8/10/2012

De monstruos marinos y nipones crípticos

Leonardo García Tsao
L
ocarno, 9 de agosto. En el penúltimo día de la competencia de Locarno, la selección sigue sugiriendo ese dicho gringo: Aventarlo todo contra la pared, a ver qué cosa pega. Es difícil pensar en otra película que se asemeje a Leviathan, de los estadunidenses Lucien Castaing Taylor y Véréna Paravel. Según la describe el press kit, “En las mismas aguas donde el Pequod de Melville dio caza a Moby Dick, Leviathan captura el choque cooperativo entre hombre, naturaleza y máquina. Filmada con una docena de cámaras –arrojadas y balanceadas, pasada de pescador a cineasta– es un retrato cósmico de uno de los esfuerzos más antiguos del hombre”.

Lo de cósmico se traduce más bien en una mirada pacheca que se clava en las extrañas texturas que aparecen entre las burbujas y las olas del mar, las cabezas y otras partes de los pescados, parvadas de gaviotas y la maquinaria pesada involucrada en la pesca. La imagen está tratada, desde luego, con una saturación de los colores y los contrastes acentuados. En sus mejores momentos, este original documental alcanza la abstracción del arte moderno. En los peores, la sobrecarga de imágenes y la cacofonía de la banda sonora se prestan al mareo. No es algo que pueda proyectarse en una sala cinematográfica comercial (ningún distribuidor en su sano juicio la compraría). Su lugar, con el metraje reducido a la mitad, sería el de una instalación en la sala de algún museo.

Por su parte, el japonés Sho Miyake ha presentado en Playback lo que se supone es la crisis existencial de un actor treintón, que no puede resolver una sesión de doblaje. El escape del personaje es a través de la fantasía y/o el sueño, con un viaje al pasado en el que se imagina haber vuelto a sus años adolescentes, pero en su estado actual, al lado de su hermana y dos amigos.

Con la licencia otorgada por el onirismo, Miyake no se preocupa por dar sentido a su discurso ni a la forma con que lo expresa. Recursos como los jump cuts o el flash forward se emplean sólo una vez. Algunas acciones se repiten con variaciones en su desarrollo. El personaje que aparece como madre del protagonista luego resulta ser su esposa. Pero hasta los sueños cuentan con cierta coherencia narrativa.

Muchos colegas en la función de prensa desertaron de Playback porque no tuvieron paciencia con lo que parece ser un déficit de atención del director frente a su material. Uno, sin embargo, la vio hasta el mero final, en una vana esperanza de que algo ofreciera una clave con la cual descifrar sus atractivas imágenes en blanco y negro.

Según se sabe, el director del festival Olivier Père –en su tercer año al mando, no primero como señalé en un principio– no es aceptado en cierto sector de la prensa local, que ha criticado desde sus selecciones para la Piazza Grande hasta el hecho de que sea francés y no suizo. Tal vez por ello uno de los principales patrocinadores del festival ha publicado un anuncio en favor de Père, afirmando que él “…garantiza un futuro a la historia brillante del Festival –con su pasión por el gran cine, experiencia y mano segura para el diseño del programa”. No recuerdo haber visto un apoyo de ese tipo en ningún otro festival cinematográfico al que haya asistido.

Twitter: @walyder

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