4/03/2011

Los ciudadanos inexistentes


Sara Sefchovich

Ha empezado oficialmente la larguísima jornada electoral que se prolongará por lo menos hasta mediados del próximo año. Y por supuesto, inmediatamente ha vuelto a hacerse patente lo que hemos denunciado repetidas veces, en el sentido de que la idea de democracia de nuestra clase política consiste en dejar de lado lo principal, lo básico, que es lo siguiente: que las autoridades, los funcionarios y los burócratas no cumplen con su deber principal, que consiste en atender a lo que queremos y necesitamos los ciudadanos.

Lo que vemos es que lo único que les importa a los políticos es estar bajo el reflector, gastar como locos, pelearse entre ellos (“Que demuestre lo que dice”, pide uno; “tengo pruebas para demostrar lo que dije”, responde otro), conseguir apoyo de los ricos (“Le pido al Grupo Atlacomulco que me adopte como hijo”), mientras nosotros, los que supuestamente votaremos por ellos, estamos totalmente abandonados.

Y esto vale para todo: desde la seguridad (¿quién se hace responsable de tantas muertes, robos, amenazas, acosos? ¿Quién le va a devolver el hijo a Javier Sicilia, la vida a la familia de Marisela y de los ediles y policías asesinados?), hasta los más elementales servicios (¿quién se hace responsable de los precios que están cobrando por agua, 500% de aumento en los recibos de pago, y de la desorganización y robo que son los recibos de luz de la CFE; quién nos va a devolver o a pagar las horas que se necesitan para transportarse de un sitio a otro en la ciudad y el tiempo y la energía gastados en hacer las larguísimas colas para cualquier trámite, que de todos modos invariablemente no se logra porque así lo deciden los burócratas?). En este país los ciudadanos no importamos. Parece como si no tuviéramos gobierno ni gobernantes, autoridad ni autoridades.

Si los legisladores, jueces, candidatos, medios de comunicación y líderes de opinión de verdad se interesaran en los ciudadanos, tendrían que considerar que hoy por hoy, la principal reforma que se debe hacer para que nuestra democracia lo sea y lo siga siendo, consiste en obligar a jefes y subalternos a que cumplan con su deber, el cual consiste en atender necesidades y demandas de los ciudadanos.

Estas necesidades y demandas son de dos tipos: el primero, es que urge que se nos proporcionen servicios (hay colonias enteras que pasan semanas sin agua o sin recolección de basura) y que se nos atienda en las ventanillas, en los ministerios públicos, en las clínicas de salud y en las delegaciones. El segundo tipo es que haya responsables para negociar en los conflictos de interés entre ciudadanos. La falta de voluntad para ello (pues no luce en los informes) hace que no se puedan abrir negocios que le hacen falta a la comunidad (escuelas por ejemplo), sea imposible dar de baja un auto usado, no haya forma de conciliar entre vecinos que pelean, etcétera.

Ningún candidato, ninguna reforma, servirá de nada si no se da este primer paso. Nuestra desesperación como ciudadanos es mucha. Y aunque nos llenan de anuncios sobre lo bien que hacen las cosas y lo mucho que les importamos, sabemos muy bien que los conceptos de servicio y de respeto son, para no variar, solamente un discurso vacío.

El desencanto que se manifiesta en la forma de funcionar del gobierno se traslada al desencanto en la forma de funcionar de la democracia y eso se hace patente en dos actitudes: el enorme abstencionismo en la vida política. ¿Qué tal la dizque consulta ciudadana de la semana pasada?) y el “aysevaísmo” en todo lo demás. Son dos caras de la misma moneda, la moneda de que da lo mismo si se cumple que si no, si se hace que si no, si se paga que si no. La moneda de que no sirve para nada votar, cuidar el medio ambiente o cumplir la ley.

Los don nadie de la política mexicana somos todos nosotros, los ciudadanos abandonados, olvidados por los políticos. Ninguno de ellos, ni los que ya gobiernan ni los que quieren gobernar, toma en cuenta nuestras causas ni les interesa hacerlo porque luce poco defender al ama de casa, al peatón y al automovilista, al vecino, al de la miscelánea.

sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

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