Formas de violencia amortiguada e invisible
Por Yunuhen Rangel Medina
México DF, 27 enero 09 (CIMAC).- “Anorexia y bulimia deben entenderse como entidades que atentan contra la salud de las mujeres y, de esta forma, perpetúan la violencia hacia ellas mismas”, afirma el psicólogo Rodrigo León Hernández, encargado del área de investigación en la Fundación Ellen West en un comunicado.
Tanto anorexia como bulimia, dos de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) más conocidos y difundidos en el mundo, son padecimientos que afectan particularmente a mujeres, por lo que es necesaria una nueva visión critica hacia la cultura de la delgadez, que encarna una “estrategia de control sobre la mujer”, y resulta en violencia hacia ellas, señala León. “A veces, sin querer, la mujer es su peor enemigo”, afirma.
“Son frecuentes los anuncios que hablan de libertad femenina mientras que el cuerpo esbelto se vuelve prisión para muchas de ellas”, detalla León.
Las diferencias genéricas, sociales y psicológicas convierten a la obesidad y a la delgadez en temas preferentemente femeninos, de este modo, son las mujeres quienes resultan más presionadas y juzgadas por su apariencia física, “el peso y la silueta corporales se toman como criterios principales para conceptualizar el atractivo femenino”, explica.
“Los hombres miran a las mujeres y éstas observan cómo son miradas, lo que determina no sólo la mayor parte de las relaciones entre hombres y mujeres sino también la relación de la mujer consigo misma: el observador existente en la mujer es masculino, en tanto que la observada es femenina. Y al experimentar su propio cuerpo como si fueran los observadores masculinos de sí mismas, se transforman en un objeto, en particular en un objeto visual. Es una especie de misoginia funcional”, explicó el experto.
LOS TCA
Los TCA, continuó el investigador, son enfermedades multifactoriales, por lo que los roles de género y las expectativas socioculturales que se han construido para las mujeres están fuertemente implicadas en el desarrollo de los trastornos de la conducta alimentaria, reflejada en la constante insatisfacción corporal y los esfuerzos que las mujeres hacen para controlar el peso, aseguró.
Para el investigador, la "normativa de descontento" a la que están constantemente sometidas las mujeres representa una rutina de violencia ejercida por el entorno, además de la ejercida por ellas mismas al ser víctimas de estos trastornos. Algunos textos consideran la condición de “mujer como un factor de riesgo para estas enfermedades”.
Dijo León que en una investigación realizada entre 8 mil 700 mujeres de tres diferentes etapas de desarrollo (prepúberes, púberes y adolescentes), se descubrió que el descontento con la imagen corporal aumenta con la edad, así como una actitud negativa a la obesidad en niñas desde aproximadamente los ocho años de edad.
VIOLENCIA SIMBÓLICA
Las construcciones sociales que se hacen en torno a las mujeres desde el momento en que nacen, pueden traducirse muchas veces en la denominada “violencia simbólica” que se trata, según el investigador, de “Una violencia amortiguada, insensible e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce a través de los caminos simbólicos de la comunicación y el conocimiento, o más exactamente, del desconocimiento”.
Este tipo de violencia, explicó, se lleva a cabo mediante dispositivos ideológicos que consiguen que las mujeres consideren a la organización familiar y el espacio doméstico como su “lugar natural” y las necesidades de sus miembros se acaben convirtiendo en obligaciones y deseos propios. Para León esta violencia simbólica parece una especie de automutilación de la cual la mujer es victima y a la vez victimario.
“Vale la pena poner atención sobre las conductas que en la actualidad se han vuelto “normativas” y ubican en desventaja a aquellas mujeres que no se detienen a cuestionarlas”, aseveró.
En un estudio sobre género, cuerpo y alimentación realizado por la psicóloga Mabel García, se afirma, según el investigador, que esta desigualdad entre hombres y mujeres obedece a las construcciones de la identidad, al rol corporal y a los valores respecto a la comida, es decir, “las mujeres han sido productoras, nutridoras, servidoras, socializadoras, etcétera, y desde esta perspectiva se deben entender sus renuncias a “no-comer”, expuso León.
Según el investigador, para la autora Kin Chernin esta renuncia al alimento y lucha contra el trastorno, desde el mismo punto de vista sociocultural, se visualiza al ser negado su poder en la esfera pública, toma la revancha ejerciendo el control de la única área en donde ella siente que tiene autoridad: “su propio cuerpo”.
“Para amoldarse a los modelos de identidad que el entorno les impone, cada mujer ha de recortar algo de sí misma, ya sea que se trate de deseos, necesidades, aspiraciones o potencialidades personales. La renuncia, represión y alienación que generan esos ideales se pagan, como ha mostrado Freud, al precio de las neurosis u otras patologías, tal es el caso de anorexia o bulimia”, afirmó el psicólogo.
REVANCHA ESTÉTICA
León cita así mismo a la autora Naomi Wolf, quien introduce el término “revancha estética”, en la que explica que los desafíos de la belleza constituyen un recurso para recomponer la jerarquía tradicional de los sexos, para ubicar de nueva cuenta a las mujeres en su sitio y reinstalarlas en una condición de seres que existen más por su apariencia que por su hacer social, así lo refirió el psicólogo.
Para León, quien cita a otros autores, la belleza en realidad no es instantáneamente reconocible ni reconocible por instinto, de modo que desde la niñez se nos entrena para hacer estas discriminaciones. Por ello, la fijación cultural en la delgadez de las mujeres no es una obsesión acerca de la belleza femenina, sino una obsesión acerca de la obediencia femenina, aseguró.
Debido a que se trata de enfermedades provocadas por múltiples factores por medio de los cuales son transmitidas las ideas de delgadez y belleza, abarcan no sólo a la sociedad y a la mujer misma, sino también a los medios de comunicación y la familia.
En este sentido, afirma el investigador, existe otro tipo de transmisión que afecta de manera violenta a las mujeres, la transmisión inconsciente del machismo, que puede ser transmitido hasta de madre a hija “Las madres que han introyectado la condición femenina en desventaja al orden masculino y se someten al machismo, son el modelo de referencia, e incluso transmiten inconscientemente este rol”, explicó.
Estas mujeres víctimas de los TCA y sus múltiples factores tienen derecho de ser tratadas entendidas y respetadas como personas cuya condición tiene sus orígenes en aspectos psicológicos y socio-culturales que se exacerban por vulnerabilidades genéticas y fisiológicas, manifiestó.
“Creemos que estas enfermedades se han intensificado por los mensajes culturales contemporáneos que exaltan, de manera irreal, las virtudes de la delgadez y de las dietas objetivando el cuerpo femenino y creándole confusión en torno a su identidad y papel en el mundo actual. Así también creemos que hay que proponer un cese a la violencia inducida por estas enfermedades”, aseveró León.
TCA ¿BAJO LA LEY?
Sobre las iniciativas que existen en el Congreso para adicionar y reformar la Ley General de Salud, con el fin de crear el Programa contra los Trastornos Alimentarios --como la propuesta por el senador panista Guillermo Tamborrel Suárez en noviembre pasado-- el psicólogo Rodrigo León considera que esas medidas son necesarias, ya que es un tema que debe atacarse desde todas las áreas sociales, desde la casa hasta el Gobierno y los medios.
“Éstos, dijo León, son los primeros pasos que se dan para luchar contra estas enfermedades que las mujeres no deciden tener.
En su propuesta, Tamborrel hace énfasis en la elaboración de otras reformas que ayuden a frenar la incidencia cada vez mayor y las consecuencias difíciles de superar y en algunos casos fatales que los TCA han tenido en nuestro país. Es necesario, afirma en la iniciativa, adicionar y modificar leyes como la de Radio y Televisión, la Ley para la Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes y la Ley Federal de Protección al Consumidor.
Todo esto, concluye León, son los primeros pasos que se dan para luchar contra estas enfermedades que las mujeres no deciden tener”, finalizó.
09/YRM/GG
Por Yunuhen Rangel Medina
México DF, 27 enero 09 (CIMAC).- “Anorexia y bulimia deben entenderse como entidades que atentan contra la salud de las mujeres y, de esta forma, perpetúan la violencia hacia ellas mismas”, afirma el psicólogo Rodrigo León Hernández, encargado del área de investigación en la Fundación Ellen West en un comunicado.
Tanto anorexia como bulimia, dos de los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) más conocidos y difundidos en el mundo, son padecimientos que afectan particularmente a mujeres, por lo que es necesaria una nueva visión critica hacia la cultura de la delgadez, que encarna una “estrategia de control sobre la mujer”, y resulta en violencia hacia ellas, señala León. “A veces, sin querer, la mujer es su peor enemigo”, afirma.
“Son frecuentes los anuncios que hablan de libertad femenina mientras que el cuerpo esbelto se vuelve prisión para muchas de ellas”, detalla León.
Las diferencias genéricas, sociales y psicológicas convierten a la obesidad y a la delgadez en temas preferentemente femeninos, de este modo, son las mujeres quienes resultan más presionadas y juzgadas por su apariencia física, “el peso y la silueta corporales se toman como criterios principales para conceptualizar el atractivo femenino”, explica.
“Los hombres miran a las mujeres y éstas observan cómo son miradas, lo que determina no sólo la mayor parte de las relaciones entre hombres y mujeres sino también la relación de la mujer consigo misma: el observador existente en la mujer es masculino, en tanto que la observada es femenina. Y al experimentar su propio cuerpo como si fueran los observadores masculinos de sí mismas, se transforman en un objeto, en particular en un objeto visual. Es una especie de misoginia funcional”, explicó el experto.
LOS TCA
Los TCA, continuó el investigador, son enfermedades multifactoriales, por lo que los roles de género y las expectativas socioculturales que se han construido para las mujeres están fuertemente implicadas en el desarrollo de los trastornos de la conducta alimentaria, reflejada en la constante insatisfacción corporal y los esfuerzos que las mujeres hacen para controlar el peso, aseguró.
Para el investigador, la "normativa de descontento" a la que están constantemente sometidas las mujeres representa una rutina de violencia ejercida por el entorno, además de la ejercida por ellas mismas al ser víctimas de estos trastornos. Algunos textos consideran la condición de “mujer como un factor de riesgo para estas enfermedades”.
Dijo León que en una investigación realizada entre 8 mil 700 mujeres de tres diferentes etapas de desarrollo (prepúberes, púberes y adolescentes), se descubrió que el descontento con la imagen corporal aumenta con la edad, así como una actitud negativa a la obesidad en niñas desde aproximadamente los ocho años de edad.
VIOLENCIA SIMBÓLICA
Las construcciones sociales que se hacen en torno a las mujeres desde el momento en que nacen, pueden traducirse muchas veces en la denominada “violencia simbólica” que se trata, según el investigador, de “Una violencia amortiguada, insensible e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce a través de los caminos simbólicos de la comunicación y el conocimiento, o más exactamente, del desconocimiento”.
Este tipo de violencia, explicó, se lleva a cabo mediante dispositivos ideológicos que consiguen que las mujeres consideren a la organización familiar y el espacio doméstico como su “lugar natural” y las necesidades de sus miembros se acaben convirtiendo en obligaciones y deseos propios. Para León esta violencia simbólica parece una especie de automutilación de la cual la mujer es victima y a la vez victimario.
“Vale la pena poner atención sobre las conductas que en la actualidad se han vuelto “normativas” y ubican en desventaja a aquellas mujeres que no se detienen a cuestionarlas”, aseveró.
En un estudio sobre género, cuerpo y alimentación realizado por la psicóloga Mabel García, se afirma, según el investigador, que esta desigualdad entre hombres y mujeres obedece a las construcciones de la identidad, al rol corporal y a los valores respecto a la comida, es decir, “las mujeres han sido productoras, nutridoras, servidoras, socializadoras, etcétera, y desde esta perspectiva se deben entender sus renuncias a “no-comer”, expuso León.
Según el investigador, para la autora Kin Chernin esta renuncia al alimento y lucha contra el trastorno, desde el mismo punto de vista sociocultural, se visualiza al ser negado su poder en la esfera pública, toma la revancha ejerciendo el control de la única área en donde ella siente que tiene autoridad: “su propio cuerpo”.
“Para amoldarse a los modelos de identidad que el entorno les impone, cada mujer ha de recortar algo de sí misma, ya sea que se trate de deseos, necesidades, aspiraciones o potencialidades personales. La renuncia, represión y alienación que generan esos ideales se pagan, como ha mostrado Freud, al precio de las neurosis u otras patologías, tal es el caso de anorexia o bulimia”, afirmó el psicólogo.
REVANCHA ESTÉTICA
León cita así mismo a la autora Naomi Wolf, quien introduce el término “revancha estética”, en la que explica que los desafíos de la belleza constituyen un recurso para recomponer la jerarquía tradicional de los sexos, para ubicar de nueva cuenta a las mujeres en su sitio y reinstalarlas en una condición de seres que existen más por su apariencia que por su hacer social, así lo refirió el psicólogo.
Para León, quien cita a otros autores, la belleza en realidad no es instantáneamente reconocible ni reconocible por instinto, de modo que desde la niñez se nos entrena para hacer estas discriminaciones. Por ello, la fijación cultural en la delgadez de las mujeres no es una obsesión acerca de la belleza femenina, sino una obsesión acerca de la obediencia femenina, aseguró.
Debido a que se trata de enfermedades provocadas por múltiples factores por medio de los cuales son transmitidas las ideas de delgadez y belleza, abarcan no sólo a la sociedad y a la mujer misma, sino también a los medios de comunicación y la familia.
En este sentido, afirma el investigador, existe otro tipo de transmisión que afecta de manera violenta a las mujeres, la transmisión inconsciente del machismo, que puede ser transmitido hasta de madre a hija “Las madres que han introyectado la condición femenina en desventaja al orden masculino y se someten al machismo, son el modelo de referencia, e incluso transmiten inconscientemente este rol”, explicó.
Estas mujeres víctimas de los TCA y sus múltiples factores tienen derecho de ser tratadas entendidas y respetadas como personas cuya condición tiene sus orígenes en aspectos psicológicos y socio-culturales que se exacerban por vulnerabilidades genéticas y fisiológicas, manifiestó.
“Creemos que estas enfermedades se han intensificado por los mensajes culturales contemporáneos que exaltan, de manera irreal, las virtudes de la delgadez y de las dietas objetivando el cuerpo femenino y creándole confusión en torno a su identidad y papel en el mundo actual. Así también creemos que hay que proponer un cese a la violencia inducida por estas enfermedades”, aseveró León.
TCA ¿BAJO LA LEY?
Sobre las iniciativas que existen en el Congreso para adicionar y reformar la Ley General de Salud, con el fin de crear el Programa contra los Trastornos Alimentarios --como la propuesta por el senador panista Guillermo Tamborrel Suárez en noviembre pasado-- el psicólogo Rodrigo León considera que esas medidas son necesarias, ya que es un tema que debe atacarse desde todas las áreas sociales, desde la casa hasta el Gobierno y los medios.
“Éstos, dijo León, son los primeros pasos que se dan para luchar contra estas enfermedades que las mujeres no deciden tener.
En su propuesta, Tamborrel hace énfasis en la elaboración de otras reformas que ayuden a frenar la incidencia cada vez mayor y las consecuencias difíciles de superar y en algunos casos fatales que los TCA han tenido en nuestro país. Es necesario, afirma en la iniciativa, adicionar y modificar leyes como la de Radio y Televisión, la Ley para la Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes y la Ley Federal de Protección al Consumidor.
Todo esto, concluye León, son los primeros pasos que se dan para luchar contra estas enfermedades que las mujeres no deciden tener”, finalizó.
09/YRM/GG
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