10/15/2013

¿Ladrón político, político ladrón?




 Tomás Mojarro

            El voto de todos nosotros no hace de cada ladrón un político. Hace de cada político un verdadero ladrón.

            La fascinación que el ejercicio de la política provoca en el ente humano, mis valedores. ¿A qué se debe el apasionamiento con que se busca ejercer la política? ¿Cuál es el interés principal del ejercicio político, por qué la disputa por ocupar un lugar en el organigrama gubernamental? Dejando de lado la creación de leyes que no han de cumplir o la expresión de frases grandilocuentes en tanto vacías, como "el bienestar de la ciudadanía", "la prosperidad de los compatriotas",  "hacer más por los que menos tienen", "un lícito afán de servir" y zarandajas por ese estilo, hojarasca y heces, y no más, una y única es la razón de esa rebatinga política que en ocasiones puede llegar hasta el derramamiento de sangre; esa razón es el manejo de los dineros públicos, tantas veces discrecional. Piensen ustedes en esa cuenta pública no sujeta a comprobación de la cual, a decir de Miguel de la Madrid, Salinas se robó la mitad cuando titular del Ejecutivo. Es por ello que en este país sigue vigente la acusación de Emilio Portes Gil, que fuera presidente interino de este país:

            - Cada sexenio arroja comaladas de millonarios.

            Sin más. Porque en el ejercicio de la administración pública la clave de los problemas políticos se encuentra en el elemento crematístico, lo venal, el dinero. Porque detrás de un muy cuestionable interés político se advierte de inmediato el verdadero y profundo motivo de esa compulsión que ataca al personaje por incrustarse en la plantilla de colaboradores de la burocracia política.  Ese motivo es la participación en actividades que presuponen el manejo de los dineros públicos. Aun en el caso de que algún político fuese idealista en sumo grado, aun cuando toda idea de venalidad se hallase distante de su ánimo y forma de ser, por fuerza tendría que manejar intereses, bienes, dinero público.

             Pero, si nos atenemos a los hechos que muestra la realidad objetiva, tan sólo del sexenio de Miguel Alemán (1946-1952) a los siguientes inquilinos de Los Pinos, y  hasta el día de hoy, el erario viene siendo manejado por verdaderos sinverguenzas, depredadores que a lo cínico y en provecho personal, familiar y de grupo, han venido saqueando los dineros de todos nosotros, que deberían ser empleados para beneficio de nosotros todos, los dueños de los tales dineros. Aberrante.

            ¿Culpa de quién, de quienes, tan horrorosa situación de saqueo y depredación del erario público? De los dueños de la soberanía nacional, por supuesto, que en el 39 Constitucional lo asegura:

             "La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tienen todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno".

            ¿Entonces? Nosotros, dueños de la casa común, que supuestamente contratamos a los servidores que le han de dar mantenimiento y servicio, ¿vamos a culpar a "nuestros" malos sirvientes? ¿Al que por codicia se tornó tigre y depreda a los lugareños vamos a seguir "exigiéndole" que por amor a nosotros se vuelva vegetariano? A los sucesores de los Salinas, Montiel,  Fox,  Bribiesca, Sahagún, Nava, Aldana, Romero Deschamps y demás sinverguenzas metidos a lo impune y a lo descarado  en los dineros públicos, ¿seguir entregándoles, a lo pasivo, dependiente y domesticado,   nuestro voto tri-anual, el voto sexenal? Ah, masas. Ah, México. (Nuestro país.)

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