La
Constitución ordena en su artículo 26 que el Estado organizará un
sistema de planeación democrática del desarrollo que imprima solidez,
dinamismo, permanencia y equidad al crecimiento de la economía para la
independencia y democratización política, cultural y social de la
nación. Define enseguida que los fines del proyecto nacional contenidos
en la propia Carta determinarán los objetivos de dicha planeación.
Ese
es el debate ausente en la coyuntura política del cambio de gobierno.
Tampoco puede afirmarse que la campaña electoral y los debates entre
los candidatos fueron pródigos en visiones ordenadas y claras de los
proyectos que se confrontaban. El mandato político indicaría que el
Ejecutivo próximo a entrar en funciones planteara a la discusión
pública y por los medios legales previstos una agenda de gobierno que
contuviera las grandes preocupaciones nacionales.
En
vez de ello asistimos a una comedia de equivocaciones. A qué lógica
obedece que el presidente saliente, valido de la iniciativa preferente
recién adquirida, presente una iniciativa del calado de la reforma
laboral —que es parte esencial de un proyecto de desarrollo— y sobre la
cual ni su propio partido tiene consenso. Si fuese un favor pactado con
el próximo gobierno no hubiese generado las incompatibilidades que lo
tienen detenido y que amenazan regresar el proyecto a su cámara de
origen. No estarían en conflicto dos versiones tan encontradas del
mundo sindical.
Tendría
mucho mayor sentido que el proceso legislativo naufragara, como ya
ocurrió en la anterior legislatura, para dejar por entero a la próxima
administración la responsabilidad de plantear su propio proyecto y
confrontarlo con el que ya han presentado las izquierdas dentro de una
discusión general sobre el modelo de crecimiento y de relaciones
sociales al que México aspira; que no podría ser la falsa competencia
con mano de obra barata y la violación sistémica de los derechos
humanos de los trabajadores.
El
asunto más grave de cuantos confrontamos: la seguridad pública y las
oleadas de criminalidad que han asolado al país, mal podrían ser
encarados en encerronas entre los equipos del entrante y del saliente
gobierno. Ni menos en declaraciones fuera de contexto sobre la eventual
despenalización de la droga que contravienen frontalmente las políticas
llevadas a cabo por quien las emiten. Fuerza es que la próxima
administración presente un diagnóstico estricto sobre el que pueda
construirse una nueva política en la materia con el apoyo de los
ciudadanos.
Tampoco
hace lógica que los proyectos de inversión extranjera en la explotación
de hidrocarburos —con hoteles flotantes e insinuaciones de reforma
constitucional— se vayan regando en el extranjero sin que medie
siquiera un genuino proyecto de transición energética presentado a los
mexicanos. Con razón afirmó el propio economista en jefe del Banco
Mundial que “una reforma energética como la planteada por el próximo
gobierno debe contar con amplio consenso social”. Añadió que “en el
debate sobre las modificaciones a la ley laboral también es necesario
ampliar la discusión y que sea bastante franca”.
Reducir
la reforma fiscal al incremento de las tasas al impuesto sobre el valor
agregado —derrotado igualmente en legislaturas anteriores— resulta un
despropósito cuando el país demanda una reforma hacendaria de enorme
magnitud, a través de la cual se eliminen los privilegios y las
evasiones consentidas, se desarrolle el principio de progresividad, se
combata la corrupción por todos los medios y se libere a Pemex de la
inmensa sangría que se le ha impuesto.
La
oposición está, por su parte, obligada a plantear proyectos
consistentes en las áreas ya mencionadas y a adelantar soluciones
específicas para los temas imprescindibles de la agenda nacional, como
la democratización de los medios, la reforma de las instituciones
electorales, la transformación educativa y soluciones verdaderas para
la gobernabilidad democrática del país. Sería un desperdicio
irreparable que malgastásemos seis años cruciales en un diálogo de
sordos.
Político
No hay comentarios.:
Publicar un comentario