A propósito de nada, más que volver a pelearse con sus críticos, con el IFE, con los partidos opositores y con la realidad misma, Felipe Calderón Hinojosa protagonizó esta mañana un evento de autopromoción, en el Auditorio Nacional, transmitido prácticamente en cadena nacional por la mayoría de los medios electrónicos.
No dijo nada nuevo. En su típico estilo peleonero, que se ha agudizado en las últimas semanas, Calderón se dedicó a justificar las medidas más polémicas de su gobierno, en especial, la guerra contra el crimen organizado y su política social.
Enfático, el fajador de Los Pinos calificó como “omisión negligente, miedosa y a veces cómplice de gobernantes” anteriores la política antinarco. Categórico, acusó de mentirosos a “quienes afirman que ha crecido la pobreza en México” durante su gobierno y presumió que entre 2000 y 2010 la pobreza alimentaria disminuyó 23 por ciento.
Calderón desglosó 18 temas de la agenda gubernamental, pero evidentemente, el énfasis fue en relación con su política contra el crimen organizado. Apenas unas horas antes, el secretario de Defensa norteamericano tuvo un “desliz” al afirmar que suman ya 150 mil muertos. La Sedena y la Marina emitieron comunicados para decir que esta cifra del jefe del Pentágono era “continental”.
Calderón también se peleó con el IFE. Afirmó que “a diferencia de otras democracias en nuestro país no será posible que el gobierno exprese con esa misma libertad sus argumentos o sus puntos de vista, es por eso que con el afán de contribuir a un debate ciudadano, hoy quiero hacer un balance de lo que a mi juicio son los elementos y los cambios fundamentales” de su gobierno.
Como si fuera el quinto candidato a las elecciones presidenciales del 2012, Calderón se autopromueve. La única diferencia es que el primer mandatario tiene todos los instrumentos del Estado a su favor. La inundación de spots televisivos y radiofónicos para promover los “logros” de su gobierno no ha cesado. A tal grado, que la intoxicación ha generado un efecto inverso a lo buscado.
Dos días antes de su informe mediático de este 28 de marzo, la Comisión de Quejas y Denuncias del IFE ordenó medidas cautelares al SAT para suspender el envío de cartas del presidente Calderón, dirigidas a los contribuyentes, por considerar que esta labor proselitista constituye una violación a las restricciones a la propaganda gubernamental establecidas en el artículo 134 constitucional.
A Calderón le genera demasiada molestia contener sus continuas intervenciones y violaciones a la autonomía de otros poderes como sucedió la semana pasada con la Suprema Corte de Justicia, a propósito de la discusión del caso Cassez, y ahora con el IFE, a propósito del inicio de la veda electoral marcada por la propia Constitución.
Caída de 11 puntos de Popularidad.
El problema para Calderón es que sus principales críticos no son los opositores, los “negligentes” vinculados a los narcos, los corruptos de otras épocas sino los propios ciudadanos. A diferencia de sus antecesores, Calderón culmina su administración con una severa caída de popularidad.
Las encuestas de Consulta Mitofsky, empresa estelar de los sondeos de opinión divulgados en Televisa, reveló que sólo el 51 por ciento de los mexicanos, en promedio, aprobó la labor de Calderón, al finalizar el 2011. La cifra es 11 puntos menos a lo observado en 2007, cuando su índice de aprobación alcanzó el 62 por ciento.
Es el índice de aceptación más bajo en el quinto año de un presidente mexicano. En contraste, su antecesor Vicente Fox tuvo 59 por ciento de aprobación en 2005 (a pesar de la crisis generada por el desafuero en contra de López Obrador); Ernesto Zedillo tuvo un 64 por ciento de aceptación en su quinto año; y Carlos Salinas de Gortari tenía un índice de aprobación de 81 por ciento en 1993 (antes de la revuelta zapatista, el crimen de Colosio y los desarreglos de 1994).
La popularidad de Calderón ha venido de más a menos, a pesar de haber invertido más de 18 mil millones de pesos en gastos de propaganda y comunicación social, el monto más alto en toda la historia de los sexenios. En 2007, Calderón tenía el 62 por ciento de aceptación, mismo porcentaje que mantuvo en 2009. Su caída más fuerte fue en 2010, cuando registró 54 por ciento y en 2011 cayó a 51 por ciento, según Mitofsky ¿Cómo andaría su índice de aprobación sin este dispendio?
Esta ceremonia de exceso telegénico y propagandístico, más parece una ceremonia del adiós o la advertencia de que Calderón quiere participar como el quinto candidato en las elecciones del 2012, en condiciones de franca inequidad.
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