Atacar sus consecuencias nos cuesta 42 mil millones de pesos, a los que se suman otros costos derivados del bajo aprovechamiento escolar, entre otros. Se desconoce el monto de las utilidades que obtiene la industria farmacéutica por los medicamentos que vende para curar a los enfermos que deja la obesidad y el sobrepeso. Calderón dijo que las metas eran ambiciosas, pero alcanzables, y que vamos a echarle los kilos a este acuerdo; vamos a echarle los kilos a esta estrategia
.
Pero los kilos se transformaron en toneladas de presión, influencias y rechazo de los intereses que elaboran, comercializan y promueven la comida chatarra y los refrescos de cola de las trasnacionales y algunas empresas nacionales. Así, por un lado, la Secretaría de Educación Pública (que prometió prohibir la venta en sus planteles) sólo recomendará que en las escuelas se expendan productos realmente alimenticios, frutas y verduras. Nada fácil de lograr, pues el agua que llega a las escuelas por la red de abastecimiento no es potable y muchas carecen de ella durante toda la jornada escolar.
En el colmo de la falta de coherencia oficial, la Secretaría de Salud le enmienda la plana a la de Educación y revela que en las escuelas hay cotos de poder de grupos de las mismas cooperativas (escolares) y por una inercia que lleva muchos años
, que se oponen a que se implemente una verdadera cultura alimenticia en beneficio de los educandos. Le faltó agregar que las empresas chatarreras ofrecen dádivas y patrocinan diferentes actividades escolares a cambio de que se les permita vender libremente sus productos entre el alumnado. De nada sirvieron a dichas secretarías los datos de las más recientes encuestas levantadas entre los jóvenes que muestran los hábitos de consumo en los colegios y fuera de ellos; el alto nivel de sedentarismo, que se extiende también a los adultos, y la alimentación deficiente en millones de hogares.
Mientras, los legisladores tienen virtualmente en la congeladora más de 50 iniciativas para regular la venta de productos que hacen daño a la salud, no solamente de niños y adolescentes, los más propensos a consumirlos y objeto central de los mensajes publicitarios de las empresas chatarreras.
Fueron, quién lo creyera, los diputados del Partido Acción Nacional quienes dieron la puntilla al acuerdo al que Calderón pidió echarle todos los kilos: lograron aplazar la aprobación de los lineamientos para evitar la venta de comida chatarra en las escuelas hasta que la Secretaría de Salud no realice un estudio sobre el efecto que ocasiona en la salud de los niños el consumo de frituras y refrescos. Algo suficientemente documentado por los centros de investigación en el tema y por especialistas de México y otros países. La realidad es que surtió efecto la presión de las grandes intereses empresariales que elaboran lo mismo Sabritas que la línea Marinela (gansitos, chocorroles, pingüinos), los refrescos ricos en calorías y energizantes
. Negocios con miles de millones de pesos de utilidades cada año y amplia publicidad en la tele y que se expenden en tiendas de barrio, poblados aislados y centros comerciales.
En tanto el licenciado Calderón expresaba su pésame a la familia del futbolista baleado en un antro de postín, pero lleno de ilícitos (destacadamente los relacionados con la venta de drogas que el gobierno dice combatir con toda decisión), y mientras se convierte en el preparador físico de los mexicanos, el sobrepeso sigue gananado terreno.
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