Pocos podrán decir que estaban mejor en México hace cinco años. Ni siquiera los grandes beneficiarios económicos o políticos de este lapso pueden disfrutar a plenitud sus réditos y concesiones, pues la larga mano de la delincuencia desbordada los mantiene bajo acoso y la inestabilidad emocional de sus cómplices, benefactores o aliados es causa de permanente zozobra. No se diga la gran mayoría popular a la que, en pocas palabras, se le ha robado la paz, hasta convertirla en sangrienta tragedia cotidiana, se le ha sumido en una cuesta económica permanente y se le han cercenado derechos, libertades, garantías y esperanza.
Felipe Calderón cumple cinco años de haberse hecho del poder y, salvo en sus discursos, casi nada positivo ha prosperado o avanzado. Todo se ha reducido a una larga marcha bélica que consume los recursos públicos sin supervisión ni auditorías reales, y que ha dañado a los mexicanos con cargo a varias generaciones, llenando la geografía nacional no solamente del rojo vital derramado, sino de crueldad inhumana, de ánimos perdurables de venganza y de descomposición institucional, sobre todo en los ámbitos de impartición y procuración de justicia.
En el curso de este periodo maldito (es decir, perverso, de mala intención y dañadas costumbres; de mala calidad, ruin, miserable, que son las dos acepciones de la Real Academia Española aplicables al caso), el cinismo oficial se ha multiplicado diariamente mediante el uso intensivo de propaganda que pretende celebrar los grandes logros bélicos y policiacos del gobierno del Presidente de la República (frase acomplejada, en la que una persona ha de destacar su sedicente cargo para no verse rebasada o diluida en el concepto general de gobierno federal o gobierno de la República) y el aparato federal de poder ha sido utilizado para ajustar cuentas con adversarios políticos y para allanar el paso a socios o aliados.
Además, como consecuencia de la reducida talla política de esos gobernantes, necesitados siempre de la ayuda de los tiburones locales y extranjeros, Calderón ha abierto las puertas peligrosamente a los intereses estadunidenses que, aprovechando las torpezas nativas e incentivándolas mediante artes tradicionales de provocación y desestabilización, mantienen un permanente amago de intervención necesaria en los asuntos del traspatio sumido en la ingobernabilidad y convertido en un peligro para la seguridad nacional del vecino, al que urgen nuevos escenarios de guerra, entre más cerca, mejor.
En condiciones normales, el primer día del último año de gobierno de los monarcas sexenales mexicanos suele ser desastroso, pues se empieza a vivir la soledad y la ingratitud, y las reacciones de los poderosos en declive pueden acercarse a los linderos de la locura (un ejemplo claro se vivió con Luis Echeverría). En el caso de Calderón, la tendencia puede ser alarmante. No es que no quiera dejar el poder, pues ningún ocupante de Los Pinos desea irse. El problema de fondo es que el michoacano, su familia y sus allegados saben de los riesgos que correrán en cuanto dejen de contar con el enorme blindaje que hasta ahora han tenido para librar esa guerra, que no ha significado pérdidas verdaderas para el narcotráfico, sino todo lo contrario, centradas las matanzas en las infanterías y encarcelados o exterminados algunos jefes de inmediato remplazados, más productivo y expansivo que nunca el gran negocio (una palmaria demostración de que el poder de la delincuencia organizada es mayor al suyo la tuvo en Michoacán, donde, según confesión de la hermana Luisa María, el narcotráfico habría decidido las elecciones estatales, señal contundente del fracaso de la guerra que Felipe inició en esa misma entidad a la que sumió en múltiples turbulencias tratando de conseguirse un santuario familiar transexenal).
La tentación de no irse, haiga de ser como haiga de ser, está presente y cada vez más fuerte. Todo lo que ayude a enturbiar el proceso electoral ya iniciado habrá de ser explotado y agravado. Todo lo que sirva para mantener al felipismo en el poder será utilizado, con la esperanza de que un propio gane (un Cordero marioneta) o de que mediante fórmulas extrañas pueda impedirse que otros se hagan de ese poder, así fuera detonando el propio proceso electoral.
Un apunte final: se ha incrementado el enrarecimiento político a partir de la llegada a Gobernación de Alejandro Poiré, quien ya antes se había esforzado por dar mejor armazón conceptual a la guerra irregular calderónica. De entrada, con el sucesor de José Francisco Blake se desnudó discursivamente lo que hasta entonces era inconfeso: el narcotráfico como peligro para las elecciones. Es decir, la justificación teórica de eventuales alteraciones, parciales o definitivas, del proceso comicial del año entrante. Luego, con el joven y muy adelgazado titular de Bucareli se dio el banderazo de salida a la tesis falsa de que la antedicha guerra se desató a petición popular, por un virtual clamor, confundiendo con toda intención perversa los tiempos y las circunstancias, pues cierto es que hoy existen peticiones y clamor para que las fuerzas armadas combatan a los negociantes de drogas, pero como consecuencia de la inicial acción bélica irreflexiva y sin estrategia que ha sumido a la nación en el caos actual. Por último, ha coincidido su arribo a la antiaérea secretaría, aunque no hay constancia de autoría intelectual de su parte en este tema, con la torpe difusión de un arrebato de ira del comandante en jefe al saberse exhibido como presunto criminal de guerra ante la Corte Penal Internacional. Con esas credenciales nefastas ratificadas en tan poco tiempo, el secretario Poiré parece destinado a jugar un papel relevante en el empeoramiento del país en el ¿último? año de gobierno del licenciado Calderón.
Y, mientras Lujambio releva al yerno de Gordillo, Fernando González, que dejaría el cargo en semanas para ser candidato de PRI, Verde y Panal a senador por Sinaloa, ¡hasta mañana, con tarahumaras ya bancarizados!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
juliohdz@jornada.com.mx
Enrique Galván Ochoa: Dinero
Felipe Calderón cumple cinco años de haberse hecho del poder y, salvo en sus discursos, casi nada positivo ha prosperado o avanzado. Todo se ha reducido a una larga marcha bélica que consume los recursos públicos sin supervisión ni auditorías reales, y que ha dañado a los mexicanos con cargo a varias generaciones, llenando la geografía nacional no solamente del rojo vital derramado, sino de crueldad inhumana, de ánimos perdurables de venganza y de descomposición institucional, sobre todo en los ámbitos de impartición y procuración de justicia.
En el curso de este periodo maldito (es decir, perverso, de mala intención y dañadas costumbres; de mala calidad, ruin, miserable, que son las dos acepciones de la Real Academia Española aplicables al caso), el cinismo oficial se ha multiplicado diariamente mediante el uso intensivo de propaganda que pretende celebrar los grandes logros bélicos y policiacos del gobierno del Presidente de la República (frase acomplejada, en la que una persona ha de destacar su sedicente cargo para no verse rebasada o diluida en el concepto general de gobierno federal o gobierno de la República) y el aparato federal de poder ha sido utilizado para ajustar cuentas con adversarios políticos y para allanar el paso a socios o aliados.
Además, como consecuencia de la reducida talla política de esos gobernantes, necesitados siempre de la ayuda de los tiburones locales y extranjeros, Calderón ha abierto las puertas peligrosamente a los intereses estadunidenses que, aprovechando las torpezas nativas e incentivándolas mediante artes tradicionales de provocación y desestabilización, mantienen un permanente amago de intervención necesaria en los asuntos del traspatio sumido en la ingobernabilidad y convertido en un peligro para la seguridad nacional del vecino, al que urgen nuevos escenarios de guerra, entre más cerca, mejor.
En condiciones normales, el primer día del último año de gobierno de los monarcas sexenales mexicanos suele ser desastroso, pues se empieza a vivir la soledad y la ingratitud, y las reacciones de los poderosos en declive pueden acercarse a los linderos de la locura (un ejemplo claro se vivió con Luis Echeverría). En el caso de Calderón, la tendencia puede ser alarmante. No es que no quiera dejar el poder, pues ningún ocupante de Los Pinos desea irse. El problema de fondo es que el michoacano, su familia y sus allegados saben de los riesgos que correrán en cuanto dejen de contar con el enorme blindaje que hasta ahora han tenido para librar esa guerra, que no ha significado pérdidas verdaderas para el narcotráfico, sino todo lo contrario, centradas las matanzas en las infanterías y encarcelados o exterminados algunos jefes de inmediato remplazados, más productivo y expansivo que nunca el gran negocio (una palmaria demostración de que el poder de la delincuencia organizada es mayor al suyo la tuvo en Michoacán, donde, según confesión de la hermana Luisa María, el narcotráfico habría decidido las elecciones estatales, señal contundente del fracaso de la guerra que Felipe inició en esa misma entidad a la que sumió en múltiples turbulencias tratando de conseguirse un santuario familiar transexenal).
La tentación de no irse, haiga de ser como haiga de ser, está presente y cada vez más fuerte. Todo lo que ayude a enturbiar el proceso electoral ya iniciado habrá de ser explotado y agravado. Todo lo que sirva para mantener al felipismo en el poder será utilizado, con la esperanza de que un propio gane (un Cordero marioneta) o de que mediante fórmulas extrañas pueda impedirse que otros se hagan de ese poder, así fuera detonando el propio proceso electoral.
Un apunte final: se ha incrementado el enrarecimiento político a partir de la llegada a Gobernación de Alejandro Poiré, quien ya antes se había esforzado por dar mejor armazón conceptual a la guerra irregular calderónica. De entrada, con el sucesor de José Francisco Blake se desnudó discursivamente lo que hasta entonces era inconfeso: el narcotráfico como peligro para las elecciones. Es decir, la justificación teórica de eventuales alteraciones, parciales o definitivas, del proceso comicial del año entrante. Luego, con el joven y muy adelgazado titular de Bucareli se dio el banderazo de salida a la tesis falsa de que la antedicha guerra se desató a petición popular, por un virtual clamor, confundiendo con toda intención perversa los tiempos y las circunstancias, pues cierto es que hoy existen peticiones y clamor para que las fuerzas armadas combatan a los negociantes de drogas, pero como consecuencia de la inicial acción bélica irreflexiva y sin estrategia que ha sumido a la nación en el caos actual. Por último, ha coincidido su arribo a la antiaérea secretaría, aunque no hay constancia de autoría intelectual de su parte en este tema, con la torpe difusión de un arrebato de ira del comandante en jefe al saberse exhibido como presunto criminal de guerra ante la Corte Penal Internacional. Con esas credenciales nefastas ratificadas en tan poco tiempo, el secretario Poiré parece destinado a jugar un papel relevante en el empeoramiento del país en el ¿último? año de gobierno del licenciado Calderón.
Y, mientras Lujambio releva al yerno de Gordillo, Fernando González, que dejaría el cargo en semanas para ser candidato de PRI, Verde y Panal a senador por Sinaloa, ¡hasta mañana, con tarahumaras ya bancarizados!
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero
juliohdz@jornada.com.mx
Enrique Galván Ochoa: Dinero
Cuánto aumentará el salario mínimo el año 2012? En realidad existen tres salarios en la República: zona A: $59.82; zona B, $58.13, y zona C, $56.70. Optimistamente podría anticiparse que el incremento será de cuatro pesos diarios, pero lo más probable es que quede en dos pesos y centavitos. Ya se instaló la comisión nacional que tiene a su cargo la tarea de darlos a conocer, pero no de fijarlos. En la práctica, son el gobierno federal y los organismos empresariales cúpula los que los establecen. Los representantes obreros en la comisión salen sobrando; generalmente proponen alzas mayores, pero no les hacen caso, y tampoco ponen muchas ganas para defender sus posiciones. Hay diversas opiniones acerca de que la comisión debería desaparecer, no tiene sentido mantener un organismo burocrático que no sirve para mucho. Sin embargo, lo mantienen porque el presidente de la República en turno le transfiere la responsabilidad y también el descontento de la gente. La inflación se ha disparado por la devaluación de la moneda y los gasolinazos, los ingresos precarios de los consumidores no alcanzan para vivir. Sólo Ernesto Cordero cree que con 6 mil pesos mensuales una familia puede vivir desahogadamente. Los funcionarios públicos y los cúpulos con frecuencia expresan su preocupación por la debilidad del mercado interno. Si realmente quisieran fortalecerlo deberían comenzar por establecer un salario mínimo que convierta en consumidores a quienes sobreviven en el subconsumo. Pregúntenle a Lula da Silva cómo hacerle.
García Márquez y su Crónica
Tengo que pulirme con el texto que sigue, porque tal vez lo leerá Gabriel García Márquez o alguno de sus amigos se lo comentará. Se trata de la demanda que originó su novela Crónica de una muerte anunciada. Narra la historia de un rico colombiano, Bayardo San Román, quien contrae matrimonio con Ángela Vicario, pero la regresa a su casa paterna después de descubrir que ya no era virgen. El problema surgió cuando un hasta entonces desconocido, Miguel Reyes Palencia, reclamó que García Márquez tomó la historia de su vida y la plasmó en el libro. El Nobel admite que fue inspirado por esa tragedia, pero su narración es fruto de su propia imaginación. El litigio ha venido ventilándose en tribunales colombianos a lo largo de muchos años. Finalmente, la Corte estableció que centenares de obras literarias, artísticas y cinematográficas tienen como historia central sucesos de la vida real, los cuales son adaptados por el creador sin que eso implique una obligación de pagar derechos a los personajes de la vida real. El expediente quedó cerrado.
Hipoteca Santander
Banco Santander presentó un nuevo esquema de créditos hipotecarios: el Cofinavit AG. Está enfocado a clientes que cotizan en el Infonavit y tienen un ingreso mensual de 20 mil pesos o mayor, es el equivalente a 11 salarios mínimos del Distrito Federal. Permite utilizar el remanente del saldo de la subcuenta de vivienda desde el inicio del crédito, en vez de recibirlo en un periodo de cinco años. Esto reduce el monto de la hipoteca.
García Márquez y su Crónica
Tengo que pulirme con el texto que sigue, porque tal vez lo leerá Gabriel García Márquez o alguno de sus amigos se lo comentará. Se trata de la demanda que originó su novela Crónica de una muerte anunciada. Narra la historia de un rico colombiano, Bayardo San Román, quien contrae matrimonio con Ángela Vicario, pero la regresa a su casa paterna después de descubrir que ya no era virgen. El problema surgió cuando un hasta entonces desconocido, Miguel Reyes Palencia, reclamó que García Márquez tomó la historia de su vida y la plasmó en el libro. El Nobel admite que fue inspirado por esa tragedia, pero su narración es fruto de su propia imaginación. El litigio ha venido ventilándose en tribunales colombianos a lo largo de muchos años. Finalmente, la Corte estableció que centenares de obras literarias, artísticas y cinematográficas tienen como historia central sucesos de la vida real, los cuales son adaptados por el creador sin que eso implique una obligación de pagar derechos a los personajes de la vida real. El expediente quedó cerrado.
Hipoteca Santander
Banco Santander presentó un nuevo esquema de créditos hipotecarios: el Cofinavit AG. Está enfocado a clientes que cotizan en el Infonavit y tienen un ingreso mensual de 20 mil pesos o mayor, es el equivalente a 11 salarios mínimos del Distrito Federal. Permite utilizar el remanente del saldo de la subcuenta de vivienda desde el inicio del crédito, en vez de recibirlo en un periodo de cinco años. Esto reduce el monto de la hipoteca.
A todo pulmón electorero se mantiene el tema de la voluminosa deuda pública de los estados del país, aunque debajo del tapete pretende mantenerse la misma situación, pero a nivel federal, y lo más llamativo de todo esto es que los más gritones son quienes en mayor media han endeudado al país y/o a sus respectivas entidades republicanas. Pero al final de cuentas el problema no es de la administración federal ni de las estatales, que siempre se lavan las manos, sino de los mexicanos (los menos gritones) por ser los que pagarán hasta el último centavo de los excesos cometidos por sus supuestos gobernantes.
Materia de especial atención mediática ha sido el cochinero de la deuda pública coahuilense, por la simple razón de que quien meses atrás encabezaba el gobierno de ese estado ahora preside (no se sabe por cuántos días más) el partido tricolor, cuyo engominado candidato a la silla grande aparentemente va en caballo de hacienda. Lo más probable es que si el profesor bailarín se hubiera retirado de la política activa o cuando menos hubiera sido más prudente, ninguna voz –comenzando por la de los panistas– se habría escuchado en su contra por el referido motivo, porque ese es el silencioso acuerdo de la clase política: perro no come perro, salvo en tiempos electorales.
Sin duda el crecimiento de la deuda coahuilense es llamativo, pero no es el único. De hecho, el descomunal endeudamiento de los gobiernos estatales ha sido la norma desde cuando menos la segunda mitad del salinato. De 1992 a septiembre de 2011 el saldo de la deuda pública de las 31 entidades de la República más el Distrito Federal creció la friolera de 2 mil por ciento, y nadie en el gobierno federal ni en los partidos políticos se tomó la molestia de reclamar. Lo peor del caso es que el crecimiento de dicho débito ha sido inversamente proporcional al comportamiento económico de esas mismas entidades y a la caída del bienestar social de sus habitantes. ¿Dónde, pues, están esos miles y miles de millones de pesos que se contrataron administraciones priístas, panistas y perredistas?
En el centro de los gritones y animando a otros para que hagan lo propio, sólo en contra de la deuda coahuilense, se encuentran el gobierno calderonista y el PAN, que al final son uno mismo. Han hecho un verdadero alboroto sobre el asunto de Coahuila, pero permanecen mudos en torno al espeluznante crecimiento de la deuda federal, es decir, la del propio gobierno calderonista y demás instancias federales, algo que, por cierto, es totalmente opuesto a lo que el actual inquilino de Los Pinos prometió en los dorados tiempos de su campaña electoral.
En este contexto, entre 2006 y septiembre de 2011 la deuda de los 31 estados más el Distrito Federal aumentó 124 por ciento. ¡Qué horror!, gritan en Los Pinos, pero mantienen sepulcral silencio cuando se conoce que en el mismo periodo la deuda federal se incrementó 158 por ciento. La primera, en números cerrados, pasó de 160 mil a 358 mil millones de pesos, es decir de 1.6 a 2.7 por ciento del producto interno bruto; la segunda arrasadoramente avanzó de 1.9 a 4.9 billones de pesos, o lo que es lo mismo, de 21.4 a 34.2 por ciento (para ambos casos las cifras son de la Secretaría de Hacienda). Todo ello en el marco de una economía que en ese lapso ha crecido a un ritmo anual promedio de 1.7 por ciento, sin olvidar los más 12 millones adicionales de pobres, los 7 millones de ninis, los 2.5 millones de desempleados y los 13.4 millones en la informalidad, por sólo citar algunas gracias de nuestros amadísimos cuan respetados gobiernos. ¿Dónde, pues, está la deuda federal? ¿Dónde la estatal? ¿Qué se hizo con ese voluminoso río de dinero?
Pero la única bronca (dicen en Los Pinos, con coro panista) es la deuda de Coahuila; es más, ni siquiera eso: el quid es el endeudamiento en tiempos de Humberto Moreira como gobernador. El resto, qué más da. Sin duda, lo del profesor bailarían es un cochinero, pero, insisto, no el único. ¿Dónde estaban las siempre atentas autoridades federales para frenar a los voraces gobiernos estatales? ¿Dónde para contenerse a sí mismo?, pues la deuda federal (interna y externa) en sólo cinco años ha crecido casi 13 puntos porcentuales del producto interno bruto (para dar una idea, el rescate del Fobaproa llegó a representar 20 por ciento del PIB en su etapa de mayor generosidad).
¿Humberto Moreira es responsable de falsificar documentos para aumentar la deuda de Coahuila? Si es así, que se actúe en consecuencia y se litigue en los tribunales, no en los medios de comunicación ni, especialmente, en tiempos electorales. Pero, ¿qué pasa con la deuda federal? ¿Quién vigila al vigilante, al gritón mayor? Con Calderón en Los Pinos, el débito interno creció 145 por ciento, y el externo 105 por ciento (y falta 2012, año electoral), mientras la economía avanza 1.7 por ciento y las miserias van a galope. La deuda federal en niveles históricos, al igual que el bienestar de los mexicanos, con la salvedad que en el primer caso es para arriba y en el segundo para abajo.
Se supone que los gobiernos (estatales y federal) contratan deuda pública con fines productivos, para estimular el crecimiento económico, para impulsar el desarrollo, para satisfacer las necesidades de la población, para cimentar el futuro. ¿Dónde está todo eso?, porque lo único que se ve, y se paga, es el aparatoso avance del débito. Pero no hay de qué preocuparse, pues no cabe duda que finalmente los mexicanos sabrán de esa deuda, porque pagarán hasta el último centavo de ella, mientras los responsables del atraco brincan de un puesto público a otro sin mayores consecuencias (a menos de que, amén de hocicón, se le ocurra la pésima idea de ocupar la presidencia de un partido político con un candidato aparentemente ganador, y enfrente a un gobierno perdedor en tiempos electorales).
Las rebanadas del pastel
Es un hecho que el miedo no anda en burro, y el autodenominado (ex) gallo azul está consciente de ello. Y en este contexto, lo único que le faltaría al país es tener como senador de la República a Javier Lozano Alarcón quien, en busca de manto protector, está en pos de una plurinominal blanquiazul para la próxima legislatura. Por ello, como anillo al dedo quedan las recientes declaraciones del líder minero Napoleón Gómez Urrutia sobre este personaje y su patrón: habrá que ver cuál será el futuro de Felipe Calderón y Javier Lozano Alarcón. Estarán buscando protección e impunidad, nacional e internacional, pero han cometido tan serios y graves errores que deberían desde ahora, si es que no lo han hecho, preocuparse por su futuro. Y sí, ambos ya proceden en tal sentido.
cfvmexico_sa@hotmail.com
Pedro Miguel: Navegaciones
Como la corona de Madrid ya había dado demasiada guerra en el hemisferio occidental, esta parte del mundo no tuvo mucho ánimo para enterarse de las otras guerras emprendidas por España en décadas posteriores a las independencias latinoamericanas. Se supo, a lo sumo, de los pormenores de la causa independentista en Cuba, que venía muy atrasada del resto del continente, pero que le concernía: el hervor de los mambises, las andanzas de Martí, Maceo y Gómez, los gritos de Yara y de Baire, la intervención gringa con el pretexto del estallido del Maine... Una de las truculencias menores de la contienda fue el combate de Arango, ocurrido el 8 de mayo de 1896, en el que las tropas españolas cargaron a distancia corta contra el bando mambí. La lucha se degradó hasta volverse cuerpo a cuerpo y las filas independentistas sufrieron 28 bajas mortales por heridas de arma blanca. El propio jefe de las fuerzas coloniales en el encuentro sufrió cinco lesiones de bala, pero sobrevivió. Los mambises lo ataron a un palo, le dieron once cuchilladas y lo dieron por muerto. Sin embargo, el hombre no quiso fallecer; lo rescataron, casi desangrado, fue llevado a un hospital y para diciembre del mismo año ya estaba de vuelta en el frente de combate.
El Correo Ilustrado
Critica actitud codiguera y autómata de ministros de la Corte
La resolución del ministro Saldivar se redujo a un tramposo juego de palabras y una pifia jurídica. Esto me hace recordar la opinión del eminente jurista Arnaldo Córdova: “algunos jueces, magistrados y ministros, al administrar justicia, se reducen a simples codigueros, olvidando que no se debe seguir como autómata la letra de la ley, sino el objetivo que ella busca. Todo instrumento legal tiene un objetivo que encierran las palabras con las que está escrito (es lo que los juristas llamamos espíritu de la laxleye), pero las palabras solas no dicen nada”.
Materia de especial atención mediática ha sido el cochinero de la deuda pública coahuilense, por la simple razón de que quien meses atrás encabezaba el gobierno de ese estado ahora preside (no se sabe por cuántos días más) el partido tricolor, cuyo engominado candidato a la silla grande aparentemente va en caballo de hacienda. Lo más probable es que si el profesor bailarín se hubiera retirado de la política activa o cuando menos hubiera sido más prudente, ninguna voz –comenzando por la de los panistas– se habría escuchado en su contra por el referido motivo, porque ese es el silencioso acuerdo de la clase política: perro no come perro, salvo en tiempos electorales.
Sin duda el crecimiento de la deuda coahuilense es llamativo, pero no es el único. De hecho, el descomunal endeudamiento de los gobiernos estatales ha sido la norma desde cuando menos la segunda mitad del salinato. De 1992 a septiembre de 2011 el saldo de la deuda pública de las 31 entidades de la República más el Distrito Federal creció la friolera de 2 mil por ciento, y nadie en el gobierno federal ni en los partidos políticos se tomó la molestia de reclamar. Lo peor del caso es que el crecimiento de dicho débito ha sido inversamente proporcional al comportamiento económico de esas mismas entidades y a la caída del bienestar social de sus habitantes. ¿Dónde, pues, están esos miles y miles de millones de pesos que se contrataron administraciones priístas, panistas y perredistas?
En el centro de los gritones y animando a otros para que hagan lo propio, sólo en contra de la deuda coahuilense, se encuentran el gobierno calderonista y el PAN, que al final son uno mismo. Han hecho un verdadero alboroto sobre el asunto de Coahuila, pero permanecen mudos en torno al espeluznante crecimiento de la deuda federal, es decir, la del propio gobierno calderonista y demás instancias federales, algo que, por cierto, es totalmente opuesto a lo que el actual inquilino de Los Pinos prometió en los dorados tiempos de su campaña electoral.
En este contexto, entre 2006 y septiembre de 2011 la deuda de los 31 estados más el Distrito Federal aumentó 124 por ciento. ¡Qué horror!, gritan en Los Pinos, pero mantienen sepulcral silencio cuando se conoce que en el mismo periodo la deuda federal se incrementó 158 por ciento. La primera, en números cerrados, pasó de 160 mil a 358 mil millones de pesos, es decir de 1.6 a 2.7 por ciento del producto interno bruto; la segunda arrasadoramente avanzó de 1.9 a 4.9 billones de pesos, o lo que es lo mismo, de 21.4 a 34.2 por ciento (para ambos casos las cifras son de la Secretaría de Hacienda). Todo ello en el marco de una economía que en ese lapso ha crecido a un ritmo anual promedio de 1.7 por ciento, sin olvidar los más 12 millones adicionales de pobres, los 7 millones de ninis, los 2.5 millones de desempleados y los 13.4 millones en la informalidad, por sólo citar algunas gracias de nuestros amadísimos cuan respetados gobiernos. ¿Dónde, pues, está la deuda federal? ¿Dónde la estatal? ¿Qué se hizo con ese voluminoso río de dinero?
Pero la única bronca (dicen en Los Pinos, con coro panista) es la deuda de Coahuila; es más, ni siquiera eso: el quid es el endeudamiento en tiempos de Humberto Moreira como gobernador. El resto, qué más da. Sin duda, lo del profesor bailarían es un cochinero, pero, insisto, no el único. ¿Dónde estaban las siempre atentas autoridades federales para frenar a los voraces gobiernos estatales? ¿Dónde para contenerse a sí mismo?, pues la deuda federal (interna y externa) en sólo cinco años ha crecido casi 13 puntos porcentuales del producto interno bruto (para dar una idea, el rescate del Fobaproa llegó a representar 20 por ciento del PIB en su etapa de mayor generosidad).
¿Humberto Moreira es responsable de falsificar documentos para aumentar la deuda de Coahuila? Si es así, que se actúe en consecuencia y se litigue en los tribunales, no en los medios de comunicación ni, especialmente, en tiempos electorales. Pero, ¿qué pasa con la deuda federal? ¿Quién vigila al vigilante, al gritón mayor? Con Calderón en Los Pinos, el débito interno creció 145 por ciento, y el externo 105 por ciento (y falta 2012, año electoral), mientras la economía avanza 1.7 por ciento y las miserias van a galope. La deuda federal en niveles históricos, al igual que el bienestar de los mexicanos, con la salvedad que en el primer caso es para arriba y en el segundo para abajo.
Se supone que los gobiernos (estatales y federal) contratan deuda pública con fines productivos, para estimular el crecimiento económico, para impulsar el desarrollo, para satisfacer las necesidades de la población, para cimentar el futuro. ¿Dónde está todo eso?, porque lo único que se ve, y se paga, es el aparatoso avance del débito. Pero no hay de qué preocuparse, pues no cabe duda que finalmente los mexicanos sabrán de esa deuda, porque pagarán hasta el último centavo de ella, mientras los responsables del atraco brincan de un puesto público a otro sin mayores consecuencias (a menos de que, amén de hocicón, se le ocurra la pésima idea de ocupar la presidencia de un partido político con un candidato aparentemente ganador, y enfrente a un gobierno perdedor en tiempos electorales).
Las rebanadas del pastel
Es un hecho que el miedo no anda en burro, y el autodenominado (ex) gallo azul está consciente de ello. Y en este contexto, lo único que le faltaría al país es tener como senador de la República a Javier Lozano Alarcón quien, en busca de manto protector, está en pos de una plurinominal blanquiazul para la próxima legislatura. Por ello, como anillo al dedo quedan las recientes declaraciones del líder minero Napoleón Gómez Urrutia sobre este personaje y su patrón: habrá que ver cuál será el futuro de Felipe Calderón y Javier Lozano Alarcón. Estarán buscando protección e impunidad, nacional e internacional, pero han cometido tan serios y graves errores que deberían desde ahora, si es que no lo han hecho, preocuparse por su futuro. Y sí, ambos ya proceden en tal sentido.
cfvmexico_sa@hotmail.com
Pedro Miguel: Navegaciones
Como la corona de Madrid ya había dado demasiada guerra en el hemisferio occidental, esta parte del mundo no tuvo mucho ánimo para enterarse de las otras guerras emprendidas por España en décadas posteriores a las independencias latinoamericanas. Se supo, a lo sumo, de los pormenores de la causa independentista en Cuba, que venía muy atrasada del resto del continente, pero que le concernía: el hervor de los mambises, las andanzas de Martí, Maceo y Gómez, los gritos de Yara y de Baire, la intervención gringa con el pretexto del estallido del Maine... Una de las truculencias menores de la contienda fue el combate de Arango, ocurrido el 8 de mayo de 1896, en el que las tropas españolas cargaron a distancia corta contra el bando mambí. La lucha se degradó hasta volverse cuerpo a cuerpo y las filas independentistas sufrieron 28 bajas mortales por heridas de arma blanca. El propio jefe de las fuerzas coloniales en el encuentro sufrió cinco lesiones de bala, pero sobrevivió. Los mambises lo ataron a un palo, le dieron once cuchilladas y lo dieron por muerto. Sin embargo, el hombre no quiso fallecer; lo rescataron, casi desangrado, fue llevado a un hospital y para diciembre del mismo año ya estaba de vuelta en el frente de combate.
El Correo Ilustrado
Critica actitud codiguera y autómata de ministros de la Corte
La resolución del ministro Saldivar se redujo a un tramposo juego de palabras y una pifia jurídica. Esto me hace recordar la opinión del eminente jurista Arnaldo Córdova: “algunos jueces, magistrados y ministros, al administrar justicia, se reducen a simples codigueros, olvidando que no se debe seguir como autómata la letra de la ley, sino el objetivo que ella busca. Todo instrumento legal tiene un objetivo que encierran las palabras con las que está escrito (es lo que los juristas llamamos espíritu de la laxleye), pero las palabras solas no dicen nada”.
Leí con emoción un artículo de Angela Davis –sí, la misma que en los lejanísimos años 60 fue figura y símbolo de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos–, no sólo por saberla viva, sino porque sus reflexiones me parecieron frescas, abiertas a lo que hay de nuevo en las movilizaciones de los indignados del mundo, pero especialmente en las comunidades de resistencia que se han asentado en las plazas de Nueva York, Oakland o Los Ángeles. Frente a un mundo que mitifica la voz de la juventud (aunque no la escuche) resulta gratificante que una antigua militante de la izquierda radical no repita el estribillo de sus tiempos y se mantenga atenta a descubrir en los hechos las lecciones que la pura nostalgia o el esquematismo no dejan ver.
El pasado 29 de noviembre fue el Día Internacional de la Solidaridad con el Pueblo Palestino. Esa fecha fue establecida por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 1977 para reflexionar sobre la suerte de los palestinos y promover una paz justa y duradera en Oriente Medio. La clave de esa paz, según la ONU, es una solución justa del problema de Palestina, mediante la realización de los derechos inalienables del pueblo palestino, incluyendo su independencia.
Mañana se inicia en Caracas una jornada histórica de nuestra América. Los 33 jefes de Estado y de gobierno de la región dejarán constituida la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), organización de concertación política e integración que reúne por primera vez a esos estados exclusivamente. Han debido transcurrir dos siglos del inicio de nuestras gestas independentistas, de que Bolívar plasmara en la Carta de Jamaica (1815) el sueño de formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue todas sus partes entre sí y con el todo, 185 años del Congreso de Panamá, postrer intento del Libertador de hacer realidad aquel sueño; 120 años desde que Martí abogara en Nuestra América por el mismo objetivo: ¡los árboles se han de poner en fila para que no pase el gigante de las siete leguas¡
Los órdenes de magnitud de la debacle humana, económica y hegemónica ocasionada por la guerra desatada por Estados Unidos en marzo de 2003 sobre la población iraquí son de orden mayor. El número de bajas no se mide en pocos cientos de miles, como dicen algunas ONG de ese país, por lo que conviene precisar que la prestigiosa revista Lancet registró 100 mil muertes por violencia relacionada con la invasión y ocupación en 2004. Una encuesta realizada a mediados de 2006 por investigadores de la Universidad Johns Hopkins elevó la cifra a 600 mil bajas civiles.
Desmond Peter Lazaro nació en Inglaterra; completó sus estudios en la Universidad de Baroda, en Gujarat, y se trasladó luego a Jaipur, donde radica. Escribió sobre la tradición de pintura pichhvai en el Rajastán, donde nos ilustra sobre los materiales, los métodos y el simbolismo de esas pinturas.
En coproducción de la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, la Coordinación de Teatro del INBA y la embajada de España, se presenta esta obra de José Sanchis Sinisterra del que tenemos mucha noticia en México, tanto por las obras suyas que aquí se representan como por los talleres que imparte en nuestra nación. Es difícil no reconocer el talento del autor español con textos como ¡Ay Carmela!, El cerco de Leningrado, Ñaque de piojos y actores o El lector por horas aunque en otras obras, a mi entender, no resulte tan afortunado. Este sería el caso de Flechas del ángel del olvido, texto dirigido por Sanchis Sinisterra sobre todo a los jóvenes entre los cuales, según el autor se plantea grave carencia identitaria, febrilmente colmada por frágiles mimetismos, por pertenencias tribales y un ávido consumo de marcas. Me cuesta bastante trabajo ligar esto con lo que vi en escena, aunque el problema de la identidad persiste en ambos puntos y más trabajo aún, por mucho que le dé vueltas en mi magín, tendría para avalar las versiones de que se trata de una parábola del mundo moderno, o que el despojado cuarto del incierto hospital es una metáfora de la democracia. O bien algo pasó con mi pequeña capacidad perceptiva o no vi bien el nuevo traje del emperador, lo que podría ocurrir ante la fallida profundidad en una obra de un autor importante en la que todos desean encontrar rastros de una propuesta trascendente. A muchos nos gusta más un Sanchis que deja vislumbrar muchas otras cosas a través de lo cotidiano.
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