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mayoría de votos, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)
determinó ayer que los casos que involucren a efectivos castrenses con
delitos cometidos contra civiles no deben ser juzgados en instancias
militares, sino por tribunales ordinarios. Esta resolución, que limita
el fuero castrense de conformidad con lo estipulado en el artículo 13
de la Constitución, se deriva de la revisión, por parte de la Corte,
del proceso contra el coronel José Arias Agredano, acusado de encubrir
el homicidio de Jethro Ramsés Sánchez a manos de soldados en mayo de
2011. Previamente, el año pasado, el máximo tribunal había avalado una
sentencia dictada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(CIHD) respecto del caso de Rosendo Radilla –dirigente campesino
detenido y desaparecido por militares en 1974–, en la cual se instaba
al Estado mexicano a reparar el daño provocado y se señalaba que la
jurisdicción castrense no debe aplicarse en caso de violación de
garantías fundamentales cometida contra la población civil.
Pero con todo y lo saludable que resulta el fallo citado, no puede dejar de señalarse que es un reflejo de acciones y omisiones inadmisibles en que han incurrido los representantes de los poderes Legislativo y Ejecutivo. Al día de hoy, y no obstante los reclamos de organismos humanitarios internacionales, de autoridades supranacionales en materia de derechos humanos y de la opinión pública en general, el Congreso de la Unión ha sido omiso en la adecuación del marco legal que regula la justicia militar y en la consecuente supresión del fuero castrense para delitos cometidos contra civiles, y con ello ha dejado abierto un amplio margen para la impunidad, la discrecionalidad y la desprotección de la población.
no está para cumplir funciones de seguridad públicay de que su despliegue por las calles del país es contrario a las funciones constitucionalmente establecidas para las agrupaciones castrenses.
Si los fallos futuros de la SCJN son consistentes con el criterio establecido ayer por sus integrantes –y no tendrían por qué no serlo–, lo menos que podría esperarse es que los legisladores acusen el recibo correspondiente y realicen las reformas necesarias para que el país cuente con un marco legal que limite el fuero militar en consonancia con lo establecido por el máximo tribunal. El Ejecutivo, por su parte, tendrá que rectificar la actual estrategia de seguridad y desmilitarizar cuanto antes la vida pública, a efecto de reducir la posibilidad de que soldados, marinos y policías federales sigan cometiendo tropelías contra la gente y de que las fuerzas del Estado sigan siendo empleadas en forma contraria a la Constitución y nociva para el bienestar de la población.
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