La vida industrial se
nutre de las actividades de minería, manufactura, producción y
suministro de electricidad, suministro de agua y gas natural y,
finalmente, de la importantísima –aunque hoy deprimida– industria de la
construcción.
Actualmente estas actividades representan 30 por ciento del producto
interno bruto (PIB). El comercio y los servicios, en cambio, cubren la
mitad de ese PIB, con 17 y 33 por ciento, respectivamente. El 20 por
ciento restante corresponde a transporte, actividades agropecuarias y
actividades de información.
De 1993 –uno de los años base para la contabilidad nacional– a la
fecha, la actividad industrial de mayor crecimiento ha sido la de
suministro de electricidad, agua y gas natural. Básicamente, por un
crecimiento anual muy importante de la industria eléctrica. En 2019, por
ejemplo, creció casi a 3 por ciento, a pesar de la leve pero
significativa caída del PIB. En particular, en actividades como minería y
construcción, las manufacturas textil, confección, química, metálica
básica y productos metálicos.
Respecto al nivel registrado en 1993, el índice actual de la
industria eléctrica corresponde a poco más de tres veces. Algo similar
ocurre con la fabricación de equipo de transporte. No es el caso de la
minería, cuya producción ha disminuido en 45 por ciento respecto a su
nivel de 1993. Fundamentalmente, por la pérdida tan grande en extracción
de petróleo y gas natural. Sí, lamentablemente, ésta ha bajado en 30
por ciento en comparación con su nivel de 1993. Pero casi 60 por ciento
respecto a su valor máximo registrado, por cierto, en 2004.
La manufactura, en conjunto, ha crecido 75 por ciento en casi 30
años. Pero hay ramas que, pese a su repunte respecto al nivel de
producción registrado hace 30 años, actualmente están muy por debajo de
su índice medio anual máximo. Es el caso de la textil en su conjunto.
Integra insumos y productos textiles, confección y vestido, cuyos
niveles actuales de producción son inferiores en más de 30 por ciento a
sus valores máximos, registrados en 2000. Sorprenden también caídas
importantes en esferas manufactureras, como la metálica básica, del
orden de 25 por ciento.
¿Qué sucede? En general, hay procesos de restructuración muy
profundos. Muy desiguales, por cierto. Tienen que ver no sólo con la
mayor o menor competencia internacional. También con las
transformaciones tecnológicas y con cambios similarmente profundos en
los procesos productivos y en las habilidades obreras.
En estas actividades industriales se concentra hoy de 12 a 15 por
ciento de una población económicamente activa (PEA) que en 2019 promedió
57 millones de personas y de la cual, actualmente, se registran
oficialmente 2 millones de desempleados. Sí, cerca de 7 millones de
personas se ocupan en minería, manufactura, producción y suministro de
electricidad, suministro de agua y gas natural y en la industria de la
construcción. Su futuro es incierto.
Concluyamos con una idea difícil de aceptar. Globalmente, las
actividades industriales se han debilitado en nuestro país. A principios
de los años 80 casi llegaron a representar 40 por ciento del PIB
nacional. Hoy, como hemos visto, ha perdido 10 puntos de ese PIB.
Lamentablemente. Ya reflexionaremos un poco más sobre los efectos de
este debilitamiento industrial. Sin duda.
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