Ricardo Raphael
Este
proceso que ayer concluyó tuvo momentos luminosos y otros francamente
detestables. Por método inicio con lo primero: a diferencia de otros
tiempos en que los candidatos eran prácticamente los únicos
protagonistas de las campañas, esta vez la sociedad tuvo muchas cosas
que decir y preguntar. No puedo afirmar que los papeles se hayan
invertido, pero sin duda se equilibraron.
Si
algo hay que celebrar es que la demanda ciudadana fue robusta y
poderosa. Cierto es que las campañas trazaron su propio itinerario, pero
también las candidaturas tuvieron que salirse del guión para responder a
la sociedad.
Los
grupos organizados no quisieron quedarse sentados a escuchar a los
abanderados; les convocaron, les amonestaron, les obligaron a
comprometerse. Lo mismo en el tema de derechos humanos, que en
educación, rendición de cuentas, estabilidad económica, ambiente o
derechos de la infancia, entre otros.
Haciendo
un balance me atrevo a decir que, al menos la mitad de los encuentros
entre candidatos y sociedad, ocurrieron a solicitud de la segunda. No
puedo negar mi contento cuando observo una sociedad más densa en sus
reflexiones y sinceramente echada para adelante a la hora de fijar
agenda pública.
La
mejor expresión de esto fue el movimiento #Yosoy132 que, más allá de su
incidencia directa sobre el resultado comicial, logró colocar a los
jóvenes como el tema más importante de nuestro presente; lo hizo a
contragolpe de la omisión que todos los candidatos habían cometido, y
aun más difícil, contra la negligencia de la mayoría de los medios de
comunicación.
En
el otro lado del análisis, contrasta la política premoderna que también
hizo escándalo al comprar, corromper, coaccionar y burlar el voto. Me
refiero a la enorme cantidad de recursos, la mayor parte públicos,
derrochados en publicidad de calle, regalos para los necesitados, nómina
para promotores, acarreos infames y en dinero regalado a la tesorería
de algunos medios; todo un etcétera rancio e inaceptable que nada tiene
que ver con la estatura merecida por este país para la nueva centuria.
Si
la autoridad electoral hace bien su trabajo no nos sorprenderemos al
ver expedientes tanto o más gruesos que el Pemexgate o los Amigos de
Fox. Ya en el pasado la autoridad destapó cloacas deshonrosas y los
beneficiarios de tales estrategias de financiamiento tuvieron que
tragarse completo el sapo. Hago aquí un voto de confianza para que, sin
importar quién ocupe mañana la Presidencia, IFE, Fepade y Tribunal
Electoral guarden suficiente dignidad para perseguir hasta la última de
las irregularidades cometidas durante esta contienda.
Curioso
país el nuestro donde expresiones aplaudibles y posmodernas de la
sociedad pueden convivir con tanto atraso clientelar y envilecido. Esto
seguimos siendo: mezcla de dos conciencias que no logran trascenderse de
una vez y por todas.
Analista político
No hay comentarios.:
Publicar un comentario