3/14/2020

Mujeres argelinas, las heroínas ignoradas de la revolución


Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández




Millones de mujeres argelinas, traicionadas tras la independencia, continúan luchando por sus derechos básicos. Mujeres argelinas manifestándose en Argel en una marcha de protesta contra el gobierno. 14 de febrero de 2020 (AFP)
A la vez que se producen las celebraciones que conmemoran el Día Internacional de la Mujer, las mujeres argelinas afirman también su presencia y demandas de liberación, mientras continúan las protestas semanales contra el régimen.
Ha pasado un año desde que los argelinos tomaron las calles en ciudades, pueblos y aldeas, primero para oponerse al deseo del entonces presidente Abdelaziz Bouteflika de un quinto mandato, y después para expresar su rechazo hacia el régimen en su totalidad.
Desde entonces se han conseguido muchas cosas: la renuncia de Bouteflika, el aplazamiento de las elecciones nacionales, la deslegitimación del voto reprogramado mediante un boicot nacional coordinado, la liberación de innumerables presos políticos y el encarcelamiento de las principales figuras del régimen.
Oposición al régimen
En las últimas semanas se ha sido testigo de una significativa unidad nacional y de una organización de masas en lucha continua contra el régimen militar que ha gobernado Argelia desde que el pueblo obtuvo su independencia de Francia en 1962. El mes pasado señaló también el aniversario del asesinato de Nabila Djahnine, una activista por los derechos de la mujer asesinada durante la guerra civil en la década de 1990.
Djahnine luchó por los derechos de las mujeres argelinas criticando abiertamente al régimen y las leyes de códigos familiares que convertían efectivamente a las mujeres en ciudadanas de segunda clase, dependientes financiera y socialmente de sus esposos o padres.
Ella inspiró a muchas personas para oponerse al régimen y denunció la violencia contra las mujeres. La lucha que emprendió hace décadas prosigue hasta nuestros días.
Las mujeres argelinas fueron traicionadas de muchas maneras después de la revolución y la independencia, mientras el régimen consolidaba su poder en todas las instituciones.
Las demandas y críticas de las principales activistas se rechazaron y denunciaron tildándolas de contrarias al “interés nacional”. Las contribuciones de las antiguas revolucionarias fueron, en el mejor de los casos, enseñadas selectivamente en las escuelas, y, a menudo, relegadas a la oscuridad en los archivos públicos nacionales.
Aparte de algunos relatos orales y escritos, junto con videos de discursos que han resurgido gracias a Internet, apenas se escuchará hablar de luchadoras por la libertad como Djamila Bouhired. Pero activistas como ella -que fueron torturadas, encarceladas y enfrentadas a la pena de muerte por oponerse al colonialismo francés- mantienen vivo el fuego de la lucha de liberación en la memoria colectiva del pueblo.
Hoy en día Bouhired recorre el país como parte del movimiento hirak, reuniéndose para apoyar nuevas protestas, poner fin al statu quo y que se reconozca que el pueblo argelino sigue sin recibir igualdad y justicia, en especial en el caso de las mujeres.
El lado correcto de la historia
Al acercarse el primer aniversario de las protestas hirak, me incorporé recientemente a las manifestaciones semanales de los viernes en Argel. Me senté junto a la exmilitante del Frente de Liberación Nacional (FLN), Louisette Ighilahriz, mientras esperaba que la gente se reuniera para la marcha. Loisette, de 83 años, se ha unido al hirak todas las semanas desde el 22 de febrero de 2019 “para que le pouvoir
[el poder]
sepa que ha traicionado al pueblo, que ha traicionado nuestra lucha”, me dijo.
A medida que más y más personas se congregaban a nuestro alrededor para darle un beso, tomarle una foto o simplemente contarle sobre la fuerza y la inspiración que brinda, Ighilahriz parecía encantada de estar entre su pueblo, una vez más en el lado correcto de la historia.
Título: Former FLN militant Louisette Ighilahriz is pictured in Paris in 2003 (AFP)
La exmilitante del FLN Luisette Ighilahriz, derecha, fotografiada en París en 2003
Con su agudo sentido político aún intacto, revisaba diligentemente los mensajes que figuraban en cualquier pancarta que alguien quisiera colocar en sus manos para una foto. No quería que nadie pusiera en su boca palabras con las que ella no estuviera de acuerdo.
El Estado argelino se ha reinventado ya demasiado, forzando a que un régimen represivo y corrupto siga gobernando con la falsa justificación de que está honrando a los cientos de miles de mártires de la guerra de liberación de Argelia.
La imagen era muy potente. Podías ver las raíces de su amor, admiración e impulso por las personas de a pie, por las masas. Fue un breve momento en el que se reivindicó la verdadera memoria revolucionaria de Argelia, la que vive y lucha.
Le pregunté a Ighilahriz qué querría que se comunicara internacionalmente a aquellos que desean apoyar la lucha argelina hoy. Ella respondió: “Necesitamos vuestra solidaridad, hablar, gritar, hacer que las demandas del pueblo argelino se conozcan en todo el mundo”.
“Hablar sin parar”
La escritora Assia Djebar, una de las voces más importantes para las mujeres argelinas, escribió una vez que solo hay una forma de liberar a las mujeres argelinas: “Hablar, hablar sin parar, de ayer y de hoy” para mirar “más allá de los muros y las prisiones”.
De hecho, las mujeres del hirak, a las que a menudo se encuentra liderando las manifestaciones, están luchando para derribar todos los muros erigidos a su alrededor.
Cuando el régimen intenta encarcelarlas por atreverse a buscar la libertad, como fue el caso de las activistas Samira Messouci, Nour el-Houda Dahmani y Fatiha Belaifa, por nombrar solo a algunas, lo único que consigue es fortalecer su convicción de seguir luchando. Messouci, que se estaba convirtiendo en una amenaza creciente por su agudeza política, sus poderosos discursos y sus capacidades de movilización, fue liberada después de cumplir seis meses en prisión y regresó a las calles de inmediato. También hay otras heroínas diferentes de la lucha de las mujeres argelinas. Pocos días antes del Día Internacional de la Mujer, mi tía Najma falleció. Sin saberlo, y ciertamente sin pretenderlo, ella era mi heroína feminista.
Como tantas mujeres argelinas, sus contribuciones apenas se reconocieron mientras estaba viva y, en última instancia, fueron relatadas como un defecto. Para mí, ella representa a las mujeres argelinas que han pasado gran parte de su vida luchando contra un sistema construido para silenciarlas a través de la violencia y las leyes misóginas.
Mi tía perdió a su padre a una edad temprana y se encontró siendo responsable de una madre analfabeta, que se había casado cuando todavía era una niña, así como de sus hermanos y hermanas. Asumió el papel de cabeza de familia, tomando el lugar de su padre y teniendo que soportar que le dieran constantemente con la puerta en las narices, haciendo frente en todo momento al rechazo. La rechazaban con el omnipresente “Señora, eso es sencillamente imposible” en todos los problemas financieros o legales que intentaba resolver.
Luz resplandeciente
Nunca la vi aceptar la derrota. No creo que ella haya entendido el significado de “tienes que conocer cuál es tu lugar”. Al crecer, oía a primos y tíos bromeando que ella no era realmente una mujer.
Sabía que sus demandas de un Estado de bienestar funcional, acceso a la atención médica, educación bien financiada y una ley de herencia no discriminatoria eran derechos básicos que no deberían requerir fuerza imposible, batallas interminables e incluso amenazas a la libertad.
Emprendía esas batallas todos los días, no porque fuera una activista feminista, no le hubiera gustado el término, sino porque quería una vida decente para ella, sus hermanas y sus sobrinas.
Las mujeres argelinas que marchan hoy se niegan de manera similar a aceptar que, en un país rico en petróleo y gas natural, estas demandas no deberían ser otra cosas más que demandas básicas y no grandes concesiones.
No importa lo que mi tía lograra, a menudo con mucho sacrificio personal, los hombres que la rodeaban la subestimaron siempre.
Nada de eso le importó al final; ella no esperaba ni lamentaba nada. Ella era Najma (“estrella” en árabe) y brillaba más que todos los que la rodeaban y eran cómplices de un sistema organizado contra las mujeres.
Su batalla es la de los millones de mujeres argelinas en las calles, en las celdas del régimen y en los lugares de trabajo en Argel, Constantina y Orán, pero también en Marsella, París y Lyon. Su lucha es diaria, feroz e implacable. Y saben que esta vez es, en palabras del canto omnipresente, “revolución hasta la victoria”.
Malia Bouattia es activista, expresidenta de la Unión Nacional de Estudiantes, cofundadora de la Red de Estudiantes no Sospechosos/Educadores no Informantes y presentadora/tertuliana en el programa Women Like Us de la televisión musulmana británica.
Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.

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