Si
el rumbo de los partidos y grupos “progresistas” es el que se trazó el
pasado fin de semana, el panorama es algo más que oscuro: la izquierda
llegará más dividida que nunca a las elecciones intermedias del 2015 y
tal vez pulverizada a la presidencial del 2018. Las señales enviadas
hace unos días así lo anticiparon cuando unos y otros enseñaron el
músculo, y, más aun, no sólo se confrontaron, sino se lanzaron puyas e
insultos sin tapujos.
Nueva
Izquierda, la facción más poderosa del Partido de la Revolución
Democrática, celebró su congreso y logró convocar a otras tribus para
—al menos temporalmente— mostrar su fortaleza, sobre todo después de la
salida de Andrés Manuel López Obrador, luego de la derrota del 1 de
julio. Y ahí estuvieron personajes ahora prominentes como Miguel
Barbosa, coordinador perredista en el Senado, y Silvano Aureoles, en
San Lázaro; los infaltables Carlos Navarrete y Manuel Camacho y hasta
el resucitado René Bejarano.
Todos beneficiarios de un lopezobradorismo del que ahora se alejan como si se tratara de la peste. Sus propios dirigentes, los celebérrimos Chuchos, Jesús Zambrano y Jesús Ortega se envalentonaron al declarar, el primero, que cuando se renueve la Cámara de Diputados dentro de tres años competirán directamente contra el nuevo partido de AMLO “como se llame, como él decida ponerle… No hay riesgo de desbandada ni de naufragio, ni de hundimiento del PRD… Los que lo deseen se van a quedar con las ganas”. Mientras el segundo descartó cualquier intervención del PRD para oponerse a la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como presidente de la república el próximo 1 de diciembre. Ortega fue todavía más allá, al anticipar que si bien la presencia de los legisladores perredistas en esa ceremonia es una cuestión que debe dirimir la Comisión Política del partido, “en mi opinión, debemos acudir a un acto, resultado de una resolución del Tribunal Electoral”.
Todos beneficiarios de un lopezobradorismo del que ahora se alejan como si se tratara de la peste. Sus propios dirigentes, los celebérrimos Chuchos, Jesús Zambrano y Jesús Ortega se envalentonaron al declarar, el primero, que cuando se renueve la Cámara de Diputados dentro de tres años competirán directamente contra el nuevo partido de AMLO “como se llame, como él decida ponerle… No hay riesgo de desbandada ni de naufragio, ni de hundimiento del PRD… Los que lo deseen se van a quedar con las ganas”. Mientras el segundo descartó cualquier intervención del PRD para oponerse a la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como presidente de la república el próximo 1 de diciembre. Ortega fue todavía más allá, al anticipar que si bien la presencia de los legisladores perredistas en esa ceremonia es una cuestión que debe dirimir la Comisión Política del partido, “en mi opinión, debemos acudir a un acto, resultado de una resolución del Tribunal Electoral”.
Más
aún, en días recientes entrevisté a Graco Ramírez, quien ahora reviste
una singular importancia no sólo por el hecho de haber ganado la
gubernatura de Morelos a 60 años de priísmo y 12 de panismo, sino
porque es de los pocos personajes de la izquierda que pueden presumir
de serlo desde siempre, sin antepasado priísta. Fue todavía más
enfático: “López Obrador denota intolerancia al tomar la decisión de
convertir en partido al Movimiento Regeneración Nacional (Morena) para
poder encabezar otro proyecto político; lamento mucho que lo esté
pensando de esa manera, poniendo por delante nuevamente que él sea el
candidato para la próxima elección, así lo indica todo; vamos a tratar
de convencer al propio Andrés Manuel de que tiene todo su derecho de
ser candidato nuevamente, pero si quiere cambiar al país tiene que
hacerlo con todos y no a partir de que sea él quien encabece siempre y
a como dé lugar; eso no ayuda a unir a la izquierda, sino a dividirla”.
La
respuesta de AMLO a sus críticos y malquerientes es contundente: “No
queremos en Morena desviaciones, vicios, antidemocracia, amiguismo,
influyentismo, ni ninguna de esas lacras de la política tradicional que
han llevado al fracaso a las organizaciones políticas y sociales”.
En
paralelo, López Obrador ha continuado sus recorridos por todo el país
en la construcción de su paradójico proyecto, que algunos ven como el
primer partido auténticamente de masas, basados en los 16 millones de
votos obtenidos en la pasada elección presidencial, que representaron
el nada menospreciable 32% de la votación total. Mientras sus críticos
califican desde ahora a Morena como el partido de un solo hombre. Quien
por cierto ha puntualizado, por si quedaba alguna duda, que se retirará
de la política “solo que así lo decida el pueblo”. Que llevará a cabo
su congreso nacional el 19 y 20 de noviembre próximos en la ciudad de
México. Y que Morena, por su cuenta, realizará una serie de actos de
protesta en las 32 entidades de la república “contra la imposición de
Enrique Peña Nieto”. ¿Así o más divididos?
@RicardoRocha_MX
Periodista
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