En
lo que confirma una estrategia paulatina de ajustes al gabinete
presidencial, sin mover su diseño de origen, en los próximos días se
anunciará el relevo de un comisionado del gobierno federal. Pero no
piense mal, no se trata del comisionado presidencial para Michoacán,
Alfredo Castillo, sometido en fechas recientes a un intenso tiroteo
político y mediático, sino del otro nombrado por el presidente Enrique
Peña Nieto: el comisionado Nacional de Seguridad Pública, Manuel
Mondragón y Kalb.
El doctor Mondragón dejará la Comisión que le crearon en este
gobierno para dar paso, nos dicen, a un “político con experiencia” que
estuvo hasta ahora en la banca y que, en cuestión de días, será
presentado como el nuevo responsable de la estrategia nacional de
seguridad que coordina desde la Secretaría de Gobernación su titular
Miguel Osorio Chong, en cuyo despacho está lista la propuesta del
relevo.
La salida de Mondragón y Kalb se producirá en medio de los
desacuerdos que tuvo el funcionario con el equipo de Gobernación y que
ocasionaron el repliegue del comisionado tras varios episodios
declarativos que no gustaron en Bucareli. La creación de un vocero del
Sistema Nacional de Seguridad Pública, en la figura de Monte Alejandro
Rubido, fue la confirmación de que el estilo directo y franco del
doctor no cayó bien en el Palacio de Covián.
Las diferencias no fueron sólo de forma sino de fondo; el médico
nunca estuvo del todo de acuerdo con la creación de la Gendarmería
Nacional que prometió en campaña el presidente Enrique Peña Nieto, y
aunque la apoyaba en público, en privado el funcionario mostraba su
desacuerdo con lo que consideraba “ocurrencias”. El resultado fue que
el cuerpo de guardias especiales se postergó y sigue aún entrampado en
definiciones jurídicas y burocráticas sobre su integración.
En realidad Mondragón nunca fue parte del equipo peñista y su
invitación al cargo tuvo más que ver con la buena imagen que logró en
el gobierno capitalino de Marcelo Ebrard como responsable de la
seguridad en la Ciudad de México. Sin embargo, ya dentro del gabinete
federal, cargo que aceptó después de la reticencia inicial de su
familia, comenzó a chocar con el equipo del secretario Osorio Chong y
pronto se hicieron evidentes las diferencias.
El nombramiento del comisionado federal para Michoacán significó, en
los hechos, el desplazamiento de la figura del doctor Mondragón en las
acciones directas en ese estado. Si bien la Policía Federal siguió
jugando un papel protagónico en la estrategia, el comisionado que
despachaba desde avenida Constituyentes perdió peso y presencia en las
decisiones que se tomaban en el estado occidental por el otro
comisionado que despachaba en Morelia.
“Nunca se adaptó al estilo de trabajar de este gobierno, no entendió
que su trabajo había cambiado y ya no era sólo la seguridad de la
Ciudad de México sino de todo el país”, comentó una fuente oficial que
confirmó el anuncio del cambio en la Comisión Nacional de Seguridad en
los próximos días y el perfil “más político” en el nombramiento del
nuevo titular.
Se confirma así que, sin haber optado por un cambio mayor al
gabinete, el presidente Peña sí está ajustando sus piezas y sus
colaboradores en áreas que, después de una evaluación realizada, o no
estuvieron a la altura de sus expectativas o dejaron de acompañar su
proyecto y su visión de país. Y en esa lógica, dicen, seguirán los
cambios graduales en el equipo presidencial.
NOTAS INDISCRETAS… ¡Qué vueltas da la vida! En septiembre del 2011,
Ernesto Cordero lanzó una frase que registraron varios medios: “¡Ya
dejen en paz al pobre de Larazábal!”, clamó el entonces secretario de
Hacienda cuando los periodistas le preguntaron sobre el alcalde de
Monterrrey, entonces envuelto en el escándalo del Casino Royale y los
sobornos en forma de quesos que cobraba su hermano Jonás entre los
casineros de la ciudad regia. Ayer Cordero volvió a usar la misma
expresión, pero esta vez para salir en defensa de su jefe, el ex
presidente: “¡Ya dejen en paz al presidente Calderón. Tiene todo el
derecho de rehacer su vida!”, volvió a clamar el ahora senador. Llama
la atención que Cordero ubique en la misma situación a un político tan
cuestionado como Larrazábal y a su ex jefe, a quien por cierto, muy al
estilo gringo aún le llama “el presidente Calderón”. Tal parece que
para el senador no ha pasado el tiempo y que su defensa apasionada del
ex presidente tiene más que ver con cierta desesperación porque, por
más que se mueve y busca alianzas con Josefina Vázquez Mota y con Juan
Manuel Oliva, no acaba de crecer para disputarle el PAN a Gustavo
Madero. La pregunta sería qué le hace pensar a don Ernesto que Calderón
le puede ayudar si en su momento, cuando se lanzó a la aventura
presidencial desde Hacienda lo dejó solo y chiflando en la loma… Los
dados se estrenan en viernes. Escalera doble para cerrar la semana.
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