El documental "Las maestras de la República" recuerda a las mujeres que lucharon por la democracia y la renovación pedagógica
El premio Goya a la mejor película documental de 2014 contribuirá
seguramente a la difusión del "Las Maestras de la República", filme de
65 minutos producido por la Federación de Trabajadores de la Enseñanza
(FETE) de UGT con la colaboración de Transit, y dirigido por Pilar
Pérez Solano. Pero ya acumulaba méritos antes del galardón e incluso
un libro con el mismo título, en el que participaban buena parte de
los investigadores que han colaborado en el documental, fue publicado
en 2012 por Catarata. El proyecto de recuperar el legado de las
maestras de la segunda República es de enjundia y largo aliento.
Afirmaba María Salvo (militante de las Juventudes Socialistas Unificadas, que padeció torturas y permaneció presa entre 1941 y 1957) que lo decisivo del 14 de abril de 1931, el principio motriz de la República, fue "ese día en que maestros y maestras retiraron el tabique de madera que separaba a los niños y niñas en las aulas y salieron todos juntos a jugar por primera vez". Es éste el punto en el que arranca el documental.
La Constitución republicana de 1931 introdujo cambios sustantivos en el camino hacia la igualdad de oportunidades y para que las mujeres ganaran espacios de emancipación. El Artículo 25 del texto establecía que no podían ser fundamento de privilegio jurídico la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas ni las creencias religiosas. Además, en el Artículo 36 se disponía que los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, "tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes".
Establecido el gran marco jurídico, la educación constituyó uno de los puntales de la obra republicana. En el mismo Decreto que planteaba la creación de 7.000 plazas de maestros y maestras, se formulaba una nítida declaración de principios: "España no será una auténtica democracia mientras la mayoría de sus hijos, por falta de escuelas, se vean condenados a perpetua ignorancia". En ese contexto encaja el planteo de educación pública, obligatoria, gratuita, laica y bilingüe, que implantaba las escuelas mixtas (de niños y niñas) e incorporaba las modernas teorías pedagógicas (proponer respuestas a las necesidades de cada uno de los alumnos). El primer ministro de Instrucción Pública, Marcelino Domingo, es el autor de la acuñación "República de maestros".
¿Cuál era el punto de partida? "La República se encontró con una escuela pública de muy mala calidad. Se podían encontrar escuelas en pisos de la vecindad. En el primero vivían vecinos, en el segundo había una escuela de niñas y en el tercero una escuela de niños. En los pueblos podían estar ubicadas en las cuadras, a veces en locales municipales o en la cárcel", afirma Mar del Pozo, catedrática de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Alcalá.
Ante esa pintura negra, la República se lanzó a la mejora de la cualificación de los docentes. Los estudios de Magisterio adquirieron rango universitario. Maestras y maestros, que debían contar con el Bachillerato, se formaban juntos en la universidad con los nuevos criterios de la pedagogía moderna. También se procedió a una mejora de las retribuciones. Era un proyecto educativo -el de la República- en el que las mujeres ocupaban un rol central. Según la profesora y miembro de la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de Valladolid, Carmen García Colmenares, "eran las encargadas de educar en los valores de libertad, igualdad y solidaridad al los niños y niñas que estudiaban en las escuelas mixtas; además, su misma presencia era un modelo instructivo, especialmente para las niñas, ya que encarnaban un modelo de mujer moderna e independiente".
Maestras, mujeres, comprometidas, cultas, autónomas y libres. Que rompen con el modelo tradicional de mujer, y apuntan a un paradigma nuevo que había ido configurándose a finales del siglo XIX y principios del XX. Mujeres que acreditan méritos profesionales o intelectuales, viajan al extranjero y firman artículos en periódicos y revistas. Mudan asimismo de estética y pautas de conducta. "Se acorta el largo de los cabellos y de la falda, al tiempo que crecen las ideas", resume Carmen Agulló, profesora de Teoría e Historia de la Educación en la Universitat de València. Reclaman la igualdad de género, el sufragio universal, el acceso libre a la universidad, a la política y a leyes laborales que no discriminen. También al divorcio.
Pero ni mucho menos era ésta una realidad uniforme. La escuela rural, en las primeras décadas del siglo XX, padecía un lacerante abandono. La estrechez material y el absentismo escolar (muchos menores laboraban en el campo o en la manufactura para contribuir al sustento familiar) herían de muerte a los pueblos. Era el cuadro de la época, que las Misiones Pedagógicas trataron de aliviar y en el que las maestras debían manejarse. Según el catedrático de Instituto y doctor en Historia, Herminio Lafoz, "a las mujeres se les mandaba a los peores destinos, como a pueblos a los que no se podía llegar con coches; ellas, con sus 18 años, se embarcaban en un viaje a lomos de una mula, con una valentía y una ilusión increíbles. A pesar de que muchas veces eran recibidas con mucha dureza".
En el blog "Maestras republicanas y de FETE-UGT", creado por la historiadora Beatriz Peyrot, aparecen los retratos biográficos de algunas de estas mujeres. Es el caso de Enriqueta Agut (Castellón, 1912-México, 1998), maestra republicana y feminista que estudió Bachillerato y Magisterio, y formó parte de la primera promoción del Plan Profesional de Valencia (1931-1935). Participa en las Misiones Pedagógicas (organiza varias, a Teruel, Valencia y Cuenca). Enriqueta Agut finaliza la carrera y es destinada a una escuela infantil de Puçol (Valencia), donde ejerce hasta 1936. También desarrolla su actividad en el Instituto de Asistencia Social Maestro Ripoll. Pero la profesión no le resta tiempo para la militancia política. Muy activa y comprometida, se afilia a la FETE, a las juventudes de Esquerra Republicana y al Frente Popular femenino. Se casa en 1938 y, en febrero de 1939 traspasa la frontera de los Pirineos. Da a luz en Grenoble y poco después se embarca al exilio mexicano con su marido, hermano e hija.
Leonor Serrano (Hinojosa de Calatrava, 1890- Madrid 1942) fue maestra y abogada pero, según la historiadora Carmen Agulló, realmente se trata de "una de las principales pedagogas españolas del siglo XX, además de una escritora comprometida". En el fatídico 1898 se desplaza a Madrid para estudiar con una beca. Entre 1909 y 1912 se forma y satisface el prurito vocacional en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio. Ejerce como maestra en Ciencias y ocupa una plaza de inspectora auxiliar de primera enseñanza. Un hito vital, indiscutible, de Leonor Serrano lo marca su viaje a Roma en 1914, pues le permite adentrarse en la pedagogía Montessori. Contrae matrimonio, tiene un hijo y a partir de 1924 viaja por Francia, Suiza y Bélgica para conocer las orientaciones de la enseñanza popular obrera. La dictadura de Primo de Rivera la traslada a Castellón, Huesca y Zaragoza. En esa época cursa la carrera de Derecho y publica obras como "La enseñanza complementaria obrera" y "La educación y las profesiones femeninas", entre otras.
Adviene la segunda República. Leonor Serrano se afilia a la Unión Socialista de Cataluña (en abril de 1932 resulta elegida Secretaria de Cultura y Acción Femenina de su Comisión Ejecutiva) y se integra en la redacción de "Justicia Social". Publica además artículos de temática feminista en el diario "La Noche" de Barcelona. ¿Cuál es su ideario? Sostiene que el estado debe implicarse ante un nuevo escenario en el que las mujeres trabajan y comienza a agrietarse el paradigma femenino tradicional. Han de crearse guarderías y facilitar el acceso de la mujer a la educación. Considera el matrimonio como un contrato entre iguales (por lo que defiende con insistencia el derecho de la mujer a un trabajo remunerado).
El derecho al voto de las mujeres y el acceso a todos los cargos, una ley de divorcio y la eliminación de la pena de muerte son otros aspectos en los que Leonor Serrano pone énfasis. En 1933 publica "Diana o la educación de una niña: Libro de lectura escolar dividido en tres grados", reputado como uno de los mejores libros de texto de la época republicana. Una biografía desbordante en ideas y acción. Que trunca el franquismo. Al terminar la guerra, a Leonor se le abre expediente y es juzgada por el Tribunal de Responsabilidades Políticas. Se le suspende de empleo y sueldo. Da clases particulares para sobrevivir.
La depuración, la represión y el exilio castigaron desde 1936 en la zona franquista y, a partir de 1939, en la zona antes republicana, a muchos colectivos pero singularmente al cuerpo de maestros y maestras. En el caso de las maestras, se explica en el documental de FETE-UGT, la represión obedeció "al intento de desterrar el modelo de mujer libre e independiente que representaban, muy opuesto al ideal que propugnaba el nacionalcatolicismo; el régimen franquista realizó un meticuloso trabajo por depurar física y simbólicamente su legado".
A pesar de ello, hasta el último día, muchas maestras de la República continuaron con su labor en las prisiones. Al tiempo que cumplían condenas, educaron a hijos e hijas de presas y también a sus compañeras de cárcel. Otras pudieron expatriarse. También entonces obedecían a su compromiso y a su vocación, a veces formando a niños y niñas de la guerra. Otras, las no "paseadas" y fusiladas, padecieron en silencio el exilio interior. "Este documental es un pequeño homenaje a todas ellas", afirman las autoras.
Afirmaba María Salvo (militante de las Juventudes Socialistas Unificadas, que padeció torturas y permaneció presa entre 1941 y 1957) que lo decisivo del 14 de abril de 1931, el principio motriz de la República, fue "ese día en que maestros y maestras retiraron el tabique de madera que separaba a los niños y niñas en las aulas y salieron todos juntos a jugar por primera vez". Es éste el punto en el que arranca el documental.
La Constitución republicana de 1931 introdujo cambios sustantivos en el camino hacia la igualdad de oportunidades y para que las mujeres ganaran espacios de emancipación. El Artículo 25 del texto establecía que no podían ser fundamento de privilegio jurídico la naturaleza, la filiación, el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas ni las creencias religiosas. Además, en el Artículo 36 se disponía que los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de 23 años, "tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes".
Establecido el gran marco jurídico, la educación constituyó uno de los puntales de la obra republicana. En el mismo Decreto que planteaba la creación de 7.000 plazas de maestros y maestras, se formulaba una nítida declaración de principios: "España no será una auténtica democracia mientras la mayoría de sus hijos, por falta de escuelas, se vean condenados a perpetua ignorancia". En ese contexto encaja el planteo de educación pública, obligatoria, gratuita, laica y bilingüe, que implantaba las escuelas mixtas (de niños y niñas) e incorporaba las modernas teorías pedagógicas (proponer respuestas a las necesidades de cada uno de los alumnos). El primer ministro de Instrucción Pública, Marcelino Domingo, es el autor de la acuñación "República de maestros".
¿Cuál era el punto de partida? "La República se encontró con una escuela pública de muy mala calidad. Se podían encontrar escuelas en pisos de la vecindad. En el primero vivían vecinos, en el segundo había una escuela de niñas y en el tercero una escuela de niños. En los pueblos podían estar ubicadas en las cuadras, a veces en locales municipales o en la cárcel", afirma Mar del Pozo, catedrática de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Alcalá.
Ante esa pintura negra, la República se lanzó a la mejora de la cualificación de los docentes. Los estudios de Magisterio adquirieron rango universitario. Maestras y maestros, que debían contar con el Bachillerato, se formaban juntos en la universidad con los nuevos criterios de la pedagogía moderna. También se procedió a una mejora de las retribuciones. Era un proyecto educativo -el de la República- en el que las mujeres ocupaban un rol central. Según la profesora y miembro de la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de Valladolid, Carmen García Colmenares, "eran las encargadas de educar en los valores de libertad, igualdad y solidaridad al los niños y niñas que estudiaban en las escuelas mixtas; además, su misma presencia era un modelo instructivo, especialmente para las niñas, ya que encarnaban un modelo de mujer moderna e independiente".
Maestras, mujeres, comprometidas, cultas, autónomas y libres. Que rompen con el modelo tradicional de mujer, y apuntan a un paradigma nuevo que había ido configurándose a finales del siglo XIX y principios del XX. Mujeres que acreditan méritos profesionales o intelectuales, viajan al extranjero y firman artículos en periódicos y revistas. Mudan asimismo de estética y pautas de conducta. "Se acorta el largo de los cabellos y de la falda, al tiempo que crecen las ideas", resume Carmen Agulló, profesora de Teoría e Historia de la Educación en la Universitat de València. Reclaman la igualdad de género, el sufragio universal, el acceso libre a la universidad, a la política y a leyes laborales que no discriminen. También al divorcio.
Pero ni mucho menos era ésta una realidad uniforme. La escuela rural, en las primeras décadas del siglo XX, padecía un lacerante abandono. La estrechez material y el absentismo escolar (muchos menores laboraban en el campo o en la manufactura para contribuir al sustento familiar) herían de muerte a los pueblos. Era el cuadro de la época, que las Misiones Pedagógicas trataron de aliviar y en el que las maestras debían manejarse. Según el catedrático de Instituto y doctor en Historia, Herminio Lafoz, "a las mujeres se les mandaba a los peores destinos, como a pueblos a los que no se podía llegar con coches; ellas, con sus 18 años, se embarcaban en un viaje a lomos de una mula, con una valentía y una ilusión increíbles. A pesar de que muchas veces eran recibidas con mucha dureza".
En el blog "Maestras republicanas y de FETE-UGT", creado por la historiadora Beatriz Peyrot, aparecen los retratos biográficos de algunas de estas mujeres. Es el caso de Enriqueta Agut (Castellón, 1912-México, 1998), maestra republicana y feminista que estudió Bachillerato y Magisterio, y formó parte de la primera promoción del Plan Profesional de Valencia (1931-1935). Participa en las Misiones Pedagógicas (organiza varias, a Teruel, Valencia y Cuenca). Enriqueta Agut finaliza la carrera y es destinada a una escuela infantil de Puçol (Valencia), donde ejerce hasta 1936. También desarrolla su actividad en el Instituto de Asistencia Social Maestro Ripoll. Pero la profesión no le resta tiempo para la militancia política. Muy activa y comprometida, se afilia a la FETE, a las juventudes de Esquerra Republicana y al Frente Popular femenino. Se casa en 1938 y, en febrero de 1939 traspasa la frontera de los Pirineos. Da a luz en Grenoble y poco después se embarca al exilio mexicano con su marido, hermano e hija.
Leonor Serrano (Hinojosa de Calatrava, 1890- Madrid 1942) fue maestra y abogada pero, según la historiadora Carmen Agulló, realmente se trata de "una de las principales pedagogas españolas del siglo XX, además de una escritora comprometida". En el fatídico 1898 se desplaza a Madrid para estudiar con una beca. Entre 1909 y 1912 se forma y satisface el prurito vocacional en la Escuela de Estudios Superiores de Magisterio. Ejerce como maestra en Ciencias y ocupa una plaza de inspectora auxiliar de primera enseñanza. Un hito vital, indiscutible, de Leonor Serrano lo marca su viaje a Roma en 1914, pues le permite adentrarse en la pedagogía Montessori. Contrae matrimonio, tiene un hijo y a partir de 1924 viaja por Francia, Suiza y Bélgica para conocer las orientaciones de la enseñanza popular obrera. La dictadura de Primo de Rivera la traslada a Castellón, Huesca y Zaragoza. En esa época cursa la carrera de Derecho y publica obras como "La enseñanza complementaria obrera" y "La educación y las profesiones femeninas", entre otras.
Adviene la segunda República. Leonor Serrano se afilia a la Unión Socialista de Cataluña (en abril de 1932 resulta elegida Secretaria de Cultura y Acción Femenina de su Comisión Ejecutiva) y se integra en la redacción de "Justicia Social". Publica además artículos de temática feminista en el diario "La Noche" de Barcelona. ¿Cuál es su ideario? Sostiene que el estado debe implicarse ante un nuevo escenario en el que las mujeres trabajan y comienza a agrietarse el paradigma femenino tradicional. Han de crearse guarderías y facilitar el acceso de la mujer a la educación. Considera el matrimonio como un contrato entre iguales (por lo que defiende con insistencia el derecho de la mujer a un trabajo remunerado).
El derecho al voto de las mujeres y el acceso a todos los cargos, una ley de divorcio y la eliminación de la pena de muerte son otros aspectos en los que Leonor Serrano pone énfasis. En 1933 publica "Diana o la educación de una niña: Libro de lectura escolar dividido en tres grados", reputado como uno de los mejores libros de texto de la época republicana. Una biografía desbordante en ideas y acción. Que trunca el franquismo. Al terminar la guerra, a Leonor se le abre expediente y es juzgada por el Tribunal de Responsabilidades Políticas. Se le suspende de empleo y sueldo. Da clases particulares para sobrevivir.
La depuración, la represión y el exilio castigaron desde 1936 en la zona franquista y, a partir de 1939, en la zona antes republicana, a muchos colectivos pero singularmente al cuerpo de maestros y maestras. En el caso de las maestras, se explica en el documental de FETE-UGT, la represión obedeció "al intento de desterrar el modelo de mujer libre e independiente que representaban, muy opuesto al ideal que propugnaba el nacionalcatolicismo; el régimen franquista realizó un meticuloso trabajo por depurar física y simbólicamente su legado".
A pesar de ello, hasta el último día, muchas maestras de la República continuaron con su labor en las prisiones. Al tiempo que cumplían condenas, educaron a hijos e hijas de presas y también a sus compañeras de cárcel. Otras pudieron expatriarse. También entonces obedecían a su compromiso y a su vocación, a veces formando a niños y niñas de la guerra. Otras, las no "paseadas" y fusiladas, padecieron en silencio el exilio interior. "Este documental es un pequeño homenaje a todas ellas", afirman las autoras.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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