Palabra de Antígona
"Hoy, vemos que el reconocimiento de la igualdad de mujeres y hombres en los asuntos públicos, es tardía e insuficiente. De acuerdo con todos los estudios y análisis, son las dirigencias partidarias las que han puesto obstáculos a las mujeres, a pesar de que ellas son el sustento de sus partidos"
México
D.F. 17 oct. 13. AmecoPress.- Un principio básico de la democracia es
la participación y los derechos políticos de todas las personas. Así lo
estableció la ONU desde 1945. Hoy, vemos que el reconocimiento de la
igualdad de mujeres y hombres en los asuntos públicos, es tardía e
insuficiente. De acuerdo con todos los estudios y análisis, son las
dirigencias partidarias las que han puesto obstáculos a las mujeres, a
pesar de que ellas son el sustento de sus partidos.
Hoy,
como ayer, resulta que el Ejecutivo de la Nación, con motivo del 60
aniversario del voto ciudadano para las mujeres, anunció una iniciativa
que obligará a los partidos políticos a elaborar sus listas electorales
con 50 por ciento de hombres y 50 por ciento mujeres: se llama paridad.
Así sucedió
cuando los ejecutivos avalaron las candidaturas municipales en Yucatán
y San Luis Potosí y cuando el presidente Lázaro Cárdenas envió en 1937
la iniciativa para que las mujeres pudieran votar. Entonces quedó
frenada por el miedo pensado de que las mujeres votarían en contra del
partido oficial. Lo mismo pasó con Miguel Alemán quien propuso y se
modificó el artículo 115 Constitucional para que las mujeres tuvieran
el voto municipal en 1947; en 1953 un puñado de mujeres empujó la
reforma que nos dio el voto, éste que celebra sus 60 años, su tercera
edad.
No es extraño
que esto suceda con Peña Nieto. La iniciativa para reformar el Código
Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) ya se
había consensuado por las 44 senadoras de la República, tras un paquete
de iniciativas varias que empezaron a conformarse el año pasado, por el
grupo plural de mujeres quienes, como siempre, fueron las primeras en
poner el dedo en la llaga: no puede hablarse del adelanto de las
mujeres si éstas no pueden ejercer sus derechos y están impedidas para
ocupar espacios donde se toman las decisiones.
La pura medida
electoral contiene un mandato para que las fórmulas electorales sean de
un mismo sexo y que los partidos cumplan sus estatutos y destinen el
dos por ciento de sus recursos para capacitar a mujeres en liderazgo.
De este modo
el presidente Enrique Peña Nieto simplemente se sumó. En hora buena. Es
posible que de este modo los partidos políticos recapaciten, porque
sistemáticamente le han dado la vuelta al asunto, desde hace más de 20
años en que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) fue el
primero en incluir en sus documentos básicos que al menos 20 por ciento
de sus candidaturas serían de mujeres y que haría lo mismo con los
puestos en la dirección y operación partidaria. Hubo grandes
resistencias y menudearon las anécdotas de burla y escarnio. No
cumplieron. Siempre hay que denunciarlos para que cumplan parcialmente.
Fue largo el
camino, sobre todo si consideramos que las mujeres pidieron participar
en la cosa pública y en los destinos de la nación desde 1824 en
Zacatecas y que durante 129 años estuvieron peleando por estar en los
puestos, por tomar decisiones, por hacerse corresponsables de las
acciones gubernamentales. El feminismo de los años 70 habló de no
entrarle, entonces las nuevas feministas estaban ocupadas en el
desarrollo personal e interno, pero poco a poco una tendencia feminista
vio las ventajas de poder actuar dentro del sistema, con todo y sus
limitaciones.
Pero la
ciudadanía, que Carol Pateman considera incompleta, a pesar del
sufragismo, lo es en tanto que el contexto donde se desarrollan las
mujeres -de exclusión, discriminación y violencia-, en la práctica les
impide ejercer derechos escritos, mismos que no se ponen en la práctica
y encuentran escollos sistemáticos; no ir a la escuela, ser pobres y
cargadas de responsabilidades, inhabilita en la práctica la posibilidad
de ser realmente ciudadanas.
Y es este el
asunto. Muy bien, tendremos el 50 por ciento de posibilidades de ir a
los órganos del Congreso, ello empujará por lógica que el gobierno
cumpla en sus órganos administrativos, ahora muy tristes y omisos; que
haya cada año posibilidad de tener gobernadoras –ahora ninguna y en
toda la historia sólo seis-; que muchas más mujeres lleguen a los
congresos locales –si se llegara a aprobar en lo estatal como se prevé
suceda en lo federal-, y que haya muchas más mujeres orgullosas de
poner sus ideas en la cosa pública.
Pero qué pasa:
que hay pobreza alimentaria, que las mujeres no tienen garantizado el
derecho a la salud, que miles y miles de mujeres se debaten en la vida
cotidiana para garantizar el desarrollo de sus familias, sus
comunidades y su vida que el Estado no garantiza ni protege. Entonces
la iniciativa es plausible, pero totalmente insuficiente si lo demás no
se materializa.
Peña Nieto, el
reformador, se ha comprometido, según el Plan Nacional de Desarrollo, a
usar toda la fuerza del estado para que se propicie, en los hechos, la
igualdad de mujeres y hombres; ha mandatado que todas las instituciones
promuevan esta igualdad, pero no hay suficientes recursos, a las
resistencias patriarcales se suma la impericia; los espacios para
promover la igualdad se convierten en espacios políticos; las
responsables llegan a esos espacios sin conocer de fondo no sólo el
tema de género, sino el sentido de justicia para las mujeres, el
contenido de la discriminación y sus consecuencias.
Si la
iniciativa tuviera éxito, porque todavía habrá que lidiar con la
indiferencia y superficialidad de los políticos y partidos
representados en el Congreso de la Unión, estaría completando un
paquete de derechos, de la Constitución a un montón de leyes
específicas ya existentes, que debieran día a día, en la vida real
promoverse, respetarse y aplicarse y ese es el otro gran tema. No se
cumple con las leyes en México, por más bonitos discursos y buenas
intenciones.
Sin
menospreciar la iniciativa, aún si se la copió a las mujeres, tenemos
que decir que no tendrá los efectos esperados si no se pone dinero,
esfuerzo y tarea para abatir la violencia contra las mujeres; si no hay
un verdadero cambio de mentalidad en cada mujer y en cada hombre para
reconocer que las mujeres somos seres humanos; si en los lugares como
la escuela, la familia y los medios de comunicación se sigue procurando
una ideología de discriminación contra las mujeres; si no hay justicia
penal contra los agresores; si no opera la reforma educativa; si no hay
realmente una cruzada contra el hambre y se sigue el camino de las
dádivas, como ahora se ha visto en Guerrero. En fin, si mantenemos sólo
la simulación en todos lados y en todos los espacios.
Habría que
esperar esa revolución cultural que apuntale a las leyes y a los
deseos. Las feministas conscientes hemos cumplido sistemáticamente
desde 1824, no hemos dejado de hablar, proponer y empujar, los
obstáculos están en otra parte, en una sociedad que no cree en la
libertad y la vida de las mujeres. Ahí tenemos que actuar y un eje
sustantivo somos los medios de comunicación, reproductores sistemáticos
de la ideología que somete y disminuye a las mujeres. Tarea gigante.
Hay que empezar en alguna parte. Veremos.
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