, como lo dijo en Durango, adonde acudió invitado por el gobernador priísta Jorge Herrera Caldera, quien tampoco tiene empacho en decir que “no se puede dejar a la gente sin apoyos sólo por las elecciones”, a fin de justificar la ilegal entrega de diversos artículos a grupos de ciudadanos de zonas marginadas.
Según Herrera Caldera, “la gente no entiende de procesos electorales, tiene hambre y sed, y hay que estar presentes, sin politizar la situación”. He aquí por qué no se atacan las causas de fondo de la pobreza: de este modo es factible manipular a la población, chantajearla, inmovilizarla y finalmente utilizarla cuando conviene, como en tiempos electorales.
Por lo pronto, mientras más se acerca el final de las campañas, más arrecia la guerra sucia contra el candidato del Movimiento Progresista, a extremos grotescos, como es el caso de Fox, quien en su odio contra Andrés Manuel López Obrador, afirma: “Hay un titiritero detrás que echó a andar ese movimiento (el #YoSoy132) en la Ibero. Es claro que el ‘López Chávez’ es quien lo maneja, por lo tanto ese movimiento necesita legitimarse”. A ver qué dicen sus integrantes al respecto.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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