Feminismo Veral
Uno
de los más relevantes hechos políticos contemporáneos es el
posicionamiento del feminismo como una fuerza transformadora de alcance
mundial, conseguido tanto por sus aportes a la movilización de ideas
para aprehender la realidad y actuar sobre ella, como por la acción
política y estratégica que, como pieza medular para todo cambio, se
despliega desde múltiples escenarios.
De Buenos Aires a
Manila, de Ciudad del Cabo a Sao Paulo, de Delhi a San Juan y en todos
los rincones del planeta, una multiplicidad de situaciones estructurales
y datos delinean la abigarrada cartografía de las relaciones de poder
patriarcal, a la vez que amplias movilizaciones, reivindicaciones y
resistencias revelan el carácter histórico, por tanto reversible, de ese
poder.
Legatario de la provocación epistemológica colocada por la conceptualización del patriarcado[1]
como sistema socioeconómico y cultural complejo, el feminismo del Siglo
XXI ha emprendido la dilucidación de los componentes de esa formación
social, para evidenciar tanto sus expresiones situadas como las de
carácter sistémico y proponer cambios que inhabiliten las dinámicas que
propician su reproducción histórica.
Estos avances
políticos y teóricos han permitido mostrar que la transformación de la
realidad socio económica de las mujeres tiene una relación dialéctica
con cambios en la estructura general de la sociedad. Así, en un contexto
en el que se condensa la concentración de bienes y recursos y se
multiplican los niveles de exclusión geoeconómica, el feminismo coloca
la contradicción capital-vida como categoría de análisis indispensable
para explicar fenómenos tales como la tendencia al descarte exponencial
de las mujeres y otras personas afectadas por desigualdades
estructurales. La contradicción capital-vida se agudiza mientras la
reproducción del capitalismo global apunta a la mercantilización de la
vida -de todas las esferas y de todas las necesidades-, a la vez que su
expansión reposa sobre la intensificación de la explotación de la
naturaleza y de las personas.
Sobre la base del
reconocimiento de la división sexual del trabajo formulada en el siglo
XIX y del valor del trabajo doméstico conceptualizado en el XX, la
economía feminista ha incursionado en la formulación de horizontes
económicos alternativos y sistémicos, que apuntan hacia la
sostenibilidad de la vida[2],
desde un enfoque de diversidad económica en la que el mercado
capitalista es el poder dominante, pero sólo eso. Esta perspectiva
figura en conceptualizaciones recientes tales como la economía para el
Buen Vivir[3],
que coloca la reproducción de la vida y no la del capital al centro de
los proyectos de sociedad. Similares planteos se delinean en otras
perspectivas de economías alternativas, como la del cuidado, que
“Incluyen diversas actividades de producción, intercambio y generación
de ingresos que no se rigen por la lógica del mercado capitalista y que
se asocian a la satisfacción de necesidades básicas de alimentación,
vivienda, vestido, infraestructura básica. Involucran saberes, prácticas
y tecnologías que hacen parte de los acervos culturales de diversas
sociedades y comunidades”[4].
Con
creatividad y con múltiples cuestionamientos a los discursos
dominantes, a sus omisiones y presunciones, el feminismo ha develado una
realidad heterogénea, diversa y contradictoria, que apela a su vez a
renovadas miradas dialécticas sobre el porvenir y la historia, que
incluyen dimensiones antes consideradas específicas, como es el caso de
la sexualidad y la reproducción, ahora en debate en esferas de la
política pública y de la normativa internacional, así como en las
calles, en los escenarios económicos y de política económica, en los
medios y otros.
Por su parte el patriarcado, mimetizado
con las reconfiguraciones de poder del capitalismo global, muestra
músculo y presenta mecanismos reajustados a las circunstancias y los
tiempos. La simbiosis entre patriarcado y capitalismo global está
presente en la disputa por el control del mundo por parte de los poderes
transnacionales, financieros, comunicacionales y militares; está en la
brega por la hegemonía tecnológica, perentoria para el ejercicio del
poder en el capitalismo de la vigilancia; está en los envites
geoeconómicos y los ‘reordenamientos territoriales’ inherentes al
control de los recursos ‘naturales’ y de la tierra; así como en los
diseños gerenciales para el manejo de las sociedades ‘por fuera de la
política’, y otros.
La transición de un proyecto de mundo
multilateral, basado en la existencia de Estados, países y culturas,
hacia uno cimentado en intereses corporativos privados, con poderes
supraestatales, omnímodos y fácticos, no es menor. La globalización, que
se cristalizó en el último cuarto del Siglo XX, produjo una importante
disputa de sentidos, no sólo por las resistencias de pueblos y culturas
frente a la homogenización, sino porque su modelo extraterritorial, bajo
la predominancia de las transnacionales y el capital financiero,
implicó una intensa conculcación de derechos económicos, sociales,
colectivos, entre ellos los laborales, para reorganizar la producción a
escala mundial, con formas tales como la deslocalización del trabajo, la
flexibilización o las cadenas de producción global.
Las
mujeres son mayoría en cadenas de producción flexible y muchas veces
insalubre, en áreas clave para el nuevo momento del capitalismo, por
ejemplo el de las tecnologías digitales[5],
ni hablar de las conocidas zonas francas o aquellas de la producción
agrícola transnacional, para mencionar algunas. Es más, se han
desarrollado márgenes socioeconómicos donde mujeres, conjuntamente con
personas sin poder, tales como las indocumentadas y otras, configuran
una geopolítica de la supervivencia a escala global[6].
Saskia Sassen caracteriza a las economías sumergidas, informales e
incluso ilegales como estructurales al sistema, de modo que la
precarización laboral no sólo convive sino que sustenta los salarios
elevados, los derechos y los empleos dignos de pocos.
Pero
estamos también ante una transnacionalización de la violencia
patriarcal, pues a la par del recrudecimiento de la violencia machista
pública y privada, se han posicionado también las doctrinas de control y
prácticas de expoliación de datos personales que se asocian al
capitalismo de la vigilancia, y peor aún han entrado al cotidiano las
simbologías y las realidades de la guerra.
Con el gran
derroche de poder que exhibe el Complejo Industrial Militar -de Estados
Unidos y sus adláteres-, está sobre la mesa la reestructuración de una
economía política de la violencia, además de una remozada versión de la
división internacional y sexual del trabajo de la destrucción y la
guerra, que comprende desde la inclusión de las mujeres como militares o
paramilitares, hasta su enrolamiento en la prostitución y otras
actividades asociadas al entretenimiento, que la militarización propicia[7].
Pero también hay trabajadoras que, expuestas a productos químicos o en
condiciones precarias, dejan su salud en la fabricación de chips para
los drones o de otros armamentos.
Paradójicamente, en esos
contextos insanos, también se reconstituyen ‘subculturas’
estereotipadas de la feminidad y modalidades de consumo, con
endeudamientos sempiternos, mientras que las imitaciones de las marcas
‘globales’ adquiridas, tienen fechas de caducidad muy reducidas y se
esfuman. Pero esos chascos también les pasa a los países, que se
endeudan para participar en dinámicas de seguridad y de defensa
hemisféricas o globales ajenas, mientras es conocido que las armas se
gastan en el Sur, para saquear los territorios y recursos de los
endeudados.
El Complejo Industrial Militar, como poder fáctico global, exhibe un planteo de militarización ad infinitum,
que compromete capitales directamente vinculados a los réditos del
capitalismo financiero, a su vez, a través de estas dinámicas, las
corporaciones transnacionales tienen la garantía de poder multiplicar –manu militari- sus ganancias también hasta el infinito.
El poder sexista impregnado en los símbolos
En
la transición hacia el globalismo patriarcal y capitalista, con la
producción simbólica, cultural y los escenarios comunicacionales bajo
control hegemónico de las corporaciones transnacionales, opera tanto la
reedición del sexismo en los códigos y prácticas, como la readaptación
de la visión patriarcal y jerárquica de las relaciones sociales en todos
los escenarios[8].
Acudiendo
a la seducción, se busca copar las mentes y los corazones con las
simbologías de éxito asociadas al poder financiero, se espera ilusionar
con las alegorías de progreso irrenunciable que tipifican la imagen de
las transnacionales y hasta se procura despertar una sensación de
necesidad de militarización, para salvaguardar con armas y tecnologías
los intereses empresariales privados, como si fueran propios.
En
esa línea también destaca la banalización de la violencia. La
exhibición incesante de broncas, reprimendas sexistas, pugilatos,
balaceras, represiones y guerras, conlleva un imaginario de violencia y
subyugaciones. La creciente cultura de la militarización y la
militarización de la cultura influyen de modo decisivo en la producción
de valores y significados.
América Latina y las disputas antipatriarcales
Un
feminismo de alta intensidad propone, actúa y disputa horizontes de
futuro en América Latina y el Caribe, donde un inédito proceso histórico
de cambios levantado desde inicios del presente siglo, puso en
perspectiva propuestas de bien común, redistribución y derechos, con
alcances en escenarios nacionales e incluso regionales y del Sur.
Concomitantemente, una multiplicidad de vertientes, corrientes y
tendencias del movimiento feminista logró levantar una significativa
movilización de masas, con reivindicaciones que abarcan desde el derecho
al aborto y por una vida sin violencia hasta la lucha por la reforma
agraria, contra la pobreza o el calentamiento global.
Pero
también existe su antítesis, la llamada ‘restauración conservadora’,
“…cuyas respuestas de disciplinamiento no dejan ningún cabo suelto, más
bien, como parte de una pauta de control de carácter sistémico, aplican
una estrategia omnímoda, con mecanismos múltiples y heterogéneos, para
instaurar el proyecto de las élites mundiales como inamovible y asegurar
que los factores del poder financiero, militar, mercantil,
comunicacional, transnacional y nacional retornen al control absoluto de
los destinos de la región…”[9],
incluso se avizoran ciertas tentaciones de devenir un puntal de lanza
del llamado fascismo global. En este escenario, las propuestas
feministas están bajo sospecha, se congelan los derechos y libertades, y
la agenda feminista debe pasar a la defensiva.
En esa
disputa de sentidos y horizontes, es irrefutable la interrelación entre
los escenarios de cambio y las posibilidades de concreción de las
iniciativas feministas[10].
En Bolivia, ahora bajo una dictadura neofascista, se ha suspendido la
iniciativa histórica de descolonización y despatriarcalización del
Estado -es decir de desconstrucción de las estructuras machistas de las
instituciones y la sociedad- , emprendida por el gobierno de Evo
Morales, a la vez que se evidencia, el retorno de la segregación hacia
las mujeres indígenas, que por primera vez en la historia participaron
en espacios protagónicos en el proceso de cambio. Ni hablar de la
viabilidad de distintas iniciativas económicas redistributivas y de
igualdad.
Por su parte, el presidente Bolsonaro pretende
retrotraer Brasil a tiempos remotos, sustituyendo las políticas públicas
de inspiración feminista que colocaron los gobiernos de Lula y Rousseff
por unas inspiradas en la Inquisición.
Asimismo, con el
retorno al neoliberalismo han ido desapareciendo de la agenda en Ecuador
distintas prioridades de política económica que visibilizaron la
necesidad de retribuir los cuidados, se han vuelto a colocar en el rubro
asistencial varios asuntos correspondientes a la política económica, a
la vez que se han reducido a su mínima expresión los presupuestos para
actuar contra la violencia machista, entre otros.
Pero las
relaciones de poder también son dialécticas y desde miradas contrarias a
la victimización las mujeres resisten, como sucede en Chile y otros
países.
Se evidencian igualmente modos de gestionar la
vida y sabidurías distintas de la anti-ética y a la anti-estética del
capitalismo patriarcal. Entre ellas destaca el enunciado histórico del
socialismo feminista formulado por Hugo Chávez en 2006, con el
correlativo reto de su construcción en medio de bloqueos y amenazas.
Asimismo, Cuba sólo se supera a si misma con la profundización de
cambios culturales en la sociedad, hacia una igualdad plena e inédita
por sus sentidos de humanidad.
Conclusión
El
feminismo ha esparcido su convocatoria a colocar la sostenibilidad de
la vida al centro de un nuevo proyecto de sociedad, libre de los poderes
patriarcales y capitalistas, despojado del neocolonialismo corporativo y
de la dictadura del mercado. Se trata de un proyecto de paz en el mundo
y en la vida cotidiana, que apela a la conformación de un extenso
movimiento para cambiar el mundo.
En palabras de Magdalena
León T.: “La expansión geográfica va junto con la proyección de los
alcances estratégicos del feminismo: se trata de transformar el mundo,
de impulsar un cambio radical del sistema hegemónico, de salir de un
capitalismo depredador, de dejar atrás el orden patriarcal y toda forma
de dominación, explotación y violencia. Una transformación urgente ante
la que las mujeres ya se ubican al frente, movidas por un compromiso con
la vida que, de diversas formas pero de manera continua, han sostenido a
lo largo de la historia. Construir condiciones materiales desde una
lógica del cuidado de la vida, luchar por igualdad y justicia, están en
la base de experiencias que convierten ya al feminismo en solución para
un mundo en crisis.”[11]
Publicado en: En Resistencias y Luchas Antipatriarcales, Humanidad en Red No1, Red en Defensa de la Humanidad, 2020/03/08, Cuba
[1]
El patriarcado es una estructura de poder masculino, que opera de modo
sistémico en contextos socio económicos específicos. A través de
instituciones, normas y dispositivos culturales, configura dinámicas
androcéntricas, privilegios para los hombres y formas de control y
opresión hacia las mujeres que marcan desventajas económicas, sociales y
políticas. La imbricación entre capitalismo y patriarcado es central en
los análisis feministas de cuño marxista, desde la obra fundacional de
Friedrich Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado.
Destacan autoras como Sylvia Walby, Maria Mies, Marilyn French, Gerda
Lerner, Sheila Rowbotham, Zillah Eisenstein, entre otras.
[2]
Magdalena León T., Repensar el cambio estructural desde el feminismo.
América Latina en Movimiento 441, 06/2014, https://www.alainet.org/es/active/37927
[3]
Magdalena León T., El potencial transformador de las economías
alternativas. América Latina en Movimiento, 15.11.2019 https://www.alainet.org/es/articulo/203294
[4]
Magdalena León T. entrevistada por María Sanz, Transformando las
Economías, Las economías feministas abren caminos de transformación,
Barcelona, 2019/11 https://www.elsaltodiario.com/transformando-las-economias/economias-feministas-caminos-transformacion
[5] Irene León, Mujeres, Medios de Comunicación y Liderazgos, Mujeres en Red, 2007, España https://www.nodo50.org/mujeresred/spip.php?article1408
[6] Saskia Sassen, Women's burden: Counter-geographies of globalization and the feminization of survival. Journal of International Affairs; Spring 2000; 53, 2; ABI/INFORM Global pg. 503
[7]
Andrée Michel, Le complexe militaro-industriel et les violences à
l’égard des femmes, in Nouvelles Questions Feministes No 11-12, 1985,
France
[8] Idem 5
[9]
Irene León, Ecuador en la arquitectura del golpe
neoliberal en América Latina, América Latina en Movimiento, 2018/10, https://www.alainet.org/es/articulo/196193
[10] Magdalena León T., Irene León. Synergies
between economic model change and economic empowerment of women, UN
Women Expert Group Meeting ‘Women's economic empowerment in the changing
world of work’. Geneva, 26-28 September 2016
[11] Magdalena León T., 8M: Transformar el mundo. 15.03.2019 América Latina en Movimiento, https://www.alainet.org/es/articulo/198733
https://www.alainet.org/es/articulo/205084
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