Porfirio Muñoz Ledo
Asistí el fin de semana anterior en Austin al Congreso Nacional Latino de EU. Reencuentro con antiguos compañeros de lucha, vivificado por la emergencia de nuevos liderazgos políticos, académicos y sindicales, así como por el interés de jóvenes militantes que preservan intacta su lengua madre y su apego a los valores esenciales que conlleva.
El México de afuera es un hecho formidable, aunque con frecuencia olvidado u ofendido desde aquí por la incomprensión o la manipulación. Tiempo hubo, hace cuatro décadas, en que establecimos relaciones cooperativas con nuestros compatriotas del exterior y los respaldamos en sus batallas políticas y educativas. Esos vínculos no se concretaron, sin embargo, en una alianza de largo plazo sobre la base de que la nación mexicana es un fenómeno histórico, cultural y social que trasciende las fronteras físicas del Estado.
La ignorancia y la pequeñez han frenado o distorsionado nuestros vínculos institucionales con los mexicanos en el exterior. Se ha temido al intervencionismo recíproco del gobierno norteamericano, cuando éste ha ido en ascenso hasta llegar a la ocupación virtual de nuestro país. Se ha disminuido la importancia que tendría, para un proyecto ambicioso de desarrollo nacional y presencia global, la asociación con nuestros compatriotas migrados y su incorporación a un proceso de integración con América Latina.
Ese fue el mensaje que les transmití, con una respuesta excepcional de sus dirigentes. Compartieron en plenitud los principios del proyecto de reforma constitucional sobre política exterior: el carácter extraterritorial de la nación, el derecho humano a migrar y la obligación del Estado mexicano de proteger los derechos y atender las necesidades de su población en el exterior.
Convencer a los actores políticos mexicanos del reconocimiento de ese derecho ha sido ardua tarea. Gracias a que en 1996 planteamos “la restitución del derecho al sufragio a los ciudadanos injustamente privados de éste por razones de domicilio”, (los residentes en el extranjero y en el Distrito Federal) se inició un proceso lento y tortuoso que es indispensable culminar.
Consagramos entonces ese derecho modificando el artículo 36 constitucional y adicionando un transitorio para que ese derecho se ejerciese en la elección presidencial. Se mandató al Instituto Federal Electoral para conformar un grupo de expertos que estudiase las modalidades del voto en el extranjero. En 1998 emitió un dictamen para regularlo el año 2000, que no fue recogido por el Congreso.
En un reduccionismo absurdo se constriñó la emisión del voto a la vía postal. A pesar del enorme gasto en que se incurrió, la totalidad de sufragantes en el exterior fue de 30 mil. En la nueva iniciativa planteamos la ampliación de las modalidades del voto al sufragio presencial y los medios electrónicos. Reconocemos asimismo las formas asociativas de los migrantes para la organización de los comicios y la postulación de los candidatos.
Establecemos una lista del exterior como complemento de la vía proporcional y les otorgamos dos diputados, cualquiera que sea la cantidad de votantes. A efecto de no rebasar el número de 500, las curules del exterior se asignarán conforme al porcentaje que represente su participación en la votación nacional emitida, tomándolas en forma decreciente de las circunscripciones que hayan tenido menos votación respecto de la lista nominal.
Reiteradamente los partidos han prometido legislar eficazmente sobre la materia. Si no lo hiciesen ahora, me estarían dando la razón cuando afirmo que la clase política mexicana carece de honor.
Diputado federal por el PT
El México de afuera es un hecho formidable, aunque con frecuencia olvidado u ofendido desde aquí por la incomprensión o la manipulación. Tiempo hubo, hace cuatro décadas, en que establecimos relaciones cooperativas con nuestros compatriotas del exterior y los respaldamos en sus batallas políticas y educativas. Esos vínculos no se concretaron, sin embargo, en una alianza de largo plazo sobre la base de que la nación mexicana es un fenómeno histórico, cultural y social que trasciende las fronteras físicas del Estado.
La ignorancia y la pequeñez han frenado o distorsionado nuestros vínculos institucionales con los mexicanos en el exterior. Se ha temido al intervencionismo recíproco del gobierno norteamericano, cuando éste ha ido en ascenso hasta llegar a la ocupación virtual de nuestro país. Se ha disminuido la importancia que tendría, para un proyecto ambicioso de desarrollo nacional y presencia global, la asociación con nuestros compatriotas migrados y su incorporación a un proceso de integración con América Latina.
Ese fue el mensaje que les transmití, con una respuesta excepcional de sus dirigentes. Compartieron en plenitud los principios del proyecto de reforma constitucional sobre política exterior: el carácter extraterritorial de la nación, el derecho humano a migrar y la obligación del Estado mexicano de proteger los derechos y atender las necesidades de su población en el exterior.
Convencer a los actores políticos mexicanos del reconocimiento de ese derecho ha sido ardua tarea. Gracias a que en 1996 planteamos “la restitución del derecho al sufragio a los ciudadanos injustamente privados de éste por razones de domicilio”, (los residentes en el extranjero y en el Distrito Federal) se inició un proceso lento y tortuoso que es indispensable culminar.
Consagramos entonces ese derecho modificando el artículo 36 constitucional y adicionando un transitorio para que ese derecho se ejerciese en la elección presidencial. Se mandató al Instituto Federal Electoral para conformar un grupo de expertos que estudiase las modalidades del voto en el extranjero. En 1998 emitió un dictamen para regularlo el año 2000, que no fue recogido por el Congreso.
En un reduccionismo absurdo se constriñó la emisión del voto a la vía postal. A pesar del enorme gasto en que se incurrió, la totalidad de sufragantes en el exterior fue de 30 mil. En la nueva iniciativa planteamos la ampliación de las modalidades del voto al sufragio presencial y los medios electrónicos. Reconocemos asimismo las formas asociativas de los migrantes para la organización de los comicios y la postulación de los candidatos.
Establecemos una lista del exterior como complemento de la vía proporcional y les otorgamos dos diputados, cualquiera que sea la cantidad de votantes. A efecto de no rebasar el número de 500, las curules del exterior se asignarán conforme al porcentaje que represente su participación en la votación nacional emitida, tomándolas en forma decreciente de las circunscripciones que hayan tenido menos votación respecto de la lista nominal.
Reiteradamente los partidos han prometido legislar eficazmente sobre la materia. Si no lo hiciesen ahora, me estarían dando la razón cuando afirmo que la clase política mexicana carece de honor.
Diputado federal por el PT
No hay comentarios.:
Publicar un comentario