El liberalismo político: ¿gobierno de leyes o gobierno de hombres?
El liberalismo político con fines democráticos y republicanos está asido a las conquistas de innovadoras Revoluciones como la inglesa de 1680; la estadounidense de 1770-1776; y la francesa de 1789, que dieron a luz los derechos humanos como pivote que remueve los asientos de las autocracias. Un principio de esa ilustración política que viene desde la Atenas de Pericles y la Generación de Protágoras, Demóstenes, Fidias, Eurípides, Tucídides, etc., es el gobierno de leyes donde prevalece el Estado en cuanto significa una Constitución y su orden jurídico, la conjunción del poder del pueblo y los límites a los gobernantes para impedir al máximo sus abusos. Pero, son indispensables los hombres para ejercer un gobierno de leyes.
Con ignorancia o mala fe, el profesor del Tecnológico de Monterrey José Fernández Santillán, traductor de Norberto Bobbio y uno que otro teórico italiano, critica a la oposición del PRD-PT-Movimiento Ciudadano Movimiento Progresista con la pregunta: ¿gobierno de leyes o gobierno de hombres? Porque éste ha impugnado el resultado electoral presidencial plagado de irregularidades que lo viciaron de origen, solicitando anular el más que sospechoso resultado cuantitativo y convocar a nuevas elecciones. Esto le parece al profesor de marras que es pronunciarse por un gobierno de hombres, marginando el que por encima de todo está el gobierno de leyes. Pero esa oposición busca precisamente un gobierno de leyes a las que deben someterse los hombres y mujeres, para que sus actos y omisiones sean catalizadores de consecuencias legales, como indica la divisa del liberalismo político.
La elección de Peña está minada de graves ilegalidades que implican ilegitimidad y en caso de que contra viento y marea lo impongan, no podría ser ni un gobierno de leyes ni un gobierno de hombres. Y Santillán corre el riesgo de que sus alumnos lo echen a la calle por justificar la pírrica victoria del PRI-Peña y enseñar que si la oposición objeta la elección plagada de fraudes y corrupción, es porque quiere un gobierno de hombres; y Peña quiere un gobierno de leyes. Puede adherirse al PRI y opinar que Peña ha ganado. Pero se equivoca al decir que ya todo está terminado.
Ataca con furia al movimiento lópezobradorista y tilda a los estudiantes de “#Yosoy132” de fascistas porque cuestionan a Televisa, Soriana, Monex, encuestadoras, etc. Y neofascista, se muestra intolerante contra quienes no comulgan con sus ruedas de molino antidemocrático. Desvaría e inventa que el neopopulismo es el gobierno de los hombres y propone ayudar, obviamente al PRI y anexas, que representan el gobierno de las leyes. Nada aprendió de Bobbio ni de la escuela italiana. Ignora que las manifestaciones populares son parte del poder del pueblo, de donde se deriva el populismo que se activa cuando las oligarquías y plutocracias suponen que el gobierno de las leyes lo es sin gobierno de los hombres. Esto no existe. No ha existido en la historia. Ni existirá, pues (¡oh, Kant!) hasta un pueblo de ángeles o demonios, necesita leyes y hombres para ejercer y hacer funcionar al Estado.
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