Lydia Cacho
Si algo le debemos a Felipe Calderón es que nos demostrase, con una notable persistencia, que quien pone sus convicciones al servicio del poder termina perdiéndolas de la peor manera. Y no, no es el único responsable de que México esté en una de las crisis de seguridad y justicia más importantes de su historia moderna. A su lado están políticos y servidores públicos que durante 12 años pudieron sacarnos del desastre que dejó el PRI, y marcar la diferencia defendiendo el nuevo sistema de justicia y no la guerra, rebelándose contra las costumbres del poder y sus estrategias para opacar las operaciones de las secretarías de Estado. Era su obligación tomar una postura moral, renunciar a los insultantes salarios que debilitaron la economía hasta los huesos.
Y sí, los economistas que ven números desde sus escritorios (que ven la economía de mercado como un experimento de laboratorio en que la sociedad la constituyen ratones que son movidos de una jaula a otra), se burlan de la exigencia de disminuir sueldos y lujosas prestaciones de servidores públicos de alto nivel, aduciendo que esto no cambiará la economía nacional. Ciertamente no lo hará, pero es un imperativo ético generar un equilibrio salarial para quienes tienen la responsabilidad de, entre otras cosas abatir la pobreza y las desigualdades sociales. Es un asunto de principios. Ya quedó demostrado que es falso eso de que si los servidores públicos ganan más no se corrompen. Los corruptos no lo son por pobres, sino por inicuos.
Quienes esperan que les llegue un presidente carismático, promotor de la justicia social y la igualdad para salvar al país, que se olviden. Lo que tenemos ya es a una banda de neoliberales abusivos, liderados por Peña Nieto y los reciclados de la ignominia. La pregunta que nos urge responder es ¿qué haremos con quienes compraron su regreso al poder? ¿jugar a la resistencia política mesiánica?, o potenciar la resistencia civil apartidista.
Vaya que el esfuerzo social logró su cometido. Millones de personas indignadas lucharon desde sus posibilidades y sus convicciones para exigir que las instituciones electorales admitiesen, cuando menos, su incapacidad para servir de verdadero árbitro ante la corrupción electoral. Ya sabemos que es un grave retroceso democrático, ahora urge decidir cómo trabajar para que esto no vuelva a suceder. No hay que escatimar el mérito de #Yosoy132 para reivindicar el derecho juvenil a la protesta civil.
Defender nuestro derecho a rebelarnos, a reorganizar a la sociedad civil desde diferentes espacios y por diversas causas es lo único que nos salvará del caos en que ha quedado el país luego de la fallida transición democrática. Protestar en voz alta si, decir la verdad a pesar de las consecuencias, sí, cuestionar por todas las vías a las instituciones obsoletas y corruptas, sí. Urge fortalecer los lazos entre las organizaciones no gubernamentales que son el sostén real del tejido social: las ambientalistas y pro derechos de los animales, las que protegen migrantes, quienes defienden a niños, niñas y jóvenes abandonados o maltratados. Las que defienden los derechos de las mujeres a la igualdad y la no-violencia. Las que nos urgen a reivindicar los derechos e idiomas de indígenas; quienes ayudan a las personas con adicciones; quienes trabajan por la no discriminación; quienes abogan por un nuevo sistema educativo y una pedagogía psico-afectiva que salve a los niños y niñas de la violencia normalizada. Y quienes promueven un nuevo sistema de justicia. Ninguna organización se ha detenido. Porque todas ellas, junto con las que defienden las radios comunitarias y promueven erradicar los monopolios mediáticos, así como quienes enseñan a periodistas a enfrentar riesgos y amenazas para seguir trabajando, nunca han perdido la brújula ni el aliento.
La sociedad civil ha sabido seguir a pesar de Fox y sus estulticias, de Calderón y sus masacres y el debilitamiento del sistema de justicia, de los perredistas que han llevado la desgracia a algunas provincias.
Y sí, saldremos adelante a pesar del PRI/Verde y sus peores representantes. Este país necesita más que nunca verdaderas estrategas de la paz (porque sólo habrá paz con educación, con derecho ambiental, con igualdad, con salud física y emocional, con arte y cultura, con justicia y libertad de expresión).
Está claro que no la encontraremos en las curules, ni en el duopolio televisivo. Ellos festejan que ya volvieron. Nosotros debemos festejar que sólo duren seis años, que llevamos décadas, que tenemos fuerza de resistencia, poder de convocatoria, capacidad de rebelión y muchas ideas para seguir adelante.
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