9/10/2008

Caprichos presidenciales


Eduardo López Betancourt


En México, lo cotidiano en los mandatarios es el cuento, la engañifa, el querer tomarnos el pelo. Ahora, el presidente mexicano cree tener la solución en la mano para resolver el problema de los secuestros, para evitar que los perversos e infernales malhechores se sigan adueñando del país. Don Felipe Calderón le está exigiendo al Congreso prisión perpetua para los malandrines; sin embargo, esto no es algo novedoso, ¿acaso no sabe el primer mandatario azteca que actualmente ya se dictan condenas a muchos maleantes, consistentes en hasta cuatrocientos años de cárcel? ¿Por qué se trata de engañar a la ciudadanía?
El bla, bla, bla no resuelve la disyuntiva; lo que más tenemos son leyes, ¿sabrá el jefe del Ejecutivo federal, que en nuestra nación hay 33 códigos penales vigentes y más de 100 leyes federales que definen ilícitos? No obstante, de nada sirven si estamos en manos de incompetentes. Un ejemplo, Eduardo Medina-Mora no tiene idea de donde está ubicado, el resultado: lo que actualmente estamos padeciendo a causa de la inseguridad y el crimen organizado. No tengo nada contra Medina-Mora, seguramente el señor tiene otras cualidades, pero si se revisa su currículo, notaremos que no ha sido juez, ni agente del Ministerio Público, tampoco litigante, por tanto, su fracaso es lógico por la falta de formación para el cargo que ostenta. Reitero, la cuestión no son las disposiciones legales; los legisladores pueden aprobar las leyes que quieran, en ello no radica la problemática que se vive en México, lo que urge son personas honestas, capacitadas, jueces y ministerios públicos decentes, ministros de la Corte que no vendan la justicia al mejor postor y agentes del orden que no estén inmersos en la delincuencia.
Casos como el del joven Fernando Martí, son una vergüenza nacional, el funcionario responsable no sólo debe renunciar e irse tan campante a su casa, es preponderante procesarle penalmente por su ineptitud, por haber tomado un puesto para el que no estaba ni mínimamente preparado. Acabo de regresar de Culiacán, Sinaloa, estuve allá por un compromiso académico y es dramático lo que está ocurriendo en dicha ciudad y en toda la entidad; uno de los más destacados juristas de aquellas latitudes, el doctor Manuel Esquivel, quien se dedica solamente a la enseñanza, sufrió la pérdida de su hermana María de los Ángeles, una señora que se desempeñaba como trabajadora social, madre de familia, quien tuvo la desgracia de estar el día y hora equivocada, en el sitio donde hubo una balacera entre sicarios y supuestos policías, desafortunadamente un proyectil acabó con su vida; empero, la tragedia de la familia Esquivel no es aislada, entre la sociedad sinaloense impera un miedo realmente impactante, el temor es constante; sin embargo, el gobernador inepto ahí sigue, por qué se va a ir, si él no tiene ninguna dificultad, rodeado siempre de guaruras que paga el pueblo; es habitual ver policías que en lugar de cumplir con su deber, llevan a la escuela a sus hijos en los autos oficiales, pero ese desorden no es exclusivo de Culiacán, sucede en todo el territorio nacional.
En la misma tesitura se encuentra el Ejército, cateos arbitrarios, retenes donde el único perjudicado es el buen ciudadano, nunca el delincuente, quien de antemano sabe donde habrá retenes y obviamente no pasa por ahí. Hay un auténtico estado de guerra en Culiacán, lo sabe todo el país, ¿quién más puede ayudar a esos compatriotas? Sólo un procurador general de la República capaz, pero el presidente está encaprichado con Medina-Mora, lamentablemente es el único que Calderón considera apto, lo cierto es que Medina-Mora no está preparado para la responsabilidad que le confirieron, por ende, la inseguridad, sobra apuntar, continuará. Lo innegable es que la situación ya es insoportable y nos preguntamos ¿qué va a suceder? ¿Qué debe pasar en México para que la gente idónea esté al frente de los órganos de procuración de justicia? Entre más de cien millones de mexicanos, puedo garantizar, existen esas personas altamente capacitadas y patriotas. En síntesis, el incremento de la inseguridad sólo es responsabilidad del gobernante en turno, por no haber colocado en los puestos claves a las personas indicadas, ojalá el presidente entienda que no se trata de molestarlo, ni incomodarlo, pero un buen dirigente sabe escuchar a todos, sin empecinarse en una postura que lo lleva a él y a todos sus gobernados al abismo.

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