Cumbre del TLCAN
Ana María Aragonés
Los
presidentes Enrique Peña Nieto, de México; Barack Obama, de Estados
Unidos, y el primer ministro de Canadá, Stephen Harper, se reunieron
este 19 de febrero en Toluca. La agenda básicamente se enfocó en los
intereses de Estados Unidos; es decir, los energéticos: petróleo y
electricidad. No es de extrañar que Enrique Peña Nieto se encuentre muy
contento pues entregará buenas cuentas a los intereses del país vecino,
ya que logró la reforma energética por medio de la cual se entregará a
las inversiones privadas nacionales y extranjeras el único bien que le
quedaba a la nación.
A cambio de tan inmenso favor, Peña Nieto no está
planteando ninguna propuesta para superar muchos de los problemas que
hay en la relación tanto con Estados Unidos como con Canadá. Con este
último país, un factor muy lacerante son las visas que se piden ahora a
los mexicanos, pero tal parece que Stephen Harper ya ha dicho que no
habrá cambio: las visas se seguirán solicitando. De ser así, ¿por qué
México no aplica la misma política para los canadienses? ¿Cuál puede
ser la razón para que no haya el mismo trato de un lado y otro?
Subordinación, esa es la respuesta.
En relación con Estados Unidos los
problemas a discutir son muchos, pero hay algunos más apremiantes; por
ejemplo, la cuestión migratoria y las enormes deportaciones que está
llevando a cabo Barack Obama, de tal magnitud que The Economist la ha llamado
The great expulsion, situación absolutamente inaceptable pues viola de manera flagrante los derechos humanos de trabajadores que llevan años en Estados Unidos y destruye a las familias, y lo peor de todo es que aquí no pasa nada, no hay el más mínimo reclamo por parte de México.
Pero ¿por qué los trabajadores mexicanos indocumentados están en el
país vecino? Son flujos que se han incrementado en forma extraordinaria
desde hace 20 años, más o menos, fecha que exactamente concuerda con la
firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Si bien las posiciones se polarizan cuando se trata de analizar que
ha pasado con el TLCAN, sus furibundos defensores hicieron oídos sordos
a muchas voces contrarias. Pero lamentablemente la realidad dio la
razón a sus detractores, pues el país está alejadísimo de las
maravillosas proyecciones de esos funcionarios. Los beneficios que las
inversiones extranjeras directas (IED) iban a producir simplemente no
permitieron cambiar los flujos de hombres por tomates, como se decía,
fue todo lo contrario. Con las IED se profundizó la tendencia
maquiladora del país, de tal suerte que las tan cacareadas
exportaciones manufactureras, es decir, básicamente de la industria
automotriz, corresponden a trasnacionales. Ellas reciben enormes
ganancias al beneficiarse del trabajo de una mano de obra barata que
les permite ser altamente competitivas en el mercado internacional.
Al mismo tiempo, el campo mexicano está devastado, porque estamos
invadidos por importaciones agroalimentarias, básicamente de Estados
Unidos. Los granjeros estadunidenses se benefician de la mano de obra
mexicana, muchos son indocumentados, y por ello sus productos son
altamente competitivos.
La
realidad del campo mexicano es sumamente triste, resultado de la puesta
en marcha del TLCAN. Hay un déficit agrícola de 2 mil millones de
dólares y un decremento de la actividad ganadera, con una disminución
de 30 por ciento en el hato ganadero en las últimas dos décadas ( El Sol de San Luis).
Por su parte, el Centro de Investigación Económica y de Política (CEPR,
por sus siglas en inglés), con sede en Washington, considera que el
tratado
fue un terrible errorpara México, pues el crecimiento económico y social que se suponía iba a impulsar el tratado de ninguna manera se hizo realidad, pues los salarios se estancaron en estos 20 años y el crecimiento del producto interno bruto (PIB) per cápita mexicano (18.6 por ciento) fue la mitad del promedio de América Latina, lo que no ha permitido superar la pobreza, que se mantiene en 52.3 por ciento de la población, y los salarios apenas subieron 2.3 por ciento entre 1994 y 2012. Dos millones de campesinos perdieron su empleo, la mayoría de los cuales formaron los enormes flujos de indocumentados que se encuentran en el país vecino.
Un botón de muestra de la enorme desesperación son los productores
de manzana, que lograron una cosecha récord; sin embargo, de las 80 mil
toneladas que hace un mes podían comercializar queda menos de la mitad,
y todo ello debido a la importación de productos estadunidenses de baja
calidad. Los productores derriban los árboles de sus huertas y
abandonan la actividad que mantuvieron desde el tiempo de sus
bisabuelos, pues la comercialización del fruto ya está
colapsaday las promesas del gobierno sólo quedan en discursos.
Es así que los
huertos desaparecen y más de 400 toneladas de madera son transformadas
en carbón vegetal ( La Jornada, 17 de febrero). Diconsa se
comprometió a comprar mil 500 toneladas de frijol, y a la fecha sólo ha
comprado 60. ¡Increíble! Todo lo cual es una muestra fehaciente de que
no hay el más mínimo atisbo de solución para recuperar la
autosuficiencia alimentaria.
Lo que ha sucedido con los productores mexicanos, producto del TLCAN
y del neoliberalismo, ha sido la generación de diversas formas de
violencia. Como se observa, se están destruyendo sus formas
productivas, de vida comunitaria y de relación con el medio ambiente,
todo lo cual, como señala Víctor M. Quintana, ha facilitado la
implantación de los cárteles de la droga y el crimen organizado, precisamente ahí donde el Estado falló.
Estas son algunas de las razones por las cuales Estados Unidos se
está beneficiando de los trabajadores indocumentados mexicanos que
ahora, por razones políticas, están viviendo las inhumanas
deportaciones. ¿No sería éste un tema nodal para ser tratado con Barack
Obama e instarlo a detener semejante sangría?
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