El arte de mentir en Internet
Los bulos son parte inseparable de la cultura de la Red. ¿Arte, propaganda o cachondeo?
La mujer morena y delgada de la foto que aparece a la derecha de estas líneas se llama Katy Salinas. Tiene 65 años pero su cara y su cuerpo aparentan unos 25. Rica y divorciada, escribe un blog donde desvela sus trucos de belleza, como ponerse la primera crema antiarrugas a los 11 años, hacer cinco horas de ejercicio al día, dejar de salir a la calle para evitar el fotoenvejecimiento o no gesticular jamás. "Vivir a dieta para una mujer es fundamental: es una forma de vida (...) Yo a los 12 años empecé mi dieta y hasta hoy", escribe alguien que jamás ha probado el pan "y mucho menos la leche".
En un Internet en el que millones de personas y empresas se desgañitan sin éxito por atraer la atención de los demás, el blog de Katy ha sido un éxito fulminante y ha conseguido 15.000 visitas y mil mensajes en apenas una semana. No ha aprovechado sofisticadas técnicas de posicionamiento en buscadores ni en redes sociales. Tan sólo dejó caer su dirección en media docena de foros femeninos.
Katy, en realidad, no existe, aunque sembró la duda entre quienes visitaron su web durante los días de mayo en los que se mantuvo activa. Se trata de un fake, una elaborada mentira de la artista madrileña Yolanda Domínguez construida a golpe de guión y Photoshop. Es un personaje ficticio que responde a la pregunta: "¿Qué pasaría si realmente alguien siguiera todos esos consejos de belleza que se dan en los medios?", explica Domínguez.
Todas las locuras de Katy han sido copiadas y pegadas de los consejos de las revistas, las manías de las famosas o los trucos de belleza que circulan por Internet. Pero es la reacción del navegante que se encuentra por casualidad con algo que no sabe si es verdad o mentira lo que más interesa a Domínguez. "El artista quiere hacer sentir algo a los demás. Cuando sabes que la obra es ficción sientes, pero está tamizado", dice.
La Red es, de momento, un espacio donde la duda aún cabe. "Los fakes funcionan cuando los formatos nos resultan novedosos. Esa es la razón por la que La guerra de los mundos le funcionó a Welles y por la misma razón hubo gente que dudó de la película La bruja de Blair", dice la periodista Sofía Ruiz de Velasco, autora del blog de tendencias Trending Topics. "En tu cabeza, una emisión en directo en la radio o un documental no son ficción; los ves esperando encontrarte con la realidad", añade Ruiz de Velasco, que recuerda que todo comenzó con F for Fake (1975). El falso documental de Orson Welles sentó las bases del engañoso género: contenido inventado en un formato creíble y un juego de inteligencia con la percepción del receptor.
El primero que probó con éxito el fake artístico online en lengua española fue el escritor Hernán Casciari. "Cuando la gente cree que algo tiene encima la etiqueta literatura le presta menos atención. Pero cuando esa misma historia le pasa a un vecino tiene más interés. Y en el fondo, Internet no es más que un pueblo", dice. "En 2002 lo único que hice fue no decir que era un cuento. Y funcionó". Usando sus propias palabras, encontró una grieta "para hacer literatura sin decirlo".
Casciari llama a sus creaciones blogonovelas, y en ellas el lector no sabe hasta el final si los protagonistas son reales o no. La más conocida de todas, el Weblog de una mujer gorda, revolucionó una incipiente blogosfera dividiéndola entre los que "se lo creían" y los que no. Después vendrían farsas online como el diario de Letizia Ortiz, donde Casciari se ponía en la piel de una joven periodista que acababa de ser presentada por el Príncipe de Asturias como su futura esposa.
¿Por qué nos atraen tanto estos seres inventados, desde Katy a la falsa Letizia Ortiz? Casciari defiende que el arte de la ficción funciona en Internet igual que en los viejos medios. "Nada es distinto a hace 500 años. Funcionan los personajes, la empatía con el personaje. Lo único distinto es la velocidad de publicación, el feedback, la ausencia de intermediarios o la democratización de la publicación. Pero ninguno de estos factores tiene que ver con lo literario", dice. "El hombre miente con lo que le den. No es una revolución".
La herramienta que tiene más a mano últimamente el hombre para mentir es la Red, construida en la cultura de lo falso, desde las leyendas urbanas de los noventa sobre cachorros de gato obligados a crecer en botellas hasta las sofisticadas parodias realizadas a las empresas en redes sociales como Twitter. La penúltima, twitter.com/bpglobalpr, una crítica despiadada a la actuación de la petrolera BP tras el vertido en el Golfo de México por alguien que dice ser su portavoz. Lo falso está tan a la orden del día en Twitter que se ha ideado un sistema de verifición para que los usuarios vip, famosos, empresas y gobiernos, certifiquen su identidad.
En el último año se han puesto de moda diarios online como El Mundo Today o El Garrofer, donde se presentan noticias falsas como reales. Triunfan en visitas, y a sus fans les encanta ver cómo de vez en cuando los telediarios dan por buenas historias inventadas como "Herido grave al alunizar con una bicicleta en una joyería".
Zapatero y sus hijas
Los fakes fotográficos son especialmente inseparables de la Red. Muchos españoles aún recuerdan ese día de 2009 en el que cientos de anónimos crearon de forma espontánea sus propios fotomontajes a partir de la foto de las hijas del presidente Zapatero con Obama para compartirlas por correo electrónico o Facebook.
Los usuarios oscilan entre la credulidad, el regocijo ante las parodias y la creación activa de sus propios fakes. "Es la cultura de Internet: la parodia, la crítica, la remezcla", resume la vicedecana de la Escuela de Organización Industrial, Tíscar Lara. En su opinión, "Internet es más proclive al fake que otros medios. Primero, por su accesibilidad, porque cualquiera puede abrir un blog o modificar una foto. Y segundo, por la viralidad de la red".
¿Es ético jugar con la ficción sin avisar? Lara cree que puede ser, incluso, un recurso educativo. Ella la utiliza en el aula: pide a sus alumnos que retoquen y modifiquen eslóganes como una forma de aumentar su creatividad y de fomentar el sentido crítico ante los medios de comunicación, incluido Internet. Defiende que hay que enfrentarse a ellos siempre con la sombra de la sospecha. "Es importante estar formado en la lectura del fake, adoptar un grado de distancia, entrar en el juego con cierto escepticismo, sospechar que puede ser una historia montada por otro. Es importante que se eduque en esa reflexión".
En suma, diferenciar la verdad y la mentira en los nuevos medios exige tener siempre el ojo atento y entrenado. Porque si bien el fake se ha ligado a lo largo de su historia con el arte, la política o la crítica social, hoy donde es más habitual verlo es en manos de la publicidad, que ha adoptado su espíritu y también su estética. Felipe G. Gil, del colectivo Zemos98, cree que hace tiempo que está vampirizado por la publicidad, y que casi ha dejado de tener sentido porque "todo es fake". Lara coincide. "La industria lo ha fagocitado y lo usa en su beneficio".
Herramienta publicitaria
En España, el Amo a Laura -un spot de la agencia Tiempo BBDO para MTV oculto bajo la forma de una canción del grupo ficticio The Happiness- marcó un punto de inflexión en 2006. "Después, todos los clientes iban a las agencias de publicidad a pedir un fake con su campaña viral", explica Gil. Después vendría el falso robo de la silla de Zapatero, en realidad una campaña de una ONG. Recientemente, un anuncio y un falso blog presentaron al supuesto vicepresidente adolescente de Coca-Cola Ignacio Fernando, elegido en un cásting de una agencia de publicidad.
A pesar del abuso por la publicidad y de que los internautas van educándose en la sospecha como forma de manejarse por la Red, los fakes siguen colando. "La gente quiere consumir fábulas, tiene esa necesidad de dejarse llevar por una historia y tomársela en serio", incide Tíscar Lara. Casciari está convencido de esa necesidad: "Mientras siga existiendo el spam la inocencia existirá. Siempre hay alguien nuevo a quien engatusar". Ese gran negocio se basa en una sencilla ley: los costes son tan bajos que un solo incauto puede hacer viables económicamente millones de correos.
La popularización de las redes sociales ha venido acompañada de una pregunta casi ontológica. ¿Hasta qué punto somos nosotros mismos cuando contamos cómo nos sentimos o qué es lo que queremos en Facebook? ¿Y qué pasa en esos grandes espacios de tiempo en los que callamos y durante los que aprovechamos para vivir? Gil cree que no hay una diferencia tan grande entre realidad y ficción: "Todos practicamos el fake diariamente en Twitter". La diferencia, como dice Casciari, es que muchos no saben que están haciendo literatura.
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